Capítulo LXXV

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Ese día, el día en que huimos, abordamos un barco mercante que saldría hacia Wexford Irlanda; todo el tiempo temí que alguien me reconociera o que preguntaran mi identidad, pues el enorme vestido delataba que no era una simple aldeana sino algo más, afortunadamente y dejando de lado todas las miradas confusas que recibí ese día, nadie hizo preguntas.

Caden y yo estuvimos todo el tiempo asustados, temiendo que algo saliera mal o que alguien nos encontrara, pero a medida que el barco se adentraba más en el océano nuestros miedos disminuían. No podíamos dejar de hablar de lo irreal que era toda esa situación, ni de lo asustados y emocionados que estábamos, pero si había algo de lo que estaba completamente segura era de que había hecho lo correcto, aunque a decir verdad, una sensación de remordimiento acudía a mi cuerpo siempre que recordaba a mi madre, yo solo esperaba que ella no me odiara, para este momento estaba segura de que el caos por mi desaparición se había desatado en el castillo y por momentos me sentía culpable pues al haber elegido mis sentimientos y no mi responsabilidad había afectado a tanta gente, pero era mi madre la única persona que me preocupaba y me consolaba saber que había confiado su seguridad a Charlotte pues estaba segura de que ella haría un buen trabajo y que pasara lo que pasara la mantendría a salvo.

El viaje en barco duró días, tuve que usar la ropa de Caden al menos hasta que llegáramos a nuestro destino pues no podría soportar el enorme vestido todo el viaje, pasábamos los días en la cubierta del barco viendo el océano, platicando con los tripulantes, o simplemente platicando entre nosotros; dormíamos en el suelo con el cargamento, pero no me quejaba, por mí estaba bien pues estaba a su lado.

Un día mientras Caden platicaba con el contramaestre, me quedé mirando hacia el horizonte, a pesar de saber que había tomado la decisión correcta me entristecía profundamente pensar en mi madre y en Charlotte.

- ¿En qué piensas? – Preguntó Caden tomándome por sorpresa.

- En nada realmente. –

- Te conozco muy bien como para saber que sí estás pensando en algo. –

- En verdad, no es nada. – Dije sonriendo y tomando sus manos.

- ¿Te has arrepentido? – Dijo con una súbita seriedad.

- No, no, jamás podré arrepentirme de esto. –

- Entonces ¿qué es? –

- Es solo que no puedo evitar sentir una sensación de remordimiento cada vez que pienso en mi madre, temo que en este momento ella me odie, o aun más grave, temo que nunca más la volveré a ver y ni siquiera le dije adiós. – Pronuncié estas palabras con un nudo en la garganta, pero trataba de mantener la compostura, no quería agobiar a Caden o hacerlo sentir mal.

- Tu madre no puede odiarte, nunca lo hará. – Dijo consolándome.

- No lo sé, he sumido al reino en el caos, lo sabes. – Dije.

- Sí, pero en tu madre hay tanta bondad que ni siquiera eso hará que te odie y sé que algún día se reunirán. –

- ¿Cómo puedes decirlo con tanta seguridad? –

- Porque estoy seguro de que una madre, no olvida a sus hijos de un momento a otro. –

- Eso espero, deseo verla otra vez, algún día. –

- Lo harás. – Dijo sonriendo reconfortantemente.

Dormíamos tranquilamente cuando el constante movimiento en la cubierta nos despertó, se escuchaban pasos apresurados y unas que otras voces que ordenaban, aunque no podía escuchar con exactitud qué decían.

- Iré a ver que sucede. – Dijo Caden poniéndose de pie y después de unos minutos regresó con una sonrisa en su rostro. – Desembarcaremos en poco tiempo. –

Perdida en mi destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora