Capitulo II. De aliento frío.

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The day, we met frozen I held my breath. –Christina Perry-

  -Sabes… pensé mucho las cosas anoche y de verdad, no he podido dormir.- Nicolas no creía que estaba a punto de dejar el orgullo a un lado- Quisiera… oh!! Vamos, deja de reír niña!! Escúchame!!-Los ojos de Catherine se abrieron e iluminaron por el Sol. -Vamos, vamos. Quería pedirte una disculpa. Se que no es el mejor momento y no creí encontrarte aquí, pero lo hice y espero la aceptes-

La mano de Catherine se extendió en torno a él.

-Catherine Fellon- Eso marcaba un nuevo comienzo. Nicolas sonrió con esos dientes blancos y su sonrisa enormemente curveada un poco ladeada.

-Nicolas Camilleri- Encontró su mano con la de Catt y sintió como electricidad por todo su cuerpo.  

Detrás de ellos en un árbol frondoso y con ramas caídas, Michel esperaba a Catherine. 

Michel no sabía que pasaba a unos metros de él. Solo, contemplaba a una ardilla juguetona que brincaba de rama en rama, con una nuez en el hocico. Su cola esponjada se perdía entre el follaje que hacía contraste con el gris azulado de su cuerpo. 

¡Qué ardilla! se caerá de esa rama que esta suelta

De pronto, los aspersores del césped se encendieron y todos salieron corriendo. Nicolas, Catherine y Michel que estaban cerca, han quedado empapados y con los cabellos relamidos en la frente, con el vestuario pegado al cuerpo y enlodados de los zapatos hasta las pantorrillas.

Michel volteó la cabeza y vio a Catherine riendo a lado de Nicolas, en. En cuanto su abuela gritó su nombre, salió disparado, haciendo muecas y gruñendo a Nicolas que estaba distraído enseñando una flor silvestre a Catherine.

Nicolas y Catherine se acercaron a un aspersor levantaron los pies y se enjuagaron. Catt, se exprimió el cabello y se dejó caer sobre un mantel que Marie le dio a Nicolas. Se recostaron y comenzaron a ver nubes.

-Esa tiene forma de metralleta-

-¡Wow! ¿Qué?!- Nicolas giró la cabeza rápidamente hacia ella.

-Esa parece un conejo, con una lanza en la mano. ¿Ves sus orejas?-

La cara de extrañeza de él no se borraba y ella seguía con la mirada clavada en el cielo.

-Ahí hay un tanque y por este lado, creo que vi un perro con picos en el cuello-

-¿En serio ves eso?- Habla extrañado- Es muy raro lo que dices.-

-Estoy jugando…Solo veo un montón de cosas esponjosas asimétricas  Sin ton, ni son; caminando más rápido de lo que creí-

 De pronto, sale de la nada Michel con un pastelillo en cada mano y se acerca hacia ellos. Con su melena más seca y moviéndose hacia un lado con el viento y subiendo un pequeño montículo de tierra que ahora hacía que se viese como Dios, que ha bajado del cielo y se ilumina por detrás con la perfección del Sol.

-Catt- Estira la mano con el pastel con cobertura rosa y una cereza en el punto más alto y estira esa misma mano hacia Catherine con el motivo de levantarla.-Vamos, es hora de comer. Mi abuela ha traído unos emparedados de carne sabrosos. A decir verdad, los hizo porque yo se los pedí. Uno tuyo y uno mío.- La levanta de un tirón y ella se tambalea, perdiendo un zapato-

-Gracias Mich. Esteee…- Se estampa contra su pecho de hierro. ¡Caray! sentir un pecho así, escupido a profundidad no sería cosa fácil de no notar.- Solo tengo que ah…ah…-Se inclina a recoger su zapato y lo mete en su pie de forma que entre a presión. -Adiós, Nicolas-

Michel tira del brazo de Catherine y la abraza completamente  para que no voltee más.

-¿Dónde se han metido?- Dice la abuela Rosy -Calentamos un poco sus emparedados. Espero que no este duro el pan- Da la vuelta y coge una cesta rellena de muffins de mora azul que ha preparado ella y toma unos cinco, que coloca en un plato desechable.-Amelia, estos son para llevar. Le das uno  a tu hija y tu yerno- 

-Gracias Ross, los guardaré. Toma…- Saca de su cesta un emparedado más.-Los he preparado para los chicos y me ha sobrado uno especial, te lo comerás hoy en la cena. ¿Si?-

-Quieres más lechuga Catt?-  

Entonces, Catherine recordó las hojas de la flor silvestre que Nicolas le había enseñado y que ella conservaba en el bolsillo derecho de su pantalón. Aplastada ya, pero iba a parar a algún libro como separador y como recuerdo de aquella tarde donde, sin resentimientos, dos almas se contemplaron bajo el agua y entre risas se conocieron.

Morir en Otoño.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora