Estaba perdido.
Gracias a un imprevisto atraso por mis padres, había llegado tarde a mi nueva escuela, y no solo eso; me había perdido tratando de encontrar el gimnasio escolar.
¿Cómo no podía encontrar un edificio tan grande como un gimnasio? Ridículo.
O ridículo me veía yo buscando a alguien que me ayudase, pero todos estaban en el acto de bienvenida.
¿Donde? En el maldito gimnasio.
Al cabo de unos minutos más de búsqueda, me rendí. Encontré en cambio el comedor, que era enorme, y ahora solo lo ocupaba yo. Me senté en una mesa esquinera.
El estudiante perdido de nuevo ingreso. Patético.
Lo más triste de esta historia es que me habían indicado el camino en la entrada, pero cuando me di cuenta que estaba perdido, no supe ni como volver a la entrada del instituto.
Llamé a mi mamá y con estrés le conté que estaba perdido, ella con su no tan amable tono me dijo que estaba ocupada y que yo era lo suficientemente grande como para resolver mis propios problemas.
Lo bellas que son las madres.
En ese instante un horrible timbre que asemejaba el sonido de una vaca teniendo una cesárea sin anestesia cortó el tranquilo silencio. Y de pronto el viejo silencio se llenó de un coro de zapatos marchando.
Al fin había terminado el acto de bienvenida, y ya podría ir a mi primer clase.
Una vez que todos los estudiantes estuvieran en los pasillos, le pregunté a una muchacha donde podría encontrar mi horario. Ella amablemente me llevó hasta la oficina del Director, donde un rótulo enorme decía: Horarios lectivos aquí.
Le agradecí a mi salvadora y ella se fue, dejándome solo contra el mundo. La puerta de la oficina estaba cerrada, y cuando iba llamar a la puerta, esta se abrió. Dejándome a escasos centímetros del motociclista que me había robado el corazón (Y mi batido) ayer.
—Y que no se repita, señor Asher— exclamó fuertemente quién parecía ser el director. El motociclista al verme, levantó sus cejas, saludándome, para luego seguir caminando.
Estamos en el mismo instituto.
Era la hora del almuerzo, y ya había tenido una cansada clase de matemáticas, buena forma de empezar el día. Sarcasmo.
Lo que me asustaba ahora era el comedor, y saber que iba a pasar solo mucho tiempo.
Me encaminé a por mi almuerzo, y aunque nada se veía apetecible, pedí bastante comida porque tenía mucha hambre.
Me senté en la misma mesa esquinera en la que había llamado a mi madre hace algunas horas. Definitivamente esta mesa sería mi mesa.
Comencé a analizar a todas las personas, aunque sinceramente estaba buscando al "Señor Asher".
Todo era muy típico, estaban los "populares" o los que creían que lo eran, solo por ser atractivos. Los nerds, si es que alguien aún llama así a la gente que tiene afición por cosas distintas. Los antisociales, los emos, etc.
Pero en ninguna mesa estaba el motociclista.
Al final del día seguía igual de solo que al inicio, así que decidí caminar sin ninguna dirección, que el viento me guiara.
Ya no tenía más clases, pero debía esperar una hora a mis padres. Aunque no era el único estudiante recorriendo los pasillos, así me sentía.
Llegué a un edificio que no conocía, sus puertas estaban cerradas, pero me bastó para darme cuenta que este era el gimnasio escolar.
Abrí las puertas, y rápidamente me arrepentí de haberlo echo. Una bola de fútbol americano me golpeó directamente al estómago justo en el minuto en que cerraba las puertas.
—¡Oh por Dios!— gritó alguien, una mujer. Caí al suelo con dolor, no podía respirar y mis ojos ya habían comenzado a gotear.
—Acuéstate—, me dijo una voz grave y estricta. No dudé en hacerlo; las lágrimas en los ojos no me dejaban ver el grupo de personas que se reunían a mi lado para observar el accidente.
—Duele— logré susurrar.
—¡Lo lamento!— exclamó riendo alguien, mientras más risas emergían de fondo.
—Ven, te llevaré a enfermería—, dijo la misma voz estricta.
—Cigarette, ¿qué haces? Te necesitamos en el juego—, gritó una voz fuerte.
—Y él ocupa revivir, jueguen sin mi—, dijo él. Mi visión aún estaba nublada, y no podía ver bien a mi salvador, pero aún así logré agradecerle; puso mi brazo por encima de sus hombros (muy musculosos), y con poco esfuerzo, me levantó. El dolor comenzaba a ser insoportable.
Ya estábamos cerca de la enfermería (según Cigarette), cuando con un movimiento brusco, me alzó como una princesa en apuros. Mis piernas en un brazo y mi cuerpo en el otro.
Dios, era tan fuerte.
Mi visión ahora se aclaraba y podía distinguir un poco donde estábamos. No quise mirar a mi salvador a la cara, ya que estaba haciendo demasiado por mi.
—Ya estamos aquí—, susurró.
—Gracias—, logré decir débilmente.
—Claro, siempre y cuando la próxima vez si andes un encendedor contigo— dijo él, refiriéndose a nuestro encuentro del día anterior.
Cigarette era el "Señor Asher", oh por Dios.

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Mr. Cigarette
RomansaAlto, musculoso, blanco, de cabello largo, ojos grises y tristes, un tanto despreocupado, vestía de negro, con chaqueta de cuero, andaba en motocicleta y siempre colgaba un cigarrillo de su boca. Todos querían ser cómo el, todos querían relacionars...