Capitulo 12

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Estaba en casa cuando lo escuché.

Tomé las prendas y salí de casa sin avisar a nadie, debía ser importante, era temprano todavía.

Cuando llegué a su balcón noté que no estaba, entre con cautela y vi mi regalo partido en muchos pedazos y un charco de sangre. Inmediatamente tuve la sensación de molestia y dolor al mismo tiempo.

—Ella no lo habría hecho ¿verdad?

—No lo se, pero tu novia debe haberse cortado muy feo

Odiaba reconocerlo, pero tenía razón, era mucha sangre para una cortada común.

Salí por la ventana con cuidado y me acerqué a la ventana de la enfermería, cuando vi la escena quedé atónito.

Era el príncipe Nathaniel, el prometido de Marinette, la enfermera estaba vendando su mano mientras el chico estaba impaciente mirándolas.

Centré mis ojos y atención en mi chica, tenía una mueca de dolor y lágrimas en sus mejillas, ¿Por qué este idiota no la abraza o hace algo que no sea estar como estatua?.

Marinette alzó la vista y me vio, sonrió un momento y al siguiente tenía de nuevo una mueca de dolor en su bonita cara.

Cuando se dirigió a mi de nuevo me señaló con sus ojos a Nathaniel que estaba inmerso en su cabeza, luego su cara reflejó tristeza y asentí con la cabeza, no, definitivo ella no había roto la flauta. Con señas le di a entender que nos veríamos esa noche en su cuarto y me escondí en los árboles cuando Nathaniel volteó.

Me quedé ahí, minutos, horas, seguiría con días pero creo que sería un poco exagerado, cuando cayó la noche salté y me planteé en el balcón de Mari. Estaba frente a su tocador, cepillándose el cabello y solo con un camisón puesto, me volteé porque esa cosa no dejaba demasiado a la imaginación y ante todo era un caballero. Abrió la ventana y cuando voltee y la vi aún con esa prenda que de verdad me estaba volviendo loco, me tapé los ojos.

—¿Qué haces tontito?

—Tu... tu camisón

—De que ha... ¡hay Dios!

Corrió y cuando la escuché regresar me quité la mano de la cara. Ahora tenía una bata roja, como la que tenía cuando fue al patio.

—Lo siento, soy muy despistada

—Me doy cuenta

Nos sentamos en su cama, abrazados.

—Respecto a lo del regalo, sabes que yo no lo hice ¿cierto?

Asentí.

—Perdona, de verdad no sabía que ese imbecil iba a venir, hubiera escondido tu regalo

—No, está bien, puedo darte otro, pero tendrás que darme tiempo

Asintió, tomé su mano herida y le besé con suavidad.

—Te quiero, ¿sabías?

—Yo también, yo también Marinette

Se acercó más a mi y la escuché suspirar.

Nos quedamos así hasta que se quedó dormida.

Me levanté sin despertarla y la tapé hasta los hombros con sus cobijas, estaba sonriendo. Dejé un beso en su frente y cuando abrí la ventana escuché su voz.

—No te vayas Adrien, no me dejes

La miré y noté que estaba hablando dormida.

—Nunca Princesa

Sonreí y después de cerrar la ventana por fuera salté y corrí a casa de nuevo, ojalá mis padres no estén despiertos o empezará el interrogatorio.

Para mi fortuna todo estaba en un silencio sepulcral cuando llegué, me cambié y acosté en mi cama, quedando atrapado en el más hermoso de los sueños.

Mi Enmascarado AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora