Todo por la ciencia

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Estaba claro, el grupo estaba dividido; unos mantenían la firme idea de que Miguel y Marco eran peligrosos para la ciudad, mientras que otros miembros se ponían a discusión, ya que creían que el latino estuvo en el momento y lugar equivocado. Sin embargo, Hiro insistía que Miguel y Marco se mantuvieran cerca de ellos para poder recabar más información de el y comprobar si su estado es peligroso o no.

Han pasado dos días desde que Miguel despertó y solo ha estado en prueba tras prueba para medir su fuerza y poder; se siente frustrado, cansado de usar tanto su poder, que comenzaba a odiar a Hiro y su tan insistentes ganas por analizar y descubrir que es él. Extrañaba a su familia, solía llamarlos dos veces por semana, contarles de sus aventuras en un país extranjero, hablar de sus clases, bromear un poco con sus primos, presumirle a su prima y hermana menor de lo fácil que es conseguir artículos de Kpop (su prima es amante del Kpop, y su hermana menor comienza a serlo); escuchar la voz de sus padres, que cuanta alegría le da a su corazón saber de ellos.
Pero dentro de ese extraño edificio no le tenían permitido tener contacto con el exterior, y aunque llevara apenas unos días lejos de todo, la situación le hacía sentir como si ya hubieran pasado semanas, una tortura.

Estaba en su habitación, aunque era más parecido a una oficina con cama, que pertenecía a Hiro; lo cual no ayudaba en nada a hacer que su corazón dejara de latir, era una sensación muy extraña, era una mezcla de emoción y felicidad, el simple hecho de saber que ese lugar le pertenecía a Hiro, le causaba un terrible escalofrío. Pero todas esas sensaciones se esfumaban cuando el Hiro real se acercaba y le trataba con una dañina y helada indiferencia.

Hiro por su parte estaba pasando por un momento difícil, internamente su razón mantenía una guerra con los sentimientos; tenía buenas bases, por un lado se discutía el tema profesional en su trabajo como héroe en la ciudad, la responsabilidad de ofrecer seguridad a toda costa, el peligro que implicaba alguien como Miguel en su país. Por el otro lado, sus sentimientos tenían argumentos bastante cuestionables pero cada idea le confundía; se exponían ideas sobre el aspecto de Miguel, la amabilidad con la que actuaba a pesar de encontrarse en una situación estresante, demandaban clemencia para el latino y restaurar la amistad que ambos habían estado construyendo. No podía evitar sentir que el ritmo de los latidos de su corazón aumentaban a grados preocupantes, solo con ver entrar a Miguel, rozar su brazo con el ajeno, o simplemente escucharle hablar, mencionar su nombre. Aquel estado no era saludable para su fría mente, pero sabía cómo ocultarlo y pretendía seguir haciéndolo y llevarse a la tumba esos sentimientos encontrados.

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Todo el equipo se encontraba en el área de entrenamiento, estaban preparando los equipos para las pruebas físicas del latino, así como las computadoras y las cámaras que se encargarían de escanear y analizar cada movimiento que hiciera, con el fin de comprender a que se enfrentan, "todo por la ciencia".

Miguel salió de su habitación, llevaba en su hombro un pequeño cuervo que observaba todo a su alrededor, era Marco; su plumaje era de un hermoso color tornasol, con una cola larga que constaba de varias plumas grandes, sus patas y pico eran completamente negras, y lo único que resaltaba de aquella pequeña sombra eran sus profundos ojos amarillos; no deseaba interactuar con nadie, pero estar dentro del alma de Miguel le hacía sentir completamente solo, se había acostumbrado tanto a Miguelito que no tenerle cerca le resultaba bastante deprimente; así que mantenerse como un cuervo cerca de Miguel comenzaba a ser una opción más cómoda. Miguel por su parte sentía un constante dolor en el hombro debido a las garras de Marco que encajaba para mantener el equilibrio y no caer.

—Aún no entiendo porque sigues aceptando ser su conejillo de indias... no somos nada que ellos conozcan... no hay nadie más como nosotros...—.
Miguel podía sentir como la tristeza de Marco se reflejaba en cada palabra, estaba tan acostumbrado a verle indiferente ante cualquier situación.

Boleros de Soledad (Higuel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora