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Puse la música a todo volumen, viajando en bicicleta, recorriendo mi vida, esquivando obstáculos. Vaya que uno tiene depresión constante cuando es adulto. Quería ir lo más rápido, ver el atardecer, pero pensar en lo que dice Isabel me consume, me trasmite esa tristeza que ella tiene ¿A caso ella ve una realidad que yo no veo?. Es una mujer estresante...

Llegué a mi casa y dejé toda la amargura de camino a ella, hace tiempo que no veo a mis padres casi dos meses, mi madre me matará. Toqué la puerta y tardaron en abrir

- Vaya, el señor Elliot Hamilton, te dejo irte a vivir solo y ni una llamada a tu madre, tienes suerte de que te ame, entra- sonreí y la abracé, quería ser de nuevo pequeño, saber que si me iba mal mi mamá era la solución, pero ahora siendo un adulto es difícil venir llorando con tu mamá.

La casa había tenido remodelaciones, cambio el color, se veía con más luz, como si el haberme ido hubiera cambiado todo.

- Creo que a todos les sentó muy bien el que me fuera, ha cambiado bastante.

- No es eso cariño...solo

- Tú madre se deprimió todo este tiempo y tuvo que buscar algo más que hacer, incluyéndome a mi- salió mi padre de la cocina, llevaba un plato con lasaña, nunca vi a mi padre preparar algo así.

- Eso fue algo nuevo para mí, de hecho me da miedo comer lo que hiciste - sonrío y me abrazó muy fuerte, no veía a mi hermano por ninguna parte.

- ¿Donde está mi hermano? ¿A caso ya tiene novia?- dije de manera burlona, pero ellos no rieron de mi hermano, se burlaron de mí, es increíble que todos tuvieran cosas buenas por ahora y sin mi... Y yo apartado de mi familia no estaba enterado de nada.

Yo sin embargo, estaba teniendo la peor semana, la peor vida, tenía en mi mente tantos problemas,gastos que pagar, la escuela, los exámenes... Todo se va juntando y sigo sonriendo para ellos apesar de que sean más felices sin mi.

- Tus abuelos vendrán- mire a mi padre y después a mi mamá.

- No me veas a mí yo estoy en desacuerdo, pero tu padre les insistió porque tú vendrías y no habías visto a tus abuelos

- ¿ Como te sientes con eso mamá?

- Son mis...padres, no puedo cambiar eso, me comportare pero espero entiendan que deseo no hablarles.- mi padre y yo nos miramos, estaba tan emocionado de verlos, cada vez que iba a visitarlos mi mamá nunca iba, no llamaba, ni siquiera pasaba por mí y hoy está rompiendo esa promesa.

Tocaron el timbre y me levanté corriendo, me sentí como en navidad, la época donde por alguna razón olvidas todos los rencores y decide olvidarlo solo un día.

- ¡Ratita! ¿Cómo estás? Te sentó muy bien el irte a vivir solo, te ves como todo un hombre. Has hecho varias fiestas en tu casa ¿verdad? Te ves terriblemente feo.

- Cierra la boca, deja al niño en paz, debe vivir su vida como él quiera, con alcohol o sin alcohol- dijo la abuela y al mismo tiempo me abrazaba, el olor de su perfume a lavanda era tan dulce, tan fresco, su piel suave y muy bien cuidada. El saco del abuelo, muy bien planchado y su sombrero, el olor a tabaco combinado con un poco de café, amaba tanto esos olor de niño y ahora más.

- Me alegra tanto que vinieran, pasen ya está la cena- busqué a mi madre, por alguna razón tenía miedo de que esto saliera mal. Salió de la cocina con los cubiertos, poniendo la mesa, no miró en ningún momento a mis abuelos, vi a mi madre como otra persona, indiferente, fría, hasta a mí me dolía. Vi como mis abuelos se miraron y se tomaron de las manos, tratando de no llorar.

— Hola Sofi ¿Cómo estás? Tu casa está...— mi madre interrumpió a mi abuela.

— Bien, gracias ya está la comida, siéntense todos.

Todo O Nada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora