16. Caléndula

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"Seré el recluta alemán, tú serás mi Stalingrado.
Claro, que el invierno es imposible contigo,
soy un Judas, y un crack, como Figo.
Crimen y Castigo, busco abrigo
en noches gélidas, mañanas pretéritas,
arquitectura del olvido.
Aquellas noches viendo Terminator.
Aquellas vacaciones en Lekeitio.
Aquellos pleitos y tu sonrisa.
Ya me cansé de discusiones, de vivir demasiado deprisa"

Raoul estaba al borde de las lágrimas mirando el lavabo.

-¿Cómo nos has hecho esto?- gritó tan dramático como pudo.

-Raoul...literalmente es pelo. No soy un nenuco como tú, a mí me crece. Además, no va a haber juez que no me crea con esta carita- dijo sonriente acariciándose el mentón frente al espejo.

-Ago, no estuviste dos semanas en coma para que un juez decida no creerte.

-¿Has probado a ser de izquierdas, mi niño? No respondas, no hagas que te deje.

Raoul rió y lo abrazó por la espalda.
Con los labios apoyados en su cuello susurró lo guapo y suave que estaba.
Agoney alzó una ceja y se giró besándole la frente.

-Tampoco te acostumbres, chaval, que en una semana estoy como hace media hora.

-Más te vale.

Salieron del baño y al canario le costó más de cuarenta minutos elegir algo que ponerse para el juicio, fue Raoul el que lo arrastró hasta su casa para prestarle algo, mientras Álvaro asesoraba desde el marco de la puerta del cuarto.

-Con la blanca da más pego de niño bueno. Bueno, de niño a secas.

-Joder, tete. Que me tengo que acostar con este tío dejad de joderme- dijo Raoul indignado.

Álvaro y Agoney se llevaron las manos a la boca conteniendo el aire. El moreno, estalló en una carcajada y el más mayor se largó de la habitación gritando. "Niñato de mierda, tendré que saber yo eso, será posible, quítate tú ahora la imagen de la cabeza" se escuchaba por todo el pasillo.

-Bueno- susurró Raoul- que se joda- rió antes de besar los labios de su novio, que seguía limpiándose las lágrimas que habían empezado a escaparse por no parar de reír.

2008.

Agoney le tiró la pelota con torpeza, llegó hasta sus pies casi sin esfuerzo. El canario, frustrado, se sentó en el suelo con el ceño fruncido.

-Pero Ago, que no te rindas, que puedes hacerlo, hombre- decía el rubio animando a su amigo.- Inténtalo una vez más. Nadie es tan malo jugando al fútbol.

En cualquier mente adulta, eso es horrible, solo hizo que el moreno se sintiese peor consigo mismo, porque nadie era tan malo excepto él.

Pero bajo la cabellera rubia del chiquitín, era la mayor muestra de apoyo que podía darle a su nuevo amigo, igual que todas las tardes dibujando que se había tirado Agoney para que él supiese dibujar un caballo sin que pareciese un coche.

Ese era su estilo. Ayudarse y apoyarse hasta que no quedasen fuerzas. Por eso Raoul sacó todas las suyas y levantó al contrario como pudo del suelo. Puso el balón delante de sus pies y le dio la mano.

"Vamos a darle juntos" sonrió.

Y lo hicieron. Y la pelota llegó con tanta fuerza que se coló al jardín del vecino.

Al paraíso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora