The Fool On The Hill | McCartney.

16

El rugido de la tetera pone a bombear mi corazón de manera feroz y arremete cruelmente contra mis tímpanos. Pero como es un sonido realmente molesto trato de alejarme hasta que puedo sentir la puerta por detrás de mío siendo sorprendentemente fría y dura al contacto, estremeciéndome. Me siento tan pequeña y avergonzada que mis ojos danzan sobre el suelo descubriendo patrones en las figuras abstractas de la vieja madera, tratando de encontrar un significado entre todas ellas que me ayude a enfrentar la mirada perpleja del par que está ante mí esperando una respuesta.

Tonta, tonta, tonta Jody.

—¿Q-Qué fue lo qué pasó?... —Stuart ni siquiera parpadea debido a la impresión—. ¿J-Jody, qué pasó?

—Ay, por Dios. Ay, Dios mío... —Cynthia habla entre dientes, desesperada por terminar de juntar los pedazos de la taza que se le ha caído de las manos en cuanto escuchó mi confesión. Ni Stuart ni yo hemos sido capaces de ayudarle en medio de tanta incomodidad y malentendidos. —¡Jody, ya di algo!

La rubia comienza a tener un ataque en serio, golpea con fuerza al bajista en una pierna para llamar su atención desde donde se encuentra arrodillada, y luego me lanza una mirada cargada de expectación: —¡Stuart, apaga la tetera qué me vuelvo loca!

Nunca la había visto tan alterada, tan aturdida, y estoy a punto de hablar para aclarar la confusión cuando, de pronto, soy halada por la inercia generada al abrirse la puerta en la que sigo recargada cayendo abruptamente hacia atrás e impactando contra un cuerpo delgaducho cuyos brazos me envuelven en señal de protección.

—¿Qué rayos, Jod?, ¿ya te están afectando los asquerosos besos de Richard?

—G-George... —. Aturdida, estoy por responderle lo que sea...

—No. No quiero saberlo... ¿ya está listo mi té? —. Imprime en sus palabras una frialdad que parece ser exclusiva para Cynthia, pero que los demás presentes somos capaces de sentir hasta los huesos con suma incomodidad. Me gustaría saber qué ha pasado, porque es evidente que algo grave sucedió durante mi ausencia, pero no es el

—En un momento, George. —Stu es quien habla tratando de mantener la calma. —Anda, continúa en lo tuyo que ahora llevamos los aperitivos.

George nos repasa una última vez con ojos vacíos, como si sospechara algo que evidentemente no sabe, tan relajado como de costumbre, inspeccionando hasta el más mínimo detalle que le haga saber que algo va mal. No tarda mucho en rendirse, a decir verdad, así que termina yéndose por donde vino con una expresión que nos deja muy en claro lo poco que realmente le importa de lo que estábamos hablando antes de que él llegara.

—Escuchen, chicos... —decido retomar la charla una vez que estoy segura de que no hay personas externas además de nosotros que puedan inmiscuirse. —Ha sido un error lo que han escuchado porque yo nunca, jamás, jamás, he estado con nadie de esa manera. Acepto que sí, me metí en la cama con Paul, ¡pero no con esas intenciones!... Quiero decir, no ocurrió nada, simplemente tratamos de sobrevivir.

Mis amigos tardan varios segundos en comprender, pero después de lo que se siente una eternidad, parecen relajarse al escuchar aquello, se miran entre sí con un alivio exagerado y sueltan un largo suspiro de paz. Hago lo mismo una vez que percibo la tranquilidad mezclarse en el aire.

—Casi terminas con mis pobres nervios, Jody Lennon.

—Cielos, Jody, no debiste utilizar esas palabras desde un principio. Nos confundes, niña.

—Lo siento. No fue mi intención. —Les sonrío inocentemente. —Paul y yo tuvimos que dormir en la misma cama para soportar el frío... —. Me detengo y sobresalto al sentir la puerta abriste de nueva cuenta, aunque esta vez agradezco no haber estado ahí. Es una puerta muy rara, se abre hacia afuera y la fuerza con la que ha sido halada me hubiera destrozado las sentaderas contra el suelo. Menos mal me retiré a tiempo...