Había pasado los últimos cuatro años de mi vida en esta colina, alejado de la gente que me creía un psicópata, ajeno a la vida que transcurría en el pueblo y privado de las comodidades que son indispensables para cualquier persona normal y, ciertamente, jamás había ansiado tanto poder ser capaz de involucrarme.
De poder hablar con alguien más a mi manera y que me entienda, o de hacerle saber a esa persona que mi condición no es impedimento para mantener conversaciones racionales como cualquier otro ser humano. Bueno, casi como cualquier otro.Porque es que nunca antes alguien me había afectado tanto como lo ha hecho ella. Nadie, de hecho, pues prisionero en este lugar no se ven muchas cosas, y personas así de enigmáticas mucho menos.
Me han cautivado su luz y nobleza durante el corto lapso de tiempo que pudimos conectar.
La sentí en mi alma como digo que puedo sentir el aire que respiro, y es que fueron tan abrumadores sus ojos en los míos, que puedo jurar que me ha hechizado de todas las maneras posibles sin siquiera haber recitado un conjuro.Por eso cuando le encontré, flotando a la intemperie sobre el río, me armé de valor y fui a rescatarle tratando de no ser demasiado torpe para salvarla sin causarle algún tipo de daño.
Temí al no saber cómo sostenerla correctamente, de no saber cómo hacerlo bien para no lastimarla aún más y empeorar sus heridas.
Quise ser menos tonto y más delicado en mis acciones. Quise ser simplemente un chico normal.La tomé entre mis brazos con la respiración fallando en mi sistema, y no porque cargarla haya supuesto algún tipo de cansancio, sino porque fue, más bien, una tortura.
Tocarla dolía, mirarla dolía... Mantener el contacto con otra piel siempre me ha resultado sofocante en todos los sentidos y verle en condiciones tan pésimas no hizo mejor la situación.
Me sentí desesperado, casi a punto de echarme a llorar de la impotencia al no poder reparar el daño inflingido en su persona; psicótico, aterrado de perderla aún cuando no me pertenece.
No sabía qué hacer y estuve muy cerca de rendirme, pero imagine su voz llamando mi nombre dulcemente, a sus manos sosteniendo mi rostro con una suavidad delirante y a sus ojos mirándome el alma y aceptando a todos mis demonios... Sabía que estaba exagerando porque, a fin de cuentas, no la conozco ni un poco ni sé su nombre, pero es que sencillamente no pude contenerme.
La dejé descansar sobre la suavidad del prado silvestre invadido por el terror al contemplar su marchita figura, que hacía un claro contraste con la vida que desprendían las flores, lastimada y apagada; tenía el labio inferior partido, un golpe considerable del lado derecho en la cabeza, un brazo levemente herido y múltiples hematomas en el rostro.
Fue entonces que al mirarla tan al borde de la perdición recordé la mía, el día en que había surgido cuando perdí toda posibilidad de volver a comunicarme con la gente, el día en que me mi madre murió y el día en que me convertí en un asesino; y supe que tenía que ser valiente por primera vez en mi vida para preservar la suya.
Así que eso hice, y una vez que logré subir la pendiente con ella entre mis brazos, la instalé como si fuera la última esperanza de la humanidad sobre mi humilde lecho; luego me deje ir en un llanto profundo que casi no me permitió ver mucho el camino que seguí hasta la cabaña del Señor Franderburg, saltando entre la maleza que no le gusta limpiar y sin reparar en el barro que comenzaba a creárseme encima debido a mi ropa mojada.
Le llamé a gritos, implorando que me siguiera y rogándole poner en practica sus habilidades de primeros auxilios, mismos que había desarrollado en la base militar aérea Hethel* y los cuales me han mantenido con vida hasta ahora, pero desafortunadamente el buen señor no se encontraba y no tuve más remedio que hacer memoria y comenzar a disponer de los cuidados que ella necesitaba.
Así que volví corriendo sobre mis pasos, tropezando un par de veces y casi derribando la puerta de mi cabaña cuando, completamente enloquecido, hice mi demencial entrada; afortunadamente, no había nadie consciente para apreciarla, por lo que pude levantarme del suelo con menos vergüenza de la requerida tras una caída tan torpe.
Entonces avance a trompicones hacia la vieja y destartalada alacena, que en su tiempo había pertenecido a mi madre, buscando entre los varios de frascos y soluciones medicinales que debo consumir para controlar mis problemas psicológicos, hallando las píldoras que evitan mis incontenibles nervios. Me trague tres a secas, golpeé mis mejillas con un par de cachetadas y me gire a enfrentar mi mayor temor.
Y ahí estaba ella. Respirando. Aferrándose a la vida.
Y ahí estaba yo. Sin respirar y lloriqueando como un bebé.Estarás bien. Estarás bien. Estarás bien.
Me repetía mentalmente, tratando de convencerme de ser lo suficientemente capaz para reanimarla, pero lo cierto es que estaba perfecta, fuera de lo mal que se veía físicamente parecía inhalar y exhalar como todo ser humano promedio, de manera que no me fue difícil confirmar que ya no había agua en sus pulmones. Es por eso que tampoco fue necesario hacer uso de las técnicas infalibles para traer de vuelta a una persona ahogada, cosa que se me hizo bastante extraña, porque eso quería decir que alguien más le había ayudado antes que yo.
No quise divagar mucho al respecto, por lo que cogí un paño y me dispuse a limpiar sus heridas con un cuidado exagerado, admirando cada detalle que no hizo más que confirmarme segundo a segundo los problemas existenciales que probablemente aquella hermosa damita traerá a mi vida, que ya de por sí está jodida.
Coloqué sobre su piel dañada algunas hojas curativas que salí a cortar al pie de la colina; puse calcetines a sus pies descubiertos y enseguida procedí a abrigarla entre las sabanas de mi cama para frenar sus terribles escalofríos; después me encargué de encender la chimenea y cerrar las ventas y la puerta de casa para mantener el calor dentro y dejar todo rastro de frío afuera.
Luego sólo me senté a esperar a que despertara, en medio de las sombras, con la tenue luz del fuego brillando en su perfil derecho, mientras le miraba completamente embelesado y asustado de tenerla cerca y mientras pensaba: ¿Qué diablos voy hacer cuando despierte?
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Hethel: Estacion de la Real Fuerza Aérea en Hethel o más simplemente la Royal Air Force Hethel es una antigua estación de la Fuerza Aérea Real, que fue utilizada tanto por las Fuerzas de los Estados Unidos Ejército de Aire (USAAF) y la Royal Air Force (RAF) durante la Segunda Guerra Mundial. El aeródromo se encuentra a 7 millas (11 km) al sur oeste de Norwich, Norfolk, Inglaterra y ahora es propiedad de Lotus Cars.
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The Fool On The Hill | McCartney.
FanfictionUn joven solitario que desea ser amado. Una chica inocente que sabe amar. Ambos soñadores de sus propios anhelos. Ambos un par de románticos que se han de encontrar. "El amor es el principio de todo, la razón de todo, el fin de todo." -Lacordaire. T...