Capítulo 10.2.

1.8K 88 8
                                    

Me he acordado de publicar de milagro! Soy voluntaria de la Cruz Roja y hoy había mucho trajín con Papa Noel y los niños que vienen a pedir regalos. Ya os dejo, espero que os guste!


Aitana se despertó, eran las 8 de la tarde pero no había dejado de llover en todo el día. Al principio se sintió aturdida pero poco a poco fue recuperando los recuerdos. Estaba en el salón del que algún día fue su hogar, algo cambiado pero no dejaba de ser la misma casa. Miró a su derecha, la ropa mojada ahora estaba completamente seca en el respaldo del sofá. La estufa ahora estaba encendida y el calor se notaba en esa estancia. Se colocó los calcetines y miró en todas direcciones sin encontrar a Luis. 

Cogió el móvil para asegurarse de la hora. Aquel reloj del salón no engañaba. No había comido y su estómago lo pedía a gritos, pero antes necesitaba encontrarlo. 

Al llegar delante de la puerta del baño, a pesar de que iba a dirigirse a su habitación, pensando que estaría allí, oyó una guitarra desde el otro lado, desde aquella habitación que fue su primera habitación en aquella casa.

Abrió la puerta y lo encontró a él sentado en el suelo, a pesar de que podía estar en un pequeño sofá o incluso en la silla que coronaba el piano. 
Ya sé que no acabamos de aprender

A caer y levantarnos sin romper el sueloYa
sé que mil palabras esta vez
No servirán para decir "lo siento"  

-Luis. Lo siento. No te encontraba.

Él la miró, dejó de cantar pero no soltó la guitarra con la que manejaba unos acordes. No dijo nada, fue una invitación a entrar. Aitana cerró la habitación y se dio cuenta de el pequeño estudio que había montado allí. Se alegraba por él, por aquello. 

-La has compuesto tú?

Asintió.

-La acabo de terminar ahora.

-Me la quieres cantar? -Lo dijo con auténtico miedo. Querría él cantarle a ella? Era algo muy íntimo. Estaría preparada para escuchar lo que decía la canción? 

Daría lo que fuera por saber
Dónde alzamos la bandera de los imperfectos
Daría mil palabras cada vez
Que una se clava y te quema por dentro
La culpa es solo mía por querer
Esconder en una mano el viento
Lo sé, ya lo sé

Su voz ruda, esa voz, esas palabras. Cómo conseguía plasmar sus sentimientos de esa manera? 

  Ya lo dijo nadie, soy imperdonable
Todos se han marchado menos tú  

La miró. Sus miradas se cruzaron. Aitana solo podía pensar una cosa, esa canción debía cantarla ella y no él, esa canción eran sus sentimientos y él no podía sentir eso. Ella era la culpable, no él.

  Y basta, quiero que te alejes
Y dile al tiempo que nos conocimos
Por si acaso vuelves
Y vuelve, quiero que lo intentes
Tan sólo una llamada
Aunque no digas nada  

Se rompió y de nuevo lloró. 

Ya sé que no acabamos de aprender
A caer y levantarnos sin romper el suelo
Ya sé que mil palabras esta vez
No servirán para decir "lo siento"
Y sigue, sigue sola y sin pensar en esto
Lo sé, ya lo sé
Ya lo dijo nadie, soy imperdonable
Todos se han marchado menos tú
Y basta quiero que te alejes
Y dile al tiempo que nos conocimos
Por si acaso vuelves
Y vuelve, quiero que lo intentes
Tan sólo una llamada
Aunque no digas nada
Ya lo dijo nadie, soy imperdonable
Todos se han marchado menos tú
Y basta quiero que te alejes
Y dile al tiempo que nos conocimos
Por si acaso vuelves
Y vuelve, quiero que lo intentes
Tan solo una llamada
Aunque no digas nada

Terminó de cantar, se terminó la canción. Aitana seguía allí llorando. Luis también lloraba.

-Aitana...

-Cómo haces siempre para saber exactamente lo que siento?

-Es lo que yo siento.

-No, Luis, no. Tú no eres el culpable. Soy yo la imperdonable.  Yo me he sentido así por mucho tiempo, ahora me siento así. Quiero alejarme pero a la vez quiero tenerte a mi lado y recuperarlo todo contigo.

Ella lloraba de rabia, de rabia contra ella misma. Luis se levantó para acercaser a ella. Dejó la guitarra a un lado y se arrodilló en frente de la catalana.

-No somos perfectos.

-Tú sí.

Luis negó.

-Debí darme cuenta. Debí ir detrás de ti. Pero me paralicé. 

-Lo siento, Luis. Lo siento de verdad. Te he hecho mucho daño y no me perdonaré eso en la vida.

-Te quiero. -Aitana no esperaba eso. Levantó la mirada y se encontró con sus ojos. Habían chispas.

-Te quiero, Luis. No he dejado de quererte. 

Y más chispas. En los ojos de Luis, en los ojos de Aitana. 

Ambos se acercan y se besan. Es un beso desesperado, anhelado como el aire cuando no podemos respirar y al fin conseguimos escapar del agua que nos ahoga. 

El beso se transforma y de un momento otro el jersey de Aitana está por los aires, la camiseta de manga corta de Luis también. Ella queda en tirantes y por debajo un bonito sujetador de color azul. A penas tienen tiempo para mirarse de nuevo, para ver sus caras, sus labios hinchados y darse muto permiso para infringir todas las normas.

Luis le quitó el sujetador y se concentro en sus pechos. Añoraba dormir en ellos por las noches, añoraba su olor, era como estar en casa. Luis disfrutó del disfrute de Aitana. 

Ella se posicionó arriba, él pegada su espala al sillón pero seguían en el suelo. Aitana notó aquello que crecía en el pantalón de Luis. Le gustaba saber que seguía teniendo ese efecto en él. 

Ella empezó a desabrocharle el tejano, pero él fue más rápido. Metió su mano y encontró el tanga húmedo de Aitana. Fue rozarla y de ella se oyó un gemido que sonaba a "Luis".

Aitana consiguió deshacerse de los pantalones de Luis y al fin pudo verlo desnudo. No había cambiado, seguía igual, igual de perfecto. Se volvió a subir encima de él y lo necesitaba, lo necesitaba más que el respirar.

-Estás seguro?

Él no pudo evitar reír.

-Qué?

-Esa frase la suelen decir los hombres.

-Bueno... Pues yo te la pregunto a ti.

Luis sonrío. Aitana había vuelto.

-Más que seguro.

Esto acaba de empezar. INCLUYE 2nda TEMPORADA TERMINADA. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora