El chino del café

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La mañana había transcurrido de lo más normal, el fresco aire primaveral llenaba cada rincón de una moderna y agetreada ciudad, donde las personas ya habían iniciado sus labores rutinarias. Podíamos ver como los alumnos se encaminaban en pequeños grupos de amigos, charlando acerca de sus agradables días de vacaciones invernales, algunos hasta hacían bromas acerca de lo poco alegres que se econtraban de volver a su aburridas clases o lo poco emocionados de encontrarse con algún maestro desagradable.
Todas esa vanalidades pasaban a ser algo sin importancia para nuestro amigo de tes morena, quien caminaba por la acera comiendo un delicioso pan de chocolate y un café caliente; pudo haberse quedado en la cafetería tranquilo para poder desayunar sin problema, pero era su primer día en su nueva universidad, no quería perder tiempo necesario para poder encontrar todos su salones, ya que sabía que la universidad y su campús era un tanto grande y podría perderse con facilidad. Nuestro latino había llegado a Sanfransokyo hacía ya una semana desde su pueblo natal, Santa Cecilia; luego de su trabajo duro estudiando inglés e informándose adecuadamente para poder estudiar en el extrajero, había encontrado becas para estudiar en una universidad perstigiosa en Sanfransokyo, algo que le había llenado de mucha emoción, puesto que era de una de sus primeras opciones. Así que gracias a todo su esfuerzo pudo lograr ser aceptado en la facultad de música, siendo así su segunda carrera a cursar, ya que en México había sido aceptado en la facultad de música en la carrera de compositor, la cual logró titularse de manera excepcional.
Al terminar su panecillo sacó un pequeño papel, lo desdobló dejando ver los horarios respectivos de sus materias, con un pequeño cuadro al lado indicando el numero y edificio de cada salón; a la vuelta estaba un pequeño mapa de todos los edificios de su campus, el cual había conseguido en sus primeros días al llegar a la universidad, un gran detalle por parte de la admistración ya que al ser extranjero y llegar a un campus realmente grande, sería demasiado fácil perderse. Se encontraba nervioso, ansioso, ilusionado y hasta impaciente por saber como serían sus clases, sus maestros, sus compañeros y si sería aceptado. En repetidos momentos miraba hacia el camino para no tropezar con algún transeúnte o, más ridículamente, con un poste de luz; no deseaba llegar a su primera clase con algún moretón y tener que contrar una ridícula historia, era mucho mejor dejar una muy buena impresión.
Cruzó una larga avenida para así entrar a la universidad, se detuvo en la entrada mirando realmente asombrado de tan imponentes edificios que sobresalían por los árboles, los cuales eran de un hermoso color rosa; él ya había ido al campus la semana anterior, aun así no dejaba de ser una vista impresionante, totalmente distinto a la universidad en México, de la cual se graduó de su primera carrera; en efecto, nuestro latino era un genio de la música e iba por su segunda carrera a curzar.

Estaba tan concentrado en su horario que no pudo notar como Hiro se acercaba a el a paso un tanto rápido, tan sumido en sus pensamientos; solo pudo sentir como ambos se impactaban, como le caía el café tibio en su chaqueta, su guitarra se estrellaba contra el suelo, causando que la madera se rompiera un poco. Volteó a ver su chaqueta empapada de café, un suspiro pesado se escapó de sus labios, sabía que su mañana era demasiado perfecta, algo tendría que pasar para impedirle llegar a su clase de forma reluciente. -demasiado bueno para ser verdad- Susurró resignado, para luego ponerse de pie, esbozó una ligera sonrisa, al final de cuentas el sabía que por su culpa el joven asiático había chocado con el.

Pudo notar como un grupo de muchachos tenían reproduciendo música de Radiohead, un tanto melancólico y triste para ser su primer día, pero quien los juzga, Radiohead es uno de los grupos que a Miguel también le gustaba; pero en ese preciso momento y como si fuera una mala jugada del destino, estaba justamente Creep.
(Recomiendo escuchar y leer la letra de la canción)

Entre sus palabras se escapaba una risa nerviosa, -Yo lo lamento, estaba algo distraído y creo que no te vi-, Miguel acercó su mano al asiático para ayudarle a levantar, el cual correspondió sin decir palabra alguna. Pudo notar que el joven asiático tenía una piel hermosamente pálida, unos ojos razgados y oscuros, cabello negro como la noche y rebelde e indomable; realmente había sentido la necesidad por desacomodarlo, o de darle un abrazo. -algo en el es familiar para mi, pero no se que es- pensaba repetidas veces, sentía que su corazón se había acelerado de una forma inusual y no era para menos; al igual que el asiático, bajó su mirada para notar que ambos mantenían sus manos juntas lo que causó un escalofrío recorrer su espina dorsal, pero se interrumpió ya que Hiro había deshecho el agarre de una forma un tanto brusca. Alcanzó a escuhar la voz del Hamada y desde ahí se perdió por completo, su voz grave le llevó a otros universos, le hizo volver a sentir un escalofrío que no lograba entender porque un simple joven le había hecho sentir así. No escuchó las palabras del joven asiático solo su hermoso tono, pero intentó bajar de las nubes en el momento que pudo notar el ceño fruncido y los movimientos corporales algo bruscos, fue cuando concluyó que le estaba gritando; era una "pelea" un tanto familiar, debía decir algo, ¿pero qué debía hacer?, ¿gritarle?, ¿disculparse?. ¿seguir ignorándolo?; optó por seguir disculpándose, aunque de sus labios no salió ninguna disculpa; -oye, yo a ti te conozco....?- una pregunta que formuló sin siguiera pensar, para luego llevar sus manos a su boca como si intentara evitar que eso volviera a repetirse. Ambos continuaban con ese momento, balbuceándo, incomodándose más, hasta que Miguel notó que Hiro levantaba su horario del suelo, el cual se encontraba húmedo por el café, -mierda, y justo en mi primer día-, pensó el latino, sabía que era probable que almenos alguna clase no se vería bien en el horario y lo perdería; tomó el papel y notó que el asiático se retiró sin mencionar absolutamernte nada. -pero, no me dijo nada, de verdad la regué... chale- se retiró la chaqueta, la amarró a su cadera y tomó sus cosas, y revisó su horario, no estaban tan borrosas las palabras, así que podía distinguir las materias y el número del salón.

Boleros de Soledad (Higuel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora