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Desesperación
Me llena de rabia que me pregunten cosas sin sentido, cosas de las que ya saben las respuestas. “No deberías hacer eso.” ¡Rhern que hipócrita! “No obtienes nada bueno a cambio” ¡Lo mismo! Estoy tan enojado, lo sabes ¡Es lo mismo que pensamos de mamá!
Entro a mi habitación, cierro de golpe, “La puerta no tiene la culpa” diría mamá, siento el vació en mis oídos, me aturde, me quedo inmóvil, no sé qué hacer, no sé cómo sacar ésta rabia, la habitación está oscura, sólo entra por la ventana la tenue y ligera luz que proporciona la luna, una suave luz azul, miro toda la habitación, las sábanas tiradas en el suelo, mi ropa también, los zapatos, objetos pequeños como lápices, juguetes de mi infancia, artículos de limpieza personal, todo en el suelo, no tiene orden o secuencia, doy unos pasos, piso mi desodorante, me detengo, miro a mi alrededor, la cama está del lado izquierdo y centrada a la pared, frente a ella está el buró donde guardo mi ropa interior, en el fondo está el closet, camino, tropiezo con uno de mis zapatos, ¡Ah!, Lo tomo y lo lanzo contra la pared, cae en mi cama, comienzo a tomar todo los objetos a mi alance y a lanzarlos, el desodorante, un cuaderno, un soldadito, un cubo rubik’s, éste último se desarmó en piezas que cayeron al suelo, un carrito, una chamarra, un tenis, se me acabaron los objetos a mi alrededor, no tengo nada más para lanzar, caigo de rodillas al suelo, respiro rápidamente, mi pulso se acelera, demasiado, duele, creo que tengo un ataque de taquicardia, jadeo para respirar, mi respiración se corta, un ataque de asma también ¡Maldita sea! ¡Estúpida salud! ¡¿Dónde está mi inhalador?! Junto mi cabeza a mis rodillas, estoy completamente encorvado sobre mis piernas, mis manos presionan mi pecho con fuerza, escucho ése molesto y agudo silbido salir de mi boca, ya casi no puedo respirar, mucho menos gritar para hablarle a Rhern, me tumbo de un costado, el golpe me saca el aire, es horrible, ya no tengo ninguna reserva de aire, jadeo con mayor fuerza, ¡Duele! ¡Duele mucho! Siento el aire entrar con tanto esfuerzo por mi pecho, mi ritmo cardiaco exageradamente acelerado, me estiro, mis manos están frías, trato de levantarme, caigo, mis brazos están muy débiles, me arrastro hasta el buró que está junto a mi cama, cada vez me cuesta más respirar, por fin llego, subo mi brazo, me apoyo en el pequeño buró, me levanto con mucho esfuerzo, siento que me voy a desmayar, no tengo aire, el mareo no me permite estabilizarme, siento que mi corazón explotará, abro el cajón del buró, saco mi inhalador, lo agito débilmente, lo coloco en mi boca, aprieto y aspiro, uno, dos, tres, me detengo; “Tres es el límite” me decía el doctor, “Tres Andrê, no más. Recuérdalo.” Y así es, aún no sé porqué, jamás pregunté, hace tiempo que no lo necesitaba, respiro aún con esfuerzo, creo que tengo que esperar una hora antes de aspirar más, reviso la fecha de caducidad, aún le quedan tres meses, jadeo con menor esfuerzo para respirar, jadeo rápidamente, pues mi ritmo sigue acelerado, me recuesto en la cama, trato de relajarme, sigo asustado, la adrenalina corre por mis piernas, brazos y pecho, me provoca escalofríos, mis manos tiemblan, el inhalador choca con mi panza una y otra vez por el movimiento de mis manos, me aferro a él, no lo suelto, puede que lo vuelva a necesitar, sigo mareado, cierro los ojos, aprieto los parpados hasta sentir dolor y mareos más agudos, un error que siempre cometo, abro los ojos, veo todo borroso, mis manos y piernas tiemblan, siento frío en todo el cuerpo, no me quiero mover, tengo miedo a que mi ritmo cardiaco se eleve de nuevo. ¿Qué hora es? Levanto mi brazo izquierdo, veo mi muñeca, diez trece, bajo lentamente mi brazo, lo poso a un costado mío, veo el techo, la pintura está desgastada, cierro los ojos, me relajo un momento.
Abro los ojos, todo es borroso, reviso mi respiración, normal, mi ritmo cardiaco, estable, me siento lentamente, me mareo un poco, coloco mi mano izquierda en mi frente, mi cabello está húmedo, lo retiro de mi frente, sudé, tomo mi playera, la levanto hasta mi cabeza y me limpio la frente, trago saliva un par de veces, bajo mis pies de la cama, ahora noto que me no quité los tenis, apoyo mi mano derecha, aún sostengo el inhalador, es impresionante cómo nos aferramos a lo que creemos nos ayudará, sean objetos o personas, ¿Será malo si me quito los zapatos? “No pises el suelo frío” decía papá constantemente, ¿Cuál es la fecha de caducidad del inhalador? Tendré reumas si me quito los tenis, diciembre, ya lo recuerdo, le quedan tres meses, diez trece, a ésa hora tomé el salbutamol, no importa, me quiero quitar los tenis, miro mi muñeca izquierda, diez veinticuatro, me quito los tenis con los mismos pies, tengo que lavarlos, lo recordé ésta mañana, sí están fallando los medicamentos, debo incrementar la dosis, me arrodillo frente al buró, cierro el cajón de dónde saqué el inhalador, abro una pequeña puerta que está debajo del cajón, saco una agenda de color café, la que mamá me regaló en navidad, esto fue una buena idea, la abro y se atora en la mitad del camino, tiene la pluma que introduje en la espiral, la saco, la observo, no veo casi nada, me levanto y me acerco a la ventana, me tambaleo un poco, parpadeo rápidamente, estoy muy mareado, coloco la pluma frente a mí contra la luz filtrada de la luna, una manchas en el tubo, casi no queda tinta, tiemblo un poco, hace frío, veo por la ventana, las puntas de los pinos bailan con el viento ¡Qué gracioso! Abro la agenda, reviso el último escrito:
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Pensamientos de una mente
Teen FictionEl día a día de 5 adolescentes que buscan su camino a la maduración, comprenderán que cada acción tiene sus consecuencias con las que tendrán que vivr el resto de su vida. Sus miedos, sus trastornos, sus filias los acompañan. Historia de Queen Jatte...