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Confrontación
Jericho se fue, usualmente es la única razón por la que nos quedamos despiertos, porque estamos juntos y aunque no realicemos ninguna actividad, se siente como si realmente hiciéramos algo, Andrê no es alguien de palabras, por lo que no sienta el precedente para una conversación, al menos no una amena.
Esperamos a que terminara el programa que Andrê estaba viendo, una vez terminado apagó el televisor sin preguntar ni decir nada.
Se levanta del sofá, deja el control de la televisión en el mismo. Me observa, se vuelve y toma le móvil que se encontraba enterrado en las comisuras de los cojines. Se torna y me vuelve a observar. Me siento, lo observo fijamente, sus ojos tienen dirección hacia mis brazos, está viendo las vendas, me levanto de un salto ¡Uy! Me mareé, me tambaleo, creo que me voy a caer, extiendo los brazos para evitarlo, Andrê me toma de la muñeca ¡Ay! Me duele, no puedo evitar fruncir el seño, me duele más de lo que pensé, ahogo el grito, me recupero e incorporo tan rápido como puedo, me sigue observando, tiene una mirada fría y lejana, vuelve a ver mis brazos, escuchamos un ruido en el segundo piso, volteamos a ver el techo, nos volvemos a mirar fijamente a los ojos, en éstos momento es cuando notas los detalles, él es más bajo que yo, da media vuelta, camina hacia la puerta, se detiene y agacha la cabeza.
-Me voy a dormir. – “Levanta la cabeza, el resto de su cuerpo está relajado, sus brazos caen al igual que su postura, ahora que lo noto no trae la chamarra puesta, la casa no está tibia, debería sentir frío.”
-¿No tienes frío?
-No. – “Agacha la cabeza de nuevo.”
Me acerco lentamente a él, lo tomo de los hombros y le doy media vuelta delicadamente, lo tomo por el mentón y le levanto la cabeza, veo su pálido y blanco rostro, su frente cubierta por el cabello negro que cae lacio y pesado hasta sus hombros, sus adormilados ojos, son iguales a los de mamá, azules, un azul profundo, no muy brillante, no muy oscuro, su iris adornada por líneas horizontales, como olas, bajo las orbitas unas pronunciadas y profundas ojeras, notorias desde lejos, los labios rojos y secos por la falta de líquidos, me observa limpio y puro, inocente y distante, se esfuerza un poco y se aleja de mí, deja mi mano en el aire, agacha la cabeza.
-¿Tomaste algo? – “Hace una mueca de reproche, forma una línea con los labios, los deja libres un poco húmedos, traga saliva con esfuerzo.”
-Sí. – “Se limita a contestarme. Trata de dar media vuelta pero lo detengo por el brazo antes que diera un paso.”
-¿A qué hora? – “Me dirijo a él con autoridad, no soy su mamá, no soy su tutora, no sé por qué lo hago.”
-No lo recuerdo, en la mañana. – “Contesta con desdén y levanta los hombros, usualmente lo dejo aquí, pero hay algo que me molesta, no sé que es.”
-¿Ya no lo registras?
-Sí, pero no lo recuerdo. – “No lo recuerdo, repite mi mente rápidamente, eso es malo, todo lo que toma es para la concentración, algo está mal, lo pensé, lo imaginé, no sé qué hacer.”
-No deberías hacer eso. – “¡Sí, déjalo ya!”
-¿Hacer qué? – “Continúa con ése tono monótono en la voz, está harto, enfadado, yo también. Así es, así pasa.”
-Ya sabes a lo que me refiero, deja de tomar ésas cosas.
-Si nos limitamos a decir lo que no “Deberíamos hacer” tú tienes una lista amplia. – “Contesta con reproche, hace una expresión con las manos formando comillas en la frase ‘Deberíamos hacer’, tiene razón, mi lista es larga, pero me preocupo por él. ¿Qué puedo hacer?”
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Pensamientos de una mente
Teen FictionEl día a día de 5 adolescentes que buscan su camino a la maduración, comprenderán que cada acción tiene sus consecuencias con las que tendrán que vivr el resto de su vida. Sus miedos, sus trastornos, sus filias los acompañan. Historia de Queen Jatte...