Parece que la herida se está curando. Pero aún sigue escociendo.
Todavía no siento nada, y esto empieza a desquiciarme.
Sigo sin tener ganas de dormir.
Tampoco parpadeo.
Ni tengo hambre.
Solo tengo sed.
Mi garganta me quema, como si algún degenerado me pegara un mechero encendido al cuello.
Pero por más que bebo agua, no consigo saciarlo, en verdad, el agua no hace ningún cambio.
Mi garganta arde.
Así que decido salir de casa, a despejarme, aunque esté sola, sin nadie, únicamente yo, mi sed y mis pensamientos.
Salgo en chandal, total, no hay nadie en un radio de 20 kilómetros. Y en cierto modo, lo agradezco.
Es invierno, y se supone que debería estar congelada. Pero no. Sigo sin notar el frío, sigo sin notar el helado viento golpeando mi cara.
En ocasiones como estas, lo único que hago, o al menos hacía, es llorar, pero es raro, no me salen las lágrimas, y tampoco la pena me invade.
Me agobio, pero tampoco. Tampoco me agobio.
No hago nada.
Y me frustaría si fuese posible.
Pero tampoco.
Esto es asqueroso.
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Diario ensangrentado.
Ficção AdolescenteQuerido diario, hoy, no he podido soportarlo. Le he mordido. Me siento viva. Más viva que nunca. Hoy, querido diario, me he convertido en una asesina, en lo que soy, en un vampiro.