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Llegamos a una casa lujosa, grande, moderna con un auto negro afuera estacionado, unas estatuas de León muy exagerado.

— Me choca esto, pero para mí es fácil mover a un hombre a mi manera, lleva estos papeles y no hables en ningún momento ok.— asentí y bajamos del auto, salió un hombre ya mayor, pero bien conservado y su cabello algo gris lo hacían verse bien. Fumaba un puro y llevaba gafas.

— ¡Isabella¡ Mi bella y hermosa mujer, por fin te vuelvo a ver. Mis ojos podrán drogarse con tu belleza — Isabel sonrío a manera de fastidio yo solo preste a tención.

— ¿ Cómo está señor? Mi padre me dijo que me necesitaba. Ahora que deseo quiere que le cumpla.

—  Primero un abrazo Isabella, no te he visto en mucho tiempo — le besó la mano y la jaló hacia el, Isabel estaba incómoda pero el señor descarado puso su mano casi al tope de su trasero, movía tan voraz su mano, su mente pervertida podía leerla.

— Bueno ahora pasemos, vamos Elliot acércate

— ¿Y el quién es? — me miró con indiferencia y trate de evadirlo.

— Mi mano derecha, ahora trabaja conmigo. — caminamos y el señor Benjamín mantenia a Isabel muy unida a él.

— Quiero un espacio romántico, un lugar donde pueda traer mujeres hermosas y se sientan cómodas, donde pueda sentirlas cerca de mí ¿Entiendes?.

— Perfectamente, tengo justo lo que usted quiere ¿en cuanto tiempo quiere que esté listo?

— Lo quiero listo para cuando tú vengas — comenzó a reírse, ninguno de los dos le tomó gracia eso

— Es broma, es broma no sé preciosa, tú decide. Mientras te tenga cerca y checadita de cómo lo haces estaré feliz.— sonó tan pervertido pero ella no hacía nada. Sólo sonreía y dibujaba en la mesa.

— No se preocupe señor yo estaré aquí hasta que acabé la obra. Miré esta es mi idea— le enseñó el plano, el aplaudió exageradamente, riendo y abrazándola.

— ¡Magnifica Isabella! Tu siempre sabes lo que quiero.

— Gracias señor ese es mi trabajo, tenemos que irnos para planear esto y comenzar mañana el trabajo. Que tenga una linda tarde.— Isabel giró pero este la tomó de la mano y le dijo algo al oído.

— Vete adelantando Elliot, en un momento voy. Le dices a Carlos — tenía una mirada de vergüenza, de resignación. Quise jalarla y decirle que nos fuéramos pero ya se había ido con ese tipos otro lado.

Salí furioso y Carlos se me quedó mirando

— ¿ Qué pasa joven Elliot? ¿Y la señorita Isabel?

— Me dijo que tardaría un poco que venía en un rato.

— Oh...siempre es lo mismo con este cliente— miró el reloj.

—¿ Cómo que lo mismo Carlos? A qué te refieres — me miró con tristeza.

— Pues... La señorita hace todo para complacer a su padre, si pierde este cliente es como perder el poco cariño que le tiene él... La verdad no sé que hagan pero siempre que sale...— se calló y vimos a Isabel, se estaba arreglando, acomodando el vestido... Ahora entiendo lo que me decía Carlos, Isabel me miró pero no dijo nada. Sólo entro al auto.

— Vamos Carlos, llévanos a su casa debemos dejarlo.

No habló en todo el camino y yo tampoco estaba en shock, nunca había sentido tanta nostalgia en mi vida.

— Llegamos, puedes bajarte. Te veo mañana— la tomé de la mano.

— Ven...— me miró sorprendida, no dijo nada es hizo que se fuera Carlos, subimos a mi departamento y no dijimos nada los dos.

Todo O Nada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora