Tercera parte

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CAPITULO 11.

"Nunca retes a la muerte" rezaba la dedicatoria. Me recorrió un escalofrío.

Pasé la página.

Todo estaba escrito a mano y con letra cursiva, muy difícil de entender. Era bastante viejo.

"Entendemos que el ángel de la muerte es el encargado de guiar a las almas a la siguiente etapa espiritual. Sin embargo, nadie nos cuenta que es lo que veremos en el más allá, muchas dudas nos vienen a la mente cuando pensamos en la muerte, siendo la principal: ¿Qué hay después de la muerte?"

Deje de leer un momento y pensé "esto parece más un libro de investigación que uno de mitos y leyendas". Continúe.

"Existe una gran diversidad de dimensiones interconectadas entre sí, pero tan sólo mencionare tres de ellas:

La primera es nuestra dimensión, en la que habitan los vivos.

La segunda es el dichoso más allá.

Y la tercera es el limbo.

Cabe mencionar que en cada dimensión se encuentran diferentes tipos de almas."

Cambie de página una y otra vez hasta llegar a la parte del limbo, el tema que más me llamaba la atención.

"El limbo es el lugar neutro, en el habitan las almas estancadas, las almas cobardes que no quisieron aceptar su destino. Hay dos formas de acabar en este lugar, negándote a seguir tu camino al más allá o negándote a seguir tu camino como vivo, es decir, quitándote la vida. Estas almas acaban con un destino peor del que imaginaban, en el limbo no pasa el tiempo, no se puede interactuar con nada ni con nadie, estas solo, y es imposible encontrar La Paz y el descanso eterno. Es posible que las almas dentro de él vean el limbo como era su hogar antes de morir, pero no serían capaces de sentirse como en un hogar. Estos espectros con el tiempo se vuelven despiadados, crueles, fríos y poderosos, lo que vuelve peor la estadía en el limbo de un alma nueva, lo único capaz de controlarlos es el ángel de la muerte."

Bostecé y me tallé los ojos, sabía que cuando leía debía utilizar mis lentes, pero es que los odiaba tanto.

Me preguntaba si realmente todo esto era cierto y si así era, como era que alguien podía haberlo escrito con tanta exactitud, decidí no confiar. Cerré el libro, lo coloqué en mi buró y me dispuse a dormir.

CAPITULO 12.

Me desperté alarmada. ¡¿Cómo explicaría mi repentina mejora?!

Me levanté casi saltando de la cama, y corrí a la habitación de mis padres, abrí nuestro botiquín y saqué todas las vendas que había, y me las empecé a poner en la pierna izquierda, un segundo, mi quemadura había sido en la derecha, repetí el proceso esta vez en la pierna correcta, luego encendí mi lap top y busque el tratamiento de una quemadura de tercer grado. Tenía que encontrar una buena excusa.

El timbre sonó.

Abrí la puerta, tratando de parecer adolorida.

―Hola Cam, hola Peter, ¿Cómo supieron que estaba aquí?

―Soy vidente.

― ¿Tu caja de bromas nunca está vacía cierto?

―Casi nunca― Respondió Cam.

―Amby, ¿Ya te curaste?

―Sí, Amby ¿te curaste? ― repitió Cam fulminando me con la mirada. Sospechaba algo.

―No mucho― dije fingiendo una media sonrisa.

Me hice a un lado con fingida dificultad para que entraran.

Los 100 dias de mi muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora