capitulo 11

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Estuve buscando frenéticamente a Milo por todo el edificio junto con Zack y Lydia, pero nada, parecía que se lo había comido la tierra. Se habría marchado a casa? No puede ser, su madre estaba todavía aquí. Me dirigí hacia el pequeño jardín cansada y con sorpresa vi a un chico de pelo marrón cabizbajo sentado en un banco enfrente de un pequeño lago donde anteriormente habían habitado unos gansos, pero tuvieron que quitarlo ya que la gansa al poner huevos, se había vuelto muy agresiva.

Un momento, ese era Milo!

Me acerque corriendo hacia el banco con creciente emoción, pero a medida que me acercaba pude notar su cara de tristeza y preocupación asique moderé el paso. Me detuve cerca de él y lentamente y en silencio me senté a su lado. Milo notó mi presencia.

—Melissa —me pregunto sin apartar la vista del suelo— que estoy haciendo mal?

Le miré sin comprender.

—Tu? Nada, tu no hiciste nada Milo. Fue un terrible incidente nada mas.

—Si, un terrible incidente originada por la Ley de Murphy —dijo apenado— y yo soy el responsable.

—No, tu no eres el responsable. No te eches la culpa a ti mismo. Naciste con esa maldición por casualidad

—Pero sus consecuencias son mi responsabilidad —dijo en tono serio— Sabes Melissa, aveces pienso que  estaría bien no tener la Ley de Murphy. Todo sería más sencillo.

—No, no digas eso Milo —respondi asustada— a ti te encanta la Ley de Murphy. Solo fue un problema que no has podido solucionar.

—Lo sé Melissa, pero he echo daño a la persona que más quiero. No querrá perdonarme.

Sentí como una punzada en el corazón. La persona que más quería?
Cerré los ojos con fuerza para intentar contenerme.

—Si Amanda te quisiera de verdad te perdonaria. No era más que un vestido —dije mirando al vacío. Me arrepentí al momento.

Milo giró su cabeza bruscamente y me miró sorprendido.

—Lo siento yo...—me apresure a decir— no quise decir eso.

—No pasa nada. En realidad, tienes razón —dijo Milo con una pequeña sonrisa—  Sabes? Siempre creí que Amanda era una chica genial e interesante. Pero ahora... —suspiró— ahora no sé qué pensar.

—Las personas no son siempre lo que parecen. Pueden cambiar su personalidad —sonrei brevemente— o sus sentimientos...

Milo me miró fijamente y sonrió.

—Gracias Meli. Siempre puedo contar contigo, y gracias también por defenderme de ese besugo —dijo divertido—.

Solté una gran caracajada y acabamos los dos riendo. Otra vez sentí esa sensación de tranquilidad, como si todo de repente estuviera bien, en su orden.

—Es lo que hacen los amigos —dije guiñando un ojo—.

—Muy buenos amigos — dijo Milo con una gran sonrisa.

No note lo cerca que estabamos y al parecer el también lo noto. Tragué saliva, nerviosa y sin saber que hacia me acerque más a el y el también hizo lo mismo. Estábamos a pocos centímetros el uno del otro. Podíamos sentir nuestra respiración y nuestro corazón palpitar muy rápido. El tiempo se detuvo y el jardín completo se esfumó. Iba a ocurrir lo impensable, lo imposible. No podía creerlo.

—Ejem...—carraspeó Milo y se separó. Miró hacia otro lado un poco cohibido. Noté como la cara me quemaba y yo también hice lo mismo. Estuvimos unos segundos en un silencio incómodo. Hasta que Milo lo cortó

—Creo... —dijo Milo levantandose del banco— creo que deberíamos volver. Estarán preocupados.

Asentí sin decir una palabra y fuimos al edificio donde todavía había un tumulto de gente comiendo, charlando y bailando al son de la música.

—Estais aquí! —grito Lydia al vernos— donde os habías metido?

—Estabamos preocupados —dijo Zack acercándose— Que estabais haciendo?

—Nada! No estábamos haciendo nada —intenté disimular— tú estabas haciendo algo?

—No, nada de nada. Yo no estaba haciendo nada. Todo está en orden jeje —rió Milo nervioso—.

—Os pasa algo, estáis muy raros —dijo Lydia con aires de detective—.

—Dejadme adivinar, visteis a un ornitorrinco con sombrero atacando a un científico malvado? —pregunto Zack. Nos miramos incrédulos — porque eso sería muy raro.

—Que te fumaste? —pregunto Lydia con una ceja levantada—

—Digamos que estoy enganchado a una serie de television —se encogió de hombros—.

La charla se cortó al oír la voz de la Sr. Murphy por el megáfono.

—Chicos y Chicas, ha llegado la esperada hora de comer la legendaria tarta de pistachos! Este año lo ha preparado la cocinera Amy, la madre de Lydia. Un aplauso para ella!

Todos los presentes aplaudimos en honor a la pobre mujer que seguramente se pasó horas en la cocina para hacer una tarta de 5 pisos.

—Esa es mi madre! —grito orgullosa Lydia.

—Ahora partiremos la tarta. Nadie se quedara sin probar bocado. Quien se ofrece cortarla?

—Yo, yo! —gritó Zack. La Sr. Murphy le tendió un cuchillo y empezó a cortarla. Después otros chicos llevaron platos y tenedores de plástico. Algunos miraban a la tarta con recelo, pero los tranquilizaban confirmándoles de que no era de pistacho, solo tenía la cubierta color verde para que lo pareciera.

—Me acaban de anunciar —grito la Sr. Murphy por el megafono—  que un anónimo propuso un divertido  reto. Darle de comer a la persona que tengas a tu derecha. Así se va caldeando un poco el ambiente —guiño un ojo. Todos nos reímos y gritamos "Uuuuh".

Zack empezó a darle de comer a Lydia pero a esta le dio un ataque de risa y casi lo escupe todo (yo en la vida :'v) Zack se empezó a reír de su amiga y se olvidaron de la tarta.

Miré a Milo un poco incómoda pero el me sonrió. Cogí confianza e intente darle de comer con éxito. Después el intento hacer lo mismo conmigo pero el trozo de tarta resbaló del tenedor y cayó en mi vestido. Milo me miro asustado pero solté una carcajada y me empeze a reír muy fuerte. El se contagió y se rió tambien.

Cogí una servilleta y me limpié. Afortunadamente la mancha salio. Milo suspiró aliviado y yo le miré divertida.

—Menudo día que llevas —dije entre risas—.

—Completito, ya te digo.

Bailamos unas cuantas piezas más, bastante movidas. La fiesta termino a las 11:00 pm y volvimos a casa. La madre de Zack recogió a su hijo y Lydia, que vivía en el mismo sitio que el. Nosotros, que éramos prácticamente vecinos, nos pusimos en marcha.

Al llegar a mi casa, nos detuvimos en la puerta.

—Bueno...—No sabía que decir—

—Ha sido una fiesta increíble. Y más contigo a mi lado Meli. Gracias por todo —dijo cogiéndome de las manos.

Le di una cálida sonrisa.

—No, gracias a ti. Fuiste tú quien me convenció para que viniera.

Caímos en un silencio incómodo, recordando lo que pasó en el banco del jardín. Reze para que no lo mencionara.

—Me tengo que ir ya, mi madre creo que ya llegó a casa —dijo muy tranquilo— Nos vemos mañana?

—Milo mañana es domingo —dije confundida— vas al cine con Amanda.

Milo miro a las estrellas pensativo. Después me miro y se encogió de hombros.

—Creo que debo de hacer un cambio de horario —me guiño el ojo y nos empezamos a reír. Una de las mejores fiestas que he tenido. Sin duda.




























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