Ese día, el día en que huimos, abordamos un barco mercante que saldría hacia Wexford Irlanda; todo el tiempo temí que alguien me reconociera o que preguntaran mi identidad, pues el enorme vestido delataba que no era una simple aldeana sino algo más, afortunadamente y dejando de lado todas las miradas confusas que recibí ese día, nadie hizo preguntas.
Caden y yo estuvimos todo el tiempo asustados, temiendo que algo saliera mal o que alguien nos encontrara, pero a medida que el barco se adentraba más en el océano nuestros miedos disminuían. No podíamos dejar de hablar de lo irreal que era toda esa situación, ni de lo asustados y emocionados que estábamos, pero si había algo de lo que estaba completamente segura era de que había hecho lo correcto, aunque a decir verdad, una sensación de remordimiento acudía a mi cuerpo siempre que recordaba a mi madre, yo solo esperaba que ella no me odiara, para este momento estaba segura de que el caos por mi desaparición se había desatado en el castillo y por momentos me sentía culpable pues al haber elegido mis sentimientos y no mi responsabilidad había afectado a tanta gente, pero era mi madre la única persona que me preocupaba y me consolaba saber que había confiado su seguridad a Charlotte pues estaba segura de que ella haría un buen trabajo y que pasara lo que pasara la mantendría a salvo.
El viaje en barco duró días, tuve que usar la ropa de Caden al menos hasta que llegáramos a nuestro destino pues no podría soportar el enorme vestido todo el viaje, pasábamos los días en la cubierta del barco viendo el océano, platicando con los tripulantes, o simplemente platicando entre nosotros; dormíamos en el suelo con el cargamento, pero no me quejaba, por mí estaba bien pues estaba a su lado.
Un día mientras Caden platicaba con el contramaestre, me quedé mirando hacia el horizonte, a pesar de saber que había tomado la decisión correcta me entristecía profundamente pensar en mi madre y en Charlotte.
- ¿En qué piensas? – Preguntó Caden tomándome por sorpresa.
- En nada realmente. –
- Te conozco muy bien como para saber que sí estás pensando en algo. –
- En verdad, no es nada. – Dije sonriendo y tomando sus manos.
- ¿Te has arrepentido? – Dijo con una súbita seriedad.
- No, no, jamás podré arrepentirme de esto. –
- Entonces ¿qué es? –
- Es solo que no puedo evitar sentir una sensación de remordimiento cada vez que pienso en mi madre, temo que en este momento ella me odie, o aun más grave, temo que nunca más la volveré a ver y ni siquiera le dije adiós. – Pronuncié estas palabras con un nudo en la garganta, pero trataba de mantener la compostura, no quería agobiar a Caden o hacerlo sentir mal.
- Tu madre no puede odiarte, nunca lo hará. – Dijo consolándome.
- No lo sé, he sumido al reino en el caos, lo sabes. – Dije.
- Sí, pero en tu madre hay tanta bondad que ni siquiera eso hará que te odie y sé que algún día se reunirán. –
- ¿Cómo puedes decirlo con tanta seguridad? –
- Porque estoy seguro de que una madre, no olvida a sus hijos de un momento a otro. –
- Eso espero, deseo verla otra vez, algún día. –
- Lo harás. – Dijo sonriendo reconfortantemente.
Dormíamos tranquilamente cuando el constante movimiento en la cubierta nos despertó, se escuchaban pasos apresurados y unas que otras voces que ordenaban, aunque no podía escuchar con exactitud qué decían.
- Iré a ver que sucede. – Dijo Caden poniéndose de pie y después de unos minutos regresó con una sonrisa en su rostro. – Desembarcaremos en poco tiempo. –
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Perdida en mi destino.
Fiction Historique¿Qué es lo que puedes hacer cuando toda tu vida ya está planeada? ¿y cuando no tienes elección? Creí que todo estaba arruinado...hasta que lo conocí.