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Llegamos a la escuela, no dejaba de temblar pero ella me hacía bromas para distraerme y eso ayudó un poco. Aún la notaba tensa, distraída, con dolor.

— Vete al salón
— ¿No irás?
— Tengo que arreglar un asunto, anda vete ya.

No dijo más y estuvo a fuera, el profesor no llegó por fortuna pues Isabel no entró a clases.

— ¡Fue a tu casa! — gritó Fernando

— Cállate idiota, puede escuchar mi novia.

— ¿Qué fue hacer a tu casa?
En la fiesta estaba distraída pero iba muy arreglada, me dijo que saldría con alguien muy importante pero no regresó.

— Intenté averiguarlo pero no me dijo nada, es algo extraña esa chica.

Se acercaron a nosotros Sebastián y Esteban.

—Chicos, ya vieron a Isabel creo está molesta con alguien— dijo Sebastián señalando a Isabel debajo de un árbol.

Todos la miramos, estaba hablando con alguien por teléfono pero no era de su agrado, agitaba las manos enojada enfatizando lo que quería decir, gritaba y la mayoría la veíamos desconcertados., Estuvo por terminar su llamada y furiosa lanzó su teléfono estrellandolo en el árbol, todos la miramos, el patio estaba en silencio, la cafetería, todos se quedaron impresionados, algunos con la sensación de ir a ayudarla pero nadie con el suficiente valor de hacerlo.

— Deberíamos ir...

— Estás loco Elliot, imagina que tú cabeza es el teléfono, bueno esa es tu respuesta.

— No seas cobarde Fernando, tú vives con ella. Ayudala tal vez esta estresada y necesita a alguien que la conozca.

— Viejo apenas si me habla en la casa, soy alguien invisible para ella y vaya que duele su indiferencia, no pienso acercarme. La vez que entré a su cuarto no pude dormir en 3 días.

Nadie quiso acercarse, la dejamos sola con su dolor, todos se fueron pero yo me quedé mirándola. Sacó un cigarro y lo encendió...uno, dos,tres, cuatro,cinco... Se acabaron los cigarros. Me arriesgué y me acerqué a ella.

— Isabel...— me miró con amargura, no comprendo como logra aguantar tantas emociones y no llorar, yo estuve llorando en cada examen que tuve de cada materia y fue vergonzoso. Después de unos segundos me sonrió

— Ahora no Elliot, ve a otro lado

— No, no me iré. Vamos Isabel, somos ami...— me tomó de la mano.

— No me hagas esto Elliot, sé que acepte ser tu amiga y lo aborrezco en estos momentos, me estás irritando pero por favor. No todos queremos que nuestro dolor sea hablado, déjame sufrir un rato a solas por favor, en dos minutos estaré perfecta. — no dije más y la dejé sola, fue obligado porque pude quedarme con ella.

Entramos a clases,Isabel estaba en la puerta con un chico, se quedaron viendo un rato y ella se despidió besándolo. Isabel comenzó a ganarse la atención de todos en tan pocos días. Entró sonriendo, siendo la Isabel de siempre, llamativa, espontánea.

— No me vean así, necesito algo que me quite el estrés y el fue un blanco perfecto.

— Vaya que tenías un estrés inmenso, ahora no tienes teléfono.

— Tengo dinero suficiente para comprarme otro Fer.— Isabel me miró, buscaba una respuesta, quería que hablara conmigo, pero Raquel llegó y ella se alejó sin decirme nada.

— Vamos amor, no hemos salido, ya no me has invitado a salir y quiero salir.

— Raquel ya te dije que no puedo, tengo que trabajar debo pagar algunas cosas y como soy alguien sin experiencia no puedo faltar ningún día.

— Me hubiera conseguido un novio que si me valore y me de lo que yo quiero.

— Que tus padres te hicieron caprichosa es otra cosa, nadie quiere a una chica así y yo estoy contigo... Ni si quiera sé porque estoy contigo.— me miró furiosa y se fue, no supe que había pasado, me sentí terrible pero bien por decir lo que pienso por una vez en mi vida, aunque eso costó mi relación.

Me quedé solo en el salón, furioso, susurrando groserías, hablando solo, de pronto alguien tocó mi hombro.

Era ella, siempre aparece en el momento menos inesperado.

— ¿Que sucedió? Estaban tan bien.

— Tú tuviste la culpa

— ¿YO? Vaya estás tomando actitudes parecidas a las mías, vamos Elliot no me hagas alejarme de ti o cambiarme de salón.

— Es que no me dices nada Isabel, somos amigos, los amigos se dicen las cosas como son, se confian todo y tú no lo haces..

— Apenas  te conozco Elliot no puedo entregarte mis secretos en un baúl como regalo, eres un fastidio

— Pues tú también lo eres y mucho...— sonrío y no sabía si se burlaba de mi.

— Vamos toma tus cosas te llevo a tu casa y luego te ayudaré a reconciliarte.

— Iré al trabajo pero gracias.

— Aún así te llevo y quita esa cara de estúpido, no te queda.— tomé mis cosas y salí sin decirle nada, estaba estresado igual que ella, tenía problemas y lo peor es que estaba apunto de llorar.

Me miró, era fácil para ella saber que tenía problemas, me detuvo y me abrazó y solo me dijo, todo estará bien. Y nos fuimos.

No dejé de pensar en Isabel, quiero ser su amigo, necesito serlo hay algo en mi que lo desea mucho. Siempre tuve amigos hombres y el que llegue ahora una mujer, es simplemente sensacional.

Vibró algo en mi... ¿En serio Elliot? Si así se mueve, vaya que le gustará a Raquel... Me reí y saqué mi teléfono golpeandome la frente

— ¿Hola?

— Elliot pero qué hermoso detalle... No sabía que está era la razón por la cual no quisiste salir conmigo eres un amor... — estaba confundido pero quise esperarme antes de arruinar todo.

— Me alegro que te haya gustado pero  me gustaría ver lo que te regalé

— ¡Claro amor! Ahora mismo lo mando — abrí los mensajes y vi la foto, un vestido... Un vestido rojo, hermoso, y unos tacones y un ramo enorme de rosas con un oso a su lado.

— Me alegro que te guste, es con mucho... Tengo que volver al trabajo nena

— Oh sí... Trabaja duro amor, me encantan estos regalos. — colgué y de inmediato me llegó un mensaje al teléfono.
Decía... De nada. Era Isabel, fue ella la que hizo ese regalo pero ¿cómo hizo esto?Ni siquiera tiene mi número, ni la dirección de Raquel.

La cabeza me quería estallar, quería escapar y ahogarme pero antes debía saber lo que hizo Isabel. La invité a mi casa.

Todo O Nada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora