Capitulo 11

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—Tom, por favor déjame ir con mi prometida, la extraño demasiado

Llevaba horas... HORAS insistiendo con esto, mi informante en el palacio de Alya había sido descubierto y ahora no tenía a nadie que me informara sobre las aciones de Marinette, esa pequeña tonta me estaba causando muchos problemas, menos mal la boda era en un mes y así podría deshacerme de ella.

—De acuerdo, partirás en una hora, así que prepárate —iba a salir triunfante de la sala del trono cuando mi futuro suegro me llamó —y Nathaniel, dime papá o suegro, seremos familia pronto ¿no es así?

—Claro To... es decir, papá

Todo era con tal de tener más dinero y poder de lo antes visto, además las mucamas aquí no eran para nada feas como en casa, en ese lugar todas eran señoras de la tercera edad, aquí todas tenían más o menos mi edad, ya había coqueteado con dos de ellas en esta semana y estaba a punto de tener a una tercera bajo la suela de mi zapato cuando ocurrió lo de mi prometida. Me gustaba tenerla bajo mi control, visitas, amigos, incluso había convencido a sus padres que los chicos que antes servían aquí habían estado a punto de cometer traición con tal de asegurarme que ella era mía. No la quería, pero si a su dinero, y necesitaba estar completamente seguro de que no se enamoraría y me dejaría, si eso pasaba significaba mi perdición, no más dinero ni poder.

Alisté todo lo que necesitaría en poco tiempo, así que pude marcharme de ese palacio con rapidez, llegaría en 4 horas al reino vecino, y así podría volver a tener control sobre la chica que me abría las puertas a la mayor riqueza de mi vida.

Cuando llegué, todos me recibieron con gran fanfarria, felicité a Alya y Nino por su compromiso ¿o era boda?, y por quitarme a un hombre probable amenaza de la lista, busque a mi prometida, y cuando la encontré, dormida en su habitación, me preparé para mi actuación y para soportarla.

~~~

Desperté cuando eran las 3 de la tarde, había dormido tan bien después de tener a Adrien para mi y cuando vi que alguien estaba en mi balcón me preparé para ver sus ojos esmeralda, pero los que me veían eran aguamarina. Nathaniel.

—Hola princesa —me sonrió ampliamente mientras se acercaba a mí —espero que hayas soñado con tu futuro esposo, tu servidor

Tomé la flauta de mi buró y soplé en ella, el pelirrojo me veía como si estuviera loca, tomó de manera poco amable el instrumento de mis manos y lo vio con sorna.

—¿Qué es esto?

—Es un regalo, devuélvelo

—Regalo... ¿De quien? Y ¿para qué quieres algo que no sirve? Ridículo

Antes de que pudiera hacer nada, dejó caer la flauta al suelo y esta se rompió en muchos pedazos. Bajé de la cama y comencé a juntar los trozos del instrumento con desesperación.

—Imbécil, la rompiste

—Si tan importante era, te compraré otra que funcione, deja de hacer drama

Lo ignoré y mientras recogía los pedazos de mi regalo roto, me encaje uno de ellos en la palma de mi mano, solté todos de golpe, los cuales se rompieron aún más, y Nathaniel mirándome con impaciencia me cargó hasta que llegamos a la enfermería.

Mientras la enfermera revisaba mi mano y me ponía mil y un cosas encima, me pregunté si Adrien habría escuchado mi llamado, si vendría aquí conmigo, y si se molestaría al saber que había roto su regalo. El regalo del día en que nos conocimos.

Mi Enmascarado AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora