1.Ella, peleona.

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"Era tan chico...
perdía el norte y el sur"

-Hernández ¿Por qué no me extraña ver tu cara aquí?- resopló Álvaro llevándose una mano a la cara.
-Ah, no sé, eres tú el que se empeña en verme siempre.- rió el canario.
-Pero digo en casa, cabezón, que últimamente visitas más el calabozo que en mi jardín...¿En serio has pegado a un payaso?
-Además en todos los sentidos, pero empezó él.
-Aquí pone que empezaste tú con escándalo público.
-Por dios, hablas como si me hubiese sacado el rabo delante de los críos, solo estaba protestando contra el maltrato animal.
-Agoney...
-¿Qué? Tenían a los elefantes medio muertos en jaulas muy pequeñas para ellos, ¡alguien tenía que hacer algo!
-Y, evidentemente, tenías que ser tú.
-Hombre, pues no te veo a ti por la labor.

Álvaro rió por no llorar. Conocía a ese chico desde los ocho años, solía ser uña y carne con su hermano pequeño, y le guardaba un cariño impresionante, pero desde que consiguió el trabajo, lo veía constantemente en comísaría, y estaba preocupado.

-Escúchame, Agoney, ya no puedo salvarte el culo como cuando tenías quince, ahora eres responsable de tus actos y tendré que añadir esto a tus antecedentes si no paras, y sabes tan bien como yo que acabarás encerrado, por tonto.
-Bueno, si me encierran o no es cosa mía, y si lo hacen será porque yo lucho por lo que creo, señor agente.
-Álvaro.
-Aquí no eres Álvaro, eres poli.
-¿Pero qué te pasa?
-Que estoy harto de que yo tenga que pasarme las tardes haciendote compañía cuando este pueblo está infestado de nazis, pero a ellos casualmente no les pasa nada.
-Agoney, no.
-Agoney sí. Y que sepas que me debes medio kiwi.
-¿Qué dices?
-Te comiste medio mío la última vez que estuve en tu casa.
-Fue hace un año.
-Me lo quitas de la fianza...

Ambos estallaron en una gran carcajada, que más tarde le costaría una buena bronca a Álvaro, pero entonces no importó, porque eran ellos dos, como antes, cuando llevaba a su hermano y su querido amigo en el coche a un entrenamiento de fútbol, al parque de atracciones, al cine.
A ambos les dolía el último año, a causa del alejamiento de los dos jóvenes, Agoney y Álvaro habían dejado de verse (fuera de la comisaría).

Y es que Agoney no paraba de liarla.
Él lo consideraba luchar, pero para sus allegados, el escándalo público era innecesario. Al principio, resultaba inquieto y original, pero pasados los dieciocho, al empezar a llegar multas y denuncias varias, todos se volcaron en intentar parar la situación. No lo lograron, era demasiado tozudo como para dejar de lado sus principios.
Traía a su familia y amigos por la calle de la amargura.
En especial a Raoul.
Llamarlo amigo entonces era pasarse.
Pero se preocupaba igual que el resto, porque era Agoney y no quería tener que llevarle tabaco a la cárcel.
Porque no quería verlo, eh, a ver qué te vas a pensar, payasa. Le había dicho a Nerea, que solo rió ante la situación.

-Por hoy te vas a ir a casa, Ago, pero tienes que pagar cien.
-¡Pero si la última vez fueron trece!
-Fue un bofetón, no una paliza. Y te ha denunciado. Son cien.
-Menos medio kiwi.
-Paga cien y compartimos uno, venga.
-Pero pibe, de dónde saco yo cien pavos ahora, que si fuese rico estaría en la piscina, no peleandome por unos elefantes.

Álvaro se levantó y se fue, susurrando que no le diría nada a su padre. A la media hora, otro agente le abrió la puerta y lo invitó a irse, no sin antes lanzarle una mirada de advertencia.
El joven le sonrió y, poniendo una mano en el hombro del otro le dijo "las ganas tuyas".

Supo que el mayor de los Vázquez había pagado su fianza, se lo pagaría y le regalaría una bolsa de kiwis, pero en ese momento solo le apetecía una cosa.

-Un cubata como la copa de un pino, Alfred, eso necesito.
-Vale, pero ya había quedado con Raoul y estos.
-Si voy a beber, no a entablar conversación con nadie. Una copa, un baile y a descansar.

Su amigo moreno había ido a recogerlo a la comisaría, estaban sentados en el coche, liando cigarrillos. El catalán se quedó mirando fijamente la boca de Agoney.

-¿No te duele?- preguntó llevando su dedo pulgar a una raja en el labio inferior del canario.
-No mucho...claro que estoy en caliente, todavía-rió.

Alfred suspiró y sonrió.

-Eres enorme, Ago, partiéndote la cara por un par de elefantes. Es que te quiero, tío.-sonrió grande achinando mucho los ojos y Agoney lo atrajo hacia sí mismo para abrazarlo con fuerza.
-Y yo a ti, cabezón.

Horas más tarde, todos se encontraban en una discoteca, era viernes y estaba petada.
Pero para Agoney solo existía el chico alto de la barba que lo miraba desde la barra. Ricky se acercó a su oído y le dijo que más le valía ir pronto.
Y lo hizo, se acercó y lo cogió de la mano, llevándolo a la pista de baile. El chico no tardó ni medio segundo en pegar a Agoney contra su cuerpo.

"Soy Rafa"
"Qué bien"

Pasaron un rato en el baño y salieron de allí.
Agoney volvió con su grupo de amigos (y Raoul).
Este lo miraba con desprecio, pero él no prestaba atención, tenía una sonrisa boba en la cara, y se tiró en el sillón en el que Alfred estaba hablado con Amaia de, bueno, de cualquier cosa, porque están zumbados. Ojalá se hubiese enterado de que Amaia le estaba diciendo a Alfred que lo convenciese para que se besase con ella, porque lo habría hecho sin problemas.
Pero no le dio tiempo, al ver que una chica súper joven intentaba zafarse del agarre de un, para él, señor.
No pudo dejar de mirar la escena, y cuando vio que la muchacha se estaba agobiando de verdad corrió hacia allí, empujando al tío sin miramientos.
El otro respondió empujándolo también y volviendo a agarrar a la chica.
El canario se enzarzó en otra pelea, cuando quiso darse cuenta, había un corrillo a su alrededor y un par de brazos intentaban sacarlo de encima del pesado. Al final, él mismo se levantó, cogiendo a la chica de la mano y sacándola fuera.
Allí se enteró de que se llamaba Aitana, que tenía novio y que su vecino, el pesado, no la dejaba vivir.
Raoul salió por la puerta y abrazó a la chica, que entró cuando Amaia salió a por ella preocupada.

-¿La conocen?
-Sí. Es una amiga de toda la vida.
-Pues ya podrías haber hecho algo cuando la estaban acosando.
-No estaba atento, no soy tan observador como tú.

Pero sí lo era. El problema es que sus ojos solo tenían un objetivo, y no fue hasta que su objetivo se lanzó a pegar a otro que se dio cuenta de la situación.

-¿Quieres que te lleve a casa? Nos inventamos algo con mi hermano para que no vuelvas al calabozo.
-Tengo justificación de sobra, ¿no crees?
-¿Te llevo o no? A tu casa, si quieres.
-¿Quién te ha dicho que mi fiesta ha acabado?
-Tienes un par de cortes de cristal. Deja que te cure.
-Se lo digo a mi hermana.
-Ago...
-Venga, no llores, llévame y me curas.-Rió el canario; y se fueron al coche, fue un trayecto de unos diez minutos, un silencio incómodo los acompañó durante el viaje. Cualquiera dudaría de que se conocían desde niños, que la familia de uno era la del otro, que eran el alma gemela del otro.

Realmente Raoul dejó a Agoney en su casa, lo ayudó a curarse y se marchó a dormir.
Se dejó la sudadera allí, por error, ninguno se dio cuenta. Pero el olor que desprendía no dejó que el moreno durmiese en un buen rato.




Al paraíso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora