"Su sonrisa"

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Eran mediados de septiembre, el otoño ya empezaba provocando el cambio de color en las hojas y que estas cayeran de los árboles. Las decoraciones de algunas casas cambiaban, pero el frío era lo que más comenzaba a notarse.

Sus vecinos, el señor Kaminarimon y su hijo Denki colocaban plantas nuevas y decoraciones en el jardín, al menos fue lo que Uchiha Sarada pudo ver mientras el chofer conducía rápidamente fuera de la casa, ya que había leído hasta tarde porque no podía dejar para el día siguiente las cien páginas que le faltaban para terminar su libro. En los segundos que miró a sus vecinos, Denki dejó caer una maceta solo para sonreírle y decirle adiós con la mano.

Las mejillas de la joven se tiñeron, sabía perfectamente que Kaminarimon Denki gustaba de ella, él se lo había dejado claro en muchas ocasiones, pero ella no podía o más bien no quería, responder a sus sentimientos. Se negaba a pensar que el chico pudiera estar tan enamorado de ella como él afirmaba, por aquellas fechas Sarada creía que para enamorarse de alguien en serio tenías que conocerlo. Saber las cosas más importantes de su vida, tener detalles con esa persona y sobre todo estar dispuesto a todo por esa persona. El amor a primera vista no significaba nada en ese momento, ella creía en el amor que uno construía.

En el trayecto tuvo que escuchar los regaños de su chofer, que más que un empleado era como un amigo. Jugo había sido su chofer desde que iba en preescolar, era como un familiar para ella.

–Y ni siquiera tengo que preguntarte la razón por la cuál te has quedado dormida, porque ya sé cuál fue.

–Lo siento –sonrió–, te diría que no volverá a pasar, pero ambos sabemos que a veces no puedo evitarlo.

–Mikoto es la culpable de todo esto, ella debería llevarte cuando te quedas dormida por leer hasta tarde –sonrió al decirlo, para que supiera que no lo decía en serio.

–La curiosidad me mataba.

–Dime por el amor de dios Sara, que el protagonista no murió al final.

–Fue otro final feliz, Jugo, no te preocupes.

–Bien, entonces significa que las tres o cuatro horas que dormiste fueron sin tristeza por un final horrible.

–Al menos eso significa que podré agregar una taza de café a mi día.

–No abuses del café –el hombre la mira seriamente–, tienes a penas 18 años.

–Lo suficientes, pero de acuerdo, no lo haré.

El tráfico era horrible y Jugo se quejaba porque Sarada se reía de sus caras, odiaba el tráfico, por eso siempre salían diez minutos antes de la hora pico. Aproximadamente quince minutos después pudieron salir del embotellamiento en el que estaban y cinco minutos después Jugo detenía el auto frente a la entrada de la academia.

–Si mis padres me dieran mi propio auto, esto no pasaría.

–Sabes que no te lo darán hasta que tengas tu licencia.

–Deberías ponerte de mi lado, esto te beneficia.

–No si te arrestan por no tener licencia para conducir –sonrió–. Que tengas un buen día, Sara.

–Gracias, Jugo.

Sarada atravesó la entrada, caminaba a toda prisa por los pasillos en dirección al salón de clases, iba unos 20 minutos retrasada y justamente en la clase del profesor que detestaba los retrasos. Al dar la vuelta en el último corredor decidió empezar a correr, una vez frente a la puerta la abrió y se arrepintió al segundo porque sabía que el profesor la reprendería, esperaba el regaño y la desaprobación, pero se impresionó cuando nunca llegó, pero aún así sus mejillas se tiñeron de pura vergüenza al ver que se había asustado por nada, el escritorio estaba vacío.

Que tan intenso [Borusara]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora