Demonios de la noche

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*No olviden leer la sección del escritor~

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Pasaban de las diez de la noche cuando el café estaba despidiendo a su último cliente del día; los empleados se dedicaban a recoger y limpiar todo para así poder partir a sus casas, así como la señorita Cass que ayudaba a acomodar algunas mesas y revisar la mercancía en la nevera para el día siguiente. Luego de aquella tarde un tanto incomoda, Miguel se mantuvo un tanto distraído divagando entre ideas e ideas, algunas (o la gran mayoría) se trataban de Hiro, sus heridas y algunos otros eventos entre ellos. Sabía que solo tenían un mes de conocerse pero no podía dudar que aveces Hiro llegaba con algunos moretones o solía usar chamarra en pleno sol; y es que ellos se habían estado viendo cada día hasta el punto de volverse inseparables, eso le había dado a Miguel la oportunidad de conocerle un poco mejor.
Las luces del local se apagaron, los empleados se despidieron de su jefa para así partir a sus hogares. El camino que había encontrado Miguel para regresar a su departamento era muy tranquilo y le permitía ver las hermosas luces de la torre a lo lejos, así como el puente rojo en el río.
Las calles estaban tranquilas y sin muchos transeúntes al rededor, solo el y las luces neones reflejándose en su cuerpo; se sentía inquieto a pesar de aquella hermosa noche, sus ideas simplemente no permitían admirar la belleza de una ciudad nocturna. No se había percatado que quien comenzó a acompañarle era un muchacho de tres morena, chaqueta de cuero negro, pantalones de mezclilla oscuros y converse rojos; todo un outfit digno de Marco. Le seguía el paso con naturalidad mientras que de sus bolsillos sacaba un cigarro, lo colocaba en sus labios, juntó sus manos cerca del otro extremo y una pequeña flama emergió entre ellas, apenas causaba un sutil brillo azulado pero tenía el suficiente calor para encender el cigarro; al final solo agitó sus manos y todo rastro de aquella flama desapareció.

—¿Marco, de donde sacaste esos cigarros?—. Miguel apenas y volteó a verle desde el rabillo de su ojo.

Marco por su parte esbozó una sonrisa burlona mientras exhalaba un poco del humo. —¿de donde más?, los tenías bien escondidos en tu cajón... no sabía que seguías con este sucio vicio—.

—Tengo un mes sin eso...—.

—Fo!* ¿Es enserio? ¿Y no quieres volver?, Digo, te compraste de los caros... mínimo disfrútalos por última vez—. De sus bolsillos sacó la caja completa, dentro aún quedaban más de la mitad de los cigarrillos; la ofreció a su compañero con una sonrisa de medio lado.

—Pos si compré de mis favoritos pero ya no quiero fumar más—.
Miguel frunció el ceño.

—No me digas que estás haciendo esa pendejada de "pongo el cigarro en mi boca pero no lo prendo porque no le doy el poder que me mate"... tu ni morir puedes pendejo—. Marco soltó la carcajada para luego golpear levemente la espalda de Miguel, a lo que el reaccionó dando un sutil salto, negó con la cabeza y esbozó una sonrisa burlona.

—Quería acabármelos pero un perro los lamió todos—.

—¡No mames Miguel!, ¡¿porque no me dijiste antes?!... ¡¡culero!!—. Escupió el cigarro el cual cayó al suelo.

Miguel se soltó a reír de una forma un tanto estruendosa al ver la reacción del otro latino, aquella mentirilla resultó ser una buena venganza. —Tú nunca preguntaste, y en primer, ¿lugar porque agarras mis cosas?—.

—En mi defensa, ¡también es mío así que déjate de mamadas!—. Al estar al lado de Miguel, no dudó ni un segundo y solo lanzó un golpe fuerte al hombro ajeno.

Miguel se quejó y rápidamente cubrió su hombro para separase más del latino. Aquel golpe había logrado dormirle el brazo, sentía ese desesperante hormigueo recorrer el brazo entero.
—Bueno ya bájale cabrón, yo no te golpeo como para que te pongas así—.

Boleros de Soledad (Higuel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora