Capítulo 3: Ebria, Heridas Y ¿tu?

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Han pasado ya, unas dos semanas desde que tuve ese extraño sueño; ahora ya no duermo ni para tener pesadillas. Esto empeora con el paso de los días y no sé si poder seguir. Todo por él y su ética de pacotilla no quiso ayudarme.

Por dios solo quería una receta, no pedí mucho.

Sacudo la cabeza para olvidar al idiota de que me negó las pastillas.

Mañana nos han dado permiso para asistir al trabajo más tarde, por unas capacitaciones lo que me dará libertad de hacer lo que quiera.

Salgo del trabajo con el único propósito de beber hasta perder la razón; por dos simples razones, uno porque puedo y dos porque quiero descansar aunque me cueste una resaca.

Soy consciente que no es la mejor manera de dormir, pero es mi única salida. Una vez en casa voy a la cocina, sacó de la alacena una botella de vodka y un vaso. Salgo de esta para ir a la sala dejo todo eso en la mesa ratona que tengo en la pequeña sala, dejó en el sillón que tiene forma de ele, mi bolso y mi chaqueta.

Cuando ya me encuentro en este, me deshago de mi uniforme y como es costumbre quedo en ropa interior. Salgo así, gracias a que estos días son frescos y el frío no es tan perceptible. De vuelta en la sala, hecho llave en cada puerta como es costumbre y comienzo con mi cometido, sirvo un poco en el vaso, doy un trago y me estremezco porque sabe a alcohol industrial pero cuatro veces más fuerte.

Tomo hasta que casi no queda bebida dentro. Como puedo giro sobre mi eje para consulto la hora. Son las 10 de la noche, levanto mi trasero del mueble con dificultad por el alcohol que ya surte efecto y me encamino a mi habitación para sacar mi laptop, la cual se encuentra en uno de los veladores

Regreso a la sala y comienzo mi búsqueda.

Es un poco extraño pero tengo curiosidad, sobre mi psiquiatra, Velikov.

Tecleo en el ordenador su nombre, aparecen varios enlaces donde hay información sobre él. Pero solo alcanzo a dar clic en el primero, veo varios de sus logros, y que en este hay un número.

Anoto el número en mi celular y sin pensarlo mucho marco.

Timbrado unas cuatro veces y contestan.

- Buenas noches. Que desea. - no respondo, porque no sé qué decir, ¿tiene esposa? Sabía que esto no era buena idea. - Con quien desea hablar.

- Bue... nas no...ches - las palabras no salen como debería, y sé que es porque he bebido. - Creo que me con...fundiiiiiii de númeroooo.- formuló esto arrastrando las palabras, tratando de hacer que suenen bien.

- No se preocupe, ¿a quién buscaba? Si no es muy entrometido de mi parte.

Vaciló entre decirle o no, pero tomando en cuenta que la moleste a estas horas de la noche decido decirle a quien buscaba, además si es su esposa me desquitare haciéndole pasar un mal trago a ella.

- Es a mi psi...quiatraa, su no...mbre es Dimitri Velikov. - suelto un hipo y sé que eso, ya me delato.

- No señorita, usted está en lo correcto. - JODER. Lo sabía tiene esposa. Hijo de la valiente madre, un momento cuando lo vi no tenía alianza, tal vez esta reuni... - Usted ha llamado a el número que tiene el doctor para el trabajo.

Suelto un suspiro. Aliviada o en realidad no sé qué pero lo hago. Así que me arriesgo y pido el número del dios griego, con el objetivo de desfogarme con él.

Para mi sorpresa ella me lo dio sin hacer preguntas, lo que me llamó la atención, pero no para desviarme de mí principal objetivo. Putear a Velikov.

Cuelgo y marcó al número que me dio la agradable chica. Al primer timbre contestan.

- ¿Hola? - se escucha su voz adormilada y muy sexy si soy franca.

No lo dejo hablar más, porque de mi boca salen todos los insultos que existen en mi vocabulario, eso sí, no sé si me entienda bien porque entrevero las palabras. Termino con mi monólogo y suspendo la llamada.

No tengo idea de porque me tomo la molestia de llamarlo, pero lo hice ya no hay vuelta atrás, todo mi ser tiene una revolución de sentimientos, irá, tristeza, y un sin fin más. Que supongo se deben al cansancio.

Me levanto, y me traslado como puedo a la cocina, sacó una botella de vino; con el temor de que se estampe contra el suelo por mi estado.

La abro y tomo del pico, tomo una bocanada de aire y siento como una crisis emocional se aproxima, lanzó el vino en dirección a la puerta principal de la cocina. La botella se hace añicos, dando como resultado varios vidrios de todo tamaño

Bufo, porque entiendo cómo puedo pasar de una crisis emocional a una de ira. Salgo de la cocina ganando varios cortes en las plantas de los pies por mi falta de equilibrio, doy un paso más y siento como algo me desgarra la piel del pie izquierdo, este se siente más profundo que los anteriores, me apoyo en la pared para sacar el vidrio y en el proceso corto mi mano derecha.

Me arrastró hasta la sala, dejando un rastro de sangre y me arrimo a la pared. Cierro mis ojos por un momento, me deslizo por la pared hasta quedar sentada, me abrazo y no pienso en el dolor que siento. Al cabo de unos minutos o tal vez más, escucho como están aporreando la puerta. No me levanto, ya que no tengo fuerzas.

Joder, quien además de yo, quien se le ocurre llamar a estas horas a una casa.

La puerta suena como loca, pero no hago caso. Escucho como un cerrojo se rompe, a saber si era mi puerta o no. Luego de unos minutos suenan unos zapatos y vidrios romperse.

Abro los ojos, veo una figura masculina, recorro el cuerpo delante de mí, esta con un chándal y una camiseta y paro en su rostro, es Dimitri.

- ¿Scarlet, que te paso?

Frunzo el ceño, me extraña que este aquí, nadie ha venido a mi casa y solo en mi trabajo conocen la dirección.

- ¿Velikov?

Él se inclina hacia mí, examinándome por un largo rato. No aparto la mirada. La de él se endurece, esta inexpresiva.

- ¡¿Que rayos paso Scarlet?! - dice en tono intimidante pero sin levantar la voz.

- Nada que le importe. - musitó con todas las agallas que tengo. Estoy por levantarme, pero él me toma en sus brazos y se dirige a la sala.

Me deposita en el mueble, se gira y va a mi habitación como si ya hubiera estado aquí.

Le restó importancia y agarro la botella de vodka, bebo lo último. Alguien o mejor dicho Dimitri me arrancha la botella, lo fulminó con la mirada, sin embargo, me detengo y recuerdo que estoy muy comprometedora. Como para estar peleando.

Tomo un cojín y me cubro con este lo más que puedo, no quiero que él examine mi cuerpo y lo catalogue como el de una loca. Examinó mi mano comprobando que hay una corte bien feo, además de que estoy con sangre seca en el cuerpo me debo verme fenomenal, nótese el sarcasmo.

- Por dios mujer, no tienes un bendito maletín de primero auxilios y a para añadirle bebés, deberías darte cuenta que ya no puedes ni pararte. ¡Carajo! - se tomó el cabello en un signo de desesperación y se lo desordena. Vuelve a mirarme y niega. - ¿porque no tienes un maletín de primeros auxilios, sabes es muy útil en casos como estos?- hace un ademán con la mano.

- No lo tengo porque si no lo sabes, no es común en mí andarme de borracha y clavándome vidrios en las manos y pies. - suelto con ironía. El bufa y sé que lo estoy exasperado.

Va hacia la salida y regresa con un suéter y sin la camiseta que antes usaba él, esta reposa en sus manos.

- Ponte esto. - lanza la camisa hacia mí, ruedo los ojos pero hago caso.

Mientras lo hago aprecio que tiene un olor muy familiar, pero no se a quién. Termino esto y como era de esperar me queda enorme cubriendo me lo necesario.

- Toma lo que necesites nos iremos a una clínica.

Estoy por protestar y lo nota así que levanta la mano en señal de que quiere que me calle.

- No me discutas, solo hazme caso.

El Pasado Me PersigueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora