Sin despedidas

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Los gritos eran escalofriantes, se escuchaba una voz apagando a la siguiente con mayor terror de lo que debiera de ser gritos humanos, éstos poco a poco se iban transformando en gorgoteos, uno a uno, se apagaban, pero eso no calmó el ambiente de maldad y crueldad. Las manchas en el piso se hacían más numerosas, una vida de nuevo era apagada después de haber bebido de la Copa Mortal, una, otra, otra... Otra y otra. Pero nada lo detenía, nada impediría que siguiera intentándolo. El deseo de un ejército era mayor a cualquier razón que le diera su sentido común y cualquier idea que viniese del sentimiento de bondad, simplemente era desplazada por los mayores deseos de cumplir con su falso deber. Valentine Morgenstern no se apesadumbraba por los gritos, por el dolor o por los desechos en los que se convierten sus víctimas. En unos minutos en donde había habido dolor y gritos de desesperación, solo había silencio. ―Ese fue el último ―le dijo uno de sus seguidores al hombre de cabello blanco―. Este lote de humanos no resistió, ninguno se convirtió en Nefilim. ―No necesitas decirme lo que con mis propios ojos he visto ―dijo el hombre molesto. ―Señor ―replicó el Cazador a manera de disculpa―. Aún no está todo perdido, nos quedan diez mundanos que no han bebido de la copa, ellos... ―No, que no lo hagan, el tiempo se acaba, necesito armas y soldados para que las consigan. El joven Cazador de Sombras se movió frente a su líder y como si ofreciera un vaso de agua, le ofreció su vida para esa importante misión. Valentine se negó diciéndole que no podía perder a los Cazadores de Sombras que quedaban de su lado, la fuerza angelical estaba siendo por completo exterminada, aun desde su lado de la balanza. El hombre se acercó a la puerta sucia y oscura del cuarto en donde estaban los siguientes candidatos para beber de la copa. Les miro como un dueño observa a su elección de mascota. Tomó su estela y está brilló en su mano mientras entraba a la habitación. ―Siempre se pueden conseguir otro tipo de soldados. Los gritos continuaron esa noche mientras Valentine trazaba las runas sagradas en las pieles de los mundanos, los que no volverían a ser ellos mismos nunca más, los que servirían ahora con único y aterrador propósito de ser monstruos que se unirían a las peligrosas filas del Cazador de Sombras. No importa lo que ocurriese, Valentine nunca perdía. * * * Alec estaba aprendiendo a no levantar sospechas, su padre había estado los últimos días demasiado al pendiente de cada una de sus actividades, discreta y molestamente se había encargado de que no pudiera hacer cualquier nada de lo que no estuviera enterado, había suspendido la entrega del periódico en su departamento y cambió la computadora de Alec a la sala común. Alec le había reclamado por su acoso, Hodge le había respondido que era por su bien y sin más, le quito su tableta electrónica. Eso no detuvo a Alec para dejar de hacer sus investigaciones, se las había ingeniado para usar su teléfono como fuente de información, resultó ser que los subterráneos, en especial los vampiros, eran de los mejores en el traspaso de información, Raphael le había enlazado con los contactos indicados y podía estar en la mayoría de las ocasiones, en el lugar en donde le necesitaban. Una Vampiro, mano derecha de Raphael, llamada Lily Chen estaba hablando con Alec sobre las desapariciones en el centro de patinaje de Brooklyn, le dijo que ya habían sido seis personas en los pasados quince días a Alec no le quedó duda que se trataba de un demonio, hizo los arreglos necesarios para ir ahí lo más pronto posible. Estaba escribiendo un mensaje a Lily cuando su padre entró a su habitación. ―El desayuno está listo. Alec bloqueó su teléfono en cuanto lo vio entrar. ―Gracias, voy enseguida. ―Bien, porque necesitamos hablar. Aun sin importar lo evasivo que había sido en los últimos días, esas eran las exactas palabras que menos quería escuchar. Movió su cabeza y observó como su padre se iba al comedor a esperarle. Tomó sus libros y se puso su chaqueta. -Dos de tus profesores llamaron hoy. -Dijo su padre cuando entró al comedor y antes de sentarse - Fallaste a dos clases, ¿por qué? Para Alec cada vez era mucho más sencillo mentir, sobre todo a su padre adoptivo. -Me sentí mal y decidí quedarme en casa. - ¿Te sentiste mal? - Hodge sonrió con malicia-. Esa excusa no es creíble para nosotros, Alec. No solemos enfermarnos con frecuencia. -Me sentía mal emocionalmente. Hodge se encontró en verdad molesto. -Debes terminar, debes dejar de... -Debes dejar de preocuparte por mí, estoy bien, estoy haciendo todo lo que me dices. El chico había comenzado a golpear su plato atravesando la comida cruelmente con su cubierto y sin llevarla a su boca, por lo menos eso funcionaba para crear el suficiente sonido entre él y su tutor. El apetito de Hodge se había ido, se quedó mirando a Alec molesto y atacando a su comida con el ceño surcado y su mente viajo al pasado, a sus mejores amigos, a un amigo en especial al que el rostro, del ahora su hijo, le recordaba día a día, no solo por lo parecido que eran, sino por su carácter y su enorme necesidad de hacer siempre lo correcto. -Tu padre fue mi mejor amigo -comenzó Hodge con voz baja-. Me lo recuerdas tanto que... -No -dijo Alec interrumpiendo a Hodge y haciendo una petición-. No digas que te lo recuerdo o que me parezco siquiera, sabemos que no es así, que él fue mucho mejor de lo que alguna vez yo podré ser. Hodge rio, había tanto dolor en su rostro. -Incluso en eso te pareces a él. Siempre pensó en sí mismo como alguien que podía ser más, le costó mucho darse cuenta de que era mejor de lo que creía. Era un sobresaliente guerrero, un alumno ejemplar, un gran esposo y un excelente padre. Él... Los amo muchísimo. - ¿A mamá y a mi? Fue como si esa pregunta le hubiera despertado, observo a Alec y este le miro con mayor interés de regreso, había dolor y miedo en su mirada, la sombra de un secreto que no debía revelarse. - Si, sí, claro, ustedes dos eran su mundo, lucho hasta el último momento por ustedes, eso lo sabes. - Lo sé. - No es mi intención presionarte o ser una verdadera molestia, entiendo por lo que estas pasando, pero no puedo dejar que seas un Cazador de Sombras, es por tu propio bien. Quisiera que lo entendieras, pero por ahora solo puedo decirte que, no quiero verte en peligro y no pienso verte morir, eso nunca. Se lo debo a tu padre. Hodge se puso de pie y camino hacia Alec para después inclinarse y de manera descuidada besar sobre el enredo de cabello que había en su cabeza. - Y porque te amo, hijo. Alec movió la cabeza sin saber bien que decir, no era extraño que Hodge tuviera muestras de cariño, su tutor se había tomado desde hacía muchos años muy en serio la tarea de hacerse pasar por un mundano, Alec se dio cuenta de eso cuando al ir por la calle cuando era niño le tomaba la mano al caminar como los mundanos hacían con sus hijos, las visitas programadas a los parques de diversiones para que Alec no hiciera nada más que jugar, o la forma en la que le cargaba dejándole dormir sobre su hombro al regresar a casa después de un largo día fuera, eran parte de sus días. Al principio se veía ensayado, un padre primerizo intentando ser exactamente eso, con el paso del tiempo se fueron convirtiendo en hábitos genuinos que había aprendido a valorar y estimar. El problema era que, para Alec, su vida nunca dejó de ser una puesta en escena. * * * Magnus siempre había pensado que los Cazadores de Sombras eran una molestia cuando decidían reunirse y crear leyes estúpidas implementadas para los subterraneos, no entendía porqué ni de donde venía el creerse los indicados para hacer eso, había creído que ese era el mayor peligro, un puñado de nefilims intentando ser mejor que los demás, era curioso para el brujo darse cuenta que no era necesario que ellos se reunieran, ya que justo ahora uno solo de ellos estaba causando mayor caos que todo el caos que causo La Clave mientras estuvo en funcionamiento. Justo ahora, Magnus odiaba un poco más a los Cazadores de Sombras, odiaba a Valentine porque no había podido hacer caso a sus advertencias, Magnus no quería estar en la posición en la que estaba, no quería hacerse cargo del desorden que Valentine y sus seguidores estaban llevando a cabo. El brujo se lo había dicho a Tessa, lo había dicho a su hijo y a cada persona que llegaba al instituto, Magnus odiaba a Valentine, odiaba a los Cazadores de Sombras y odiaba tener que ensuciar sus zapatos. -Voy a matarlo en cuanto tenga la oportunidad. -Murmuró el brujo mientras caminaba por el bosque húmedo y frio. - ¿A quién matarás, Magnus? -Preguntó su amiga Tessa al girar para ver como arrugaba la nariz. -Al Nazi con sangre de Ángel. A Tessa le hubiera gustado que eso fuera una broma. -Quisiera tenerlo cerca para tener la oportunidad. -Respondió su compañera con pesar en su voz. Asesinar estaba fuera de Teresa Grey, para Magnus ella era una pacifista incorregible, el que Tessa tuviese una sincera y firme convicción de matar, era un grave indicador en el ranking de maldad de Valentine Morgenstern. Fue doloroso para Magnus ver como los actos de un ser malvado pueden corromper a la bondad pura. -Por cierto -dijo Magnus caminando frente a Tessa con su mano levantada envuelta en fuego azul para iluminar su andar-. ¿Quieres decirme que haces aquí? Tessa rio. -Buscamos una entrada segura a Alicante, ¿recuerdas? -No me refiero a eso, quiero decir porque no dejaste que Bat me acompañara, o incluso... -No lo digas -Pidió Tessa levantando una mano-. No quiero que mi hijo venga a este tipo de misiones, es demasiado peligroso. -Lo que me lleva a repetir mi pregunta ¿Qué haces aquí? Tessa podía ver sombras a través de los árboles, la luz que salía desde la palma de la mano de Magnus hacia ver la noche de un tono azul que se perdía un poco por la luz blanca y brillante de la luna, Magnus estaba muy bien vestido, como para un baile de gala, no para una misión casi suicida como esta. -Es una misión peligrosa para él, no para mí. -Pude haber venido solo si no querías entrometer a esos dos mocosos. -Incluso tú necesitas ayuda de vez en cuando. -¿Ayuda? -Preguntó el brujo con voz plana-. ¿No sería una manera más correcta decir que necesito vigilancia? La pregunta dejó a Tessa sin moverse unos segundos, pero sabía que con Magnus no podías intentar si quiera esquivar el golpe. -¿La necesitas? -preguntó sin rodeos la chica-. Bat me dijo lo que pasó en ese almacén, de cómo tu... -¿Mate a ese Cazador? Lo hice, y lo haría de nuevo. -Me preocupa la forma en la que hablas, la forma en la que asesinar se te ha vuelto muy fácil. -Sería igual de fácil para ti si hubieras visto esos despojos que antes eran humanos, decenas de ellos, los mataron sin contemplaciones, no, no me es fácil matar, pero no me arrepiento de haberlo hecho. Magnus era mayor que ella, el doble de su edad y Tessa tenía un ya imposible número en su haber, no conocía a nadie mejor que a Magnus, lo había conocido desde que ella podía llamarse a sí misma una niña, habían pasado por muchas cosas juntos, habían odiado a las mismas personas y mucho más importante; habían amado a las mismas, aun ahora lo hacían. Magnus era su familia, y ella sabía lo importante que eso era, para ambos. -No voy a juzgarte por nada de lo que hagas, te quiero, eres mi familia. Pero somos brujos, Magnus y debemos tener cuidado. -¿Tener cuidado de qué? -De perder nuestra humanidad. "No tendrás nada a que temerle, hijo, solo a perder tu humanidad". Se lo habían dicho hacía mucho tiempo, cuando era solo un niño y no entendía por completo lo que significaba, aun así esas palabras significaban demasiado por la persona que las había dicho, era una advertencia que no podía ignorar y que no se atrevía a no cumplir. Tessa era una excelente lectora de almas. -Solo prométeme algo, por favor. Magnus la observo esperando a escuchar lo que quería le prometiera. -Promete que te esforzaras un poco más en convencerte a ti mismo de que no estás solo, Magnus, estamos aquí para ti. Prométeme que no lo olvidaras. Los problemas siempre fueron su especialidad, resolverlos sin involucrar a quienes le importan era mejor de lo que podía esperar, y demasiado difícil de dejar. -Prometo que me esforzare. -Contesto sin querer decir alguna otra cosa que no fuera capaz de cumplir. Tessa lo entendió de inmediato, y agradeció silenciosamente por la amabilidad de Magnus, sin embargo, eso no calmaba sus profundas preocupaciones, había vivido el tiempo suficiente como para haber observo a brujos perdidos en ellos mismos, la eternidad era en ocasiones una maldición y Magnus parecía ir directo hacia su penitencia. El brujo se detuvo al ver las protecciones de las torres demonio llegando a ellos, era una magia poderosa y oculta, apenas perceptible para él. Le hizo una seña a Tessa quien se detuvo de inmediato, al parecer Magnus sabia algo que ella no. -¿Qué ocurre? -preguntó su compañera mirando en diferentes direcciones y tomando su espada desde la funda que colgaba de su cintura-. ¿Magnus? El brujo encendió sus manos con llamas azules, sus ojos eran una imagen indescifrable. -No estamos solos -dijo y de inmediato una decena de sombras les rodearon moviéndose entre los árboles. Tessa levanto aún más su espada, pero Magnus levantó una mano captando su atención, él movió la cabeza indicando a la bruja que no atacara, una vez más, Magnus sabia algo que ella no. -¿Qué buscan en territorios del ángel, brujos? Magnus tenía un par de respuestas con suficiente ironía y grado de ofensa para esa pregunta, se limitó a levantar sus manos y responder a las sombras que les rodeaban. -No somos enemigos -dijo Tessa usando la diplomacia de líder del instituto-. Hemos venido a recaudar información. Entonces los movimientos a su alrededor se silenciaron, ambos brujos compartieron una mirada para en ella comunicarse sus respectivas dudas. Fue solo un segundo después cuando una figura esbelta apareció desde uno de los árboles, Magnus había visto a muchos Cazadores de Sombras, habían sido muy pocos los que le habían gustado y menos los que le habían encantado, en este rostro pálido y en esos ojos negros y feroces, miro la sombra de un rostro conocido, pero los ojos eran duros a diferencia de los que estaban en aquel querido y desaparecido rostro del pasado. La chica dio un paso hacia Magnus sin ningún titubeo, llevaba la conocida vestimenta de las hermanas de hierro, tenía una espada en sus manos y esta brillaba resaltando las joyas que volaban en su cabello negro y largo, ella era hermosa y claramente peligrosa. -¿Qué clase de información? -pregunto la chica, la única que hasta ahora había dado la cara. Una cara pequeña, y que dejaba ver las transformaciones recientes de haber dejado de ser niña. Ambos brujos de nuevo compartieron una mirada, seguramente Tessa había visto lo que Magnus en ese rostro, pero bastó con que ella volviera a hablar para apartar el recuerdo del pasado y volver al presente. -Les he hecho una pregunta. -Reclamó la joven con voz de hierro. -¡Isabelle! -le reprendió una mujer que apareció detrás de ella, las mismas grises vestimentas; una Hermana de Hierro-. No olvides tu lugar, novicia. La fuerza nunca abandonó su expresión aun cuando acepto su reprimenda. -Me disculpo, Hermana Claophas -Respondió la jovencita con un tono diferente de voz, pero sin apartar la mirada de ambos. La Hermana Cleophas aceptó la disculpa rápidamente y al dar dos pasos más al frente, Magnus y Tessa estaban ya rodeados por las togas grises de una decena de mujeres armadas y con semblante duro. -Sin embargo, la pregunta de nuestra hermana es muy válida -Dijo la mujer moviéndose alrededor de ambos brujos-. ¿Cuál es la razón de su visita aquí, Magnus Bane y Theresa Herondale, nacida Starkweather? Tessa se tensó al escuchar ese nombre, había una historia detrás que le había costado dolor y perdida descubrir, ahora llevaba todo aquello como un secreto en el fondo de su corazón. Pero ellas eran las herreras de los nefilims y el conocimiento se heredaba, fue incomodo, más no extraño, darse cuenta de que le conocían. -Por favor -pidió el brujo interrumpiendo el silencio y mirándose como si hubiera acabado de bostezar-. No rondemos en esa historia, me tocó vivirla y esta sobre valorada. Para sorpresa del brujo, fue la joven aprendiz la única que rio con su comentario, "Quizás la gracia también se heredaba". Pensó Magnus. -Estoy seguro de que estamos en el mismo bando, así que... ¿Por qué no bajan sus armas? Me están poniendo nervioso. -Hemos escuchado de ti, Magnus Bane -la hermana Claophas movió el filo de su espada hacia el cuello de Magnus-. Asesino de Nefilims. Luchar en contra de las Hermanas de Hierro no estaba en los planes en ninguna circunstancia, pero Tessa no se quedaría de brazos cruzados mientras amenazaban a su amigo. Ella presionó con mayor fuerza su mano sobre la empuñadura de su espada. Para su sorpresa, Magnus levantó su mano indicándole que no actuara en contra de ellas. -Está bien -dijo el irónico brujo-. No necesitan agradecérmelo, lo hice con gusto. Tessa deseo que Magnus se mantuviera callado. -No podemos agradecerte -respondió la hermana Cleophas envainando su espada-. Sería ir en contra de nuestro credo. Fue todo lo que dijo y dejó que el silencio hablara por ella. Las demás guerreras la imitaron y las espadas se alejaron de los cuerpos de ambos brujos. Tessa respiró con mayor libertad al ver que no les percibían más como una amenaza. -Debemos entrar a las protecciones de las torres, estos bosques están plagados de demonios, como nunca antes lo habían estado. Magnus y Tessa les siguieron, y terminaron en el Salón de los Acuerdos que parecía ser uno de los pocos edificios que continuaban en pie, en la Plaza del Ángel aún se podían ver manchas en las piedras, manchas inconfundibles de sangre. Tessa se acercó a Magnus antes de que cerraran las puertas del Salón. -Esto es demasiado lúgubre. La muerte está en el aire. -No olvides la tragedia y la traición. Los espíritus están inquietos. -No hablamos de los espíritus, no hasta que logremos rendirlas cuentas. - ¿Intentan redimirse? -Preguntó Magnus a la hermana de hierro que claramente era la líder- ¿Por eso están aquí y reactivaron las protecciones? -Aun cuando pudiéramos hacerlo, no sería suficiente, queremos recuperar la Copa Mortal. -Valentine la tiene -dijo Tessa-. ¿Por qué no lo están persiguiendo? A esa pregunta no respondieron, Tessa supuso que hasta ahora les habían dado más información de la que pudieron haber esperado. Las hermanas de hierro eran guerreras legendarias, ocultas en su ciudad sagrada en donde forjaban las armas sagradas y sin compartir la sabiduría que les fue otorgada, ahora estaban siendo lo único que parecía ser una resistencia real. Pero ellas no compartirían su información con un par de brujos. La hostilidad llegó de nuevo cuando ellas les rodearon. -No serás juzgado por lo que has hecho, Magnus Bane, pero no eres un invitado aquí, eres un intruso, recuerda eso. - ¿ Y por qué no me apresan? Cleophas no respondió. Tessa supo lo que ocurría. -Porque hiciste algo que ellas no pueden. Si matan a un Cazador de Sombras, su sangre será considerada como impura y estarían rompiendo su juramento con el ángel. -Y de nuevo, un subterráneo haciendo el trabajo sucio de los nefilims, ustedes son como estrellas de rock, ¿cierto? -No abuses de nuestra consideración, brujo. Tú y Teresa Herondale serán recibidos aquí por un solo día, hagan las preguntas que necesiten, y retírense de nuevo a su isla de hielo. Magnus dio un paso al frente, dañar las grises vestimentas de las mujeres no parecía en lo absoluto imposible, solo un poco de daño sería suficiente para que se retractaran de sus palabras. Tessa sujeto su brazo, discreta, pero firmemente. -No queremos pelear, necesitamos información. Las hermanas de hierro no se enterarían hasta más tarde de lo afortunadas que fueron por el hecho de que Tessa estuviera ahí para calmar al imparable brujo. -No son preguntas las que necesitamos hacer -Explico Tessa rápidamente-. Nuestras intenciones tenían un doble propósito: Verificar que Valentine no se estuviera escondiendo en Alicante y la otra: Necesitamos el Libro de Blanco. Sabemos que está aquí porque lo rastreamos con magia. -No necesitamos un libro de hechizos para nuestros propósitos-. Dijo la hermana Claophas buscándo la aceptación de una de las mujeres que estaba a su lado. -Pueden tenerlo -respondió la hermana-. Si lo encuentran podrán sacarlo de Alicante. -Lo encontraremos -respondió Magnus caminando por medio de las mujeres, era toda la autorización que necesitaba. Pero las hermanas de hierro no eran a quienes se les podía dejar sin más, las mujeres levantaron de nuevo sus espadas y le impidieron el paso a Magnus. -Esto ya me está hartando -murmuro Magnus mirando a Cleophas. -No les dejaremos libres por la ciudad, una de nosotras les acompañara. Cleophas miro atrás hacia la joven aprendiz. -Ve con ellos, mantenles seguros y vigilados y una vez que encuentren lo que buscan, enséñales el camino fuera de aquí. La joven movió la cabeza ansiosa y agradecida de poder realizar cualquier tarea. Se movió frente a ambos brujos y les hizo una seña para que le siguieran. Ella caminó con su espada recargada en el hombro. -Vamos brujos, que a diferencia de ustedes, nosotras no tenemos todo el tiempo del mundo. Al caminar de mala manera detrás de ella, Tessa no pudo evitar poner atención en las armas de las guerreras, todas y cada una de ellas parecía estar dispuesta y lista para una batalla que seguramente no perderían. Magnus se adelantó a la chica ya que ella no tenía una idea de a donde ambos brujos necesitaban ir y parecía ser lo suficiente orgullosa como para no preguntar. Tessa ajustó su paso con el del brujo. -¿Crees que se enfrentaran a Valentine? Magnus sopló fuerte. -Ya lo hubieran hecho, solo están custodiando, lo que me interesa mucho más, es saber qué. -La Espada Mortal -respondió la joven desde la parte baja de la colina que subían, ansiosa por responder algo que ellos no sabían-. Piensan que vendrá por ella y quieren atraparlo con el poder de las torres. -¿Las Hermanas controlan las torres? La respuesta a esa pregunta llegó en forma de mirada que reflejaba una ofensa, Tessa supuso que su acompañante no estaba acostumbrada a escuchar dudas sobre las Hermanas de Hierro. -Las Hermanas controlan todo el metal sagrado, es fácil para ellas. -¿Ellas? -preguntó Magnus sintiéndose identificado por la actitud de la chica-. ¿No eres también una Hermana? Isabelle movió su cabello con pretensión. -Lo seré. En un par de años elegiré el nombre por el que seré llamada por el resto de mis días, mi sangre será purificada y podre convertirme en herrera del Adamas. -Suenas ansiosa por serlo y mientras eso sucede ¿Por cuál nombre podemos llamarte ahora, jovencita? -Isabelle. Tessa y Magnus compartieron una mirada y sonrieron, esta niña parecía gustarles a ambos. -¿No tienes un apellido? Isabelle bajó un poco la mirada, fue solo un segundo en donde ambos brujos notaron la pesada sombra que cayó sobre su antes buen ánimo. -Nací con uno, pero vamos, en estos días, eso no importa ¿Cierto? -Cierto -concordó Magnus y siguieron su andar hacia el Gard, el edificio sobre la colina más alta de la ciudad. Con forme caminaban por los pasillos oscuros, enormes y largos de la vieja construcción, más notoria era la destrucción y abandono que había sufrido la ciudad, era como si hubieran pasado décadas desde que alguien hubiera caminado por ahí. Tessa sabía que no debían correr ningún peligro dentro de las protecciones de la torres demonios, sin embargo, no podía evitar mantener su guardia y espada en alto. -Nos ayudarían mucho sus Luces Mágicas en este momento. -dijo Magnus con un tono de indiscutible de reproche. Ambas Cazadoras ignoraron el tono y cogieron sus piedras sosteniéndolas en alto para que iluminaran los pasillos, sus sombras se hicieron largas a través de las paredes. -Había escuchado de ti -dijo Isabelle a Tessa-. Nunca creí que lograría ver a una bruja sosteniendo una luz mágica y que brillara así. -Lo dijo Magnus -respondió Tessa amablemente-. Mi historia esta sobre valorada. La chica rio ante el comentario. -Tengo un hijo casi de tu misma edad, quizás quieras ir un día a Wrangel, muere por un compañero de entrenamiento. Magnus abrió la puerta de la gran biblioteca principal. -¿Y yo que soy? -preguntó molesto. Tessa se encogió de hombros. -Otro compañero -corrigió intentando componer el humor de Magnus. De nuevo Isabelle sonrió. -No es una idea descabellada -comentó Isabelle-. Se supone que antes de la ceremonia de purificación, debo vivir en algún instituto para conocer la vida de un Cazador de Sombras en servicio y sabemos la situación por la que pasamos, así que, ir a su instituto será lo más parecido a hacer eso. -Te envidio, una vez que seas una hermana de hierro dejaras atrás la vida de Cazador de Sombras, no más familia, no más demonios, es lo mejor para ti. -¡Magnus! -Soy sincero, querida. Magnus extendió su mano para indicarle a ambas damas que pasaran y así lo hicieron, era como si el brujo hubiera estado ahí en muchas ocasiones, caminó por un lugar repleto de libros y jaló una escalera sin error para poder alcanzar los volúmenes que se encontraban en lo alto, se detuvo en una de las hileras y después de una breve observación, tomó uno de los libros y lo sacó de su lugar dejando el espacio vacío en el estante. Bajo rápidamente y con gracia para colocarlo sobre una de las mesas, ambas chicas se acercaron para observar. El brujo no tocaba las paginas, las hacia moverse con magia y las letras parecían brillar y cobrar vida con ella. Los ojos de Magnus estaban muy abiertos, como un niño encantado por una maravilla. -¿Por qué un libro de magia está aquí? Los Cazadores de Sombras tenemos prohibido usar magia. -Preguntó inocentemente Isabelle. -Porque somos unos ingenuos -respondió Magnus-. Permaneció aquí porque creímos que sería el mejor lugar para mantenerlo seguro, quien sea que haya dicho eso, era un idiota. -¡Magnus! -le reprendió Tessa una vez más. -Oh tranquila, querida. No fue alguien que conozcas. Ahora volvamos a casa, tenemos lo que venimos a buscar. -¿Ustedes intentaran detener a Valentine? -quiso saber. -Claro que no -aseguró Magnus rápidamente-. No es nuestro problema, sólo queremos armas para poder mantenerlo al margen, algo como lo que ustedes están haciendo. -Quisiera pelear -confesó Isabelle-. Pero me lo prohíben y si quiero ser una de ellas algún día, debo obedecer. Tessa siempre fue amable y al ver a esta casi niña tan afligida, no pudo evitar ser maternal. -Nadie te culparía por eso, -la bruja tocó una de las joyas en el cabello de Isabelle-. Es tu derecho cumplir tu sueño, incluso en la oscuridad en la que vivimos. -Serás una pequeña estrella que brille en medio de toda esta porquería. -le dijo Magnus sonriéndole. Tessa no había visto a Magnus sonriéndole así a alguien más que no fuera su familia. Isabelle se vio complacida por el cumplido de ambos brujos. -No pierdo la esperanza, quizás pronto aparezca alguien que enfrente a Valentine. -Pienso igual -dijo Tessa sonriendo. -Olvídenlo -Respondió Magnus poniendo el libro bajo su brazo-. Eso nunca va a pasar. * * * Habían pasado un par de días desde que Susan y Elliot habían muerto, Alec había pasado todas las noches saliendo a las calles para acechar demonios y matarlos, siempre saliendo lastimado, pero curándose con la poción que Raphael le había dado y que por suerte Hodge le había dejado conservar, pero la poción para curarse estaba por terminarse, era un problema que debía tratar muy pronto ya que no contaba con una estela y necesitaba seguir saliendo a cazar, era una especie de terapia para él, la única forma de poder dormir noche a noche. Le habían prohibido ir a ver a Maia, "Reglas de manada" eso le habían dicho, pero ahora Gabriel le había mandado a avisar con un joven lobo que podía ir a verla, que el enviado del Preator había llegado finalmente y que estarían ambos bajo su supervisión. Eso era mejor que nada para Alec, extrañaba a su amiga, sabía que Micah también lo hacía, pero no podía decirle que iría a verle, no aun. -Sé que te lo pregunto todo el tiempo. -dijo Alec tomando de su bebida, en la barra de Hunters Moon-. Pero necesito escucharlo para sentirme mejor ¿Como te tratan aquí? Maia se veía como siempre, incluso más tranquila que la última vez que le había mirado. -Amm, bueno, duermo en el piso, me baño con una manguera y debo pelear por mi comida, pero lo soporto. Alec le miro con una expresión de terror. -Estoy bromeando, ¿Crees que somos animales acaso? El chico sacudió la cabeza. -Si lo son, son animales muy civilizados. Alec señaló al otro lado del salón en donde se encontraba un miembro de la manada concentrado en su lectura frente a una humeante taza con seguramente te. -Deberé comportarme cada vez que venga. Maia sonrió, ella en verdad se sentía feliz de verlo, y sin pensarlo se acercó a él extendiendo sus brazos, Alec respondió a eso de la misma manera y se quedaron abrazados fraternalmente por unos segundos. Eso hasta que les interrumpieron. -Eso está prohibido. Alec dejo ir a Maia al sentir un cuerpo colocándose a su lado. Le vio y notó los ojos cafés fijos en él cómo puñales dispuestos a matar, era alto, rubio y a pesar de que parecía que podía ser integrante de una boyband, sus facciones eran duras, como si estuviera furioso con Alec por alguna razón desconocida. A pesar del frio el chico solo llevaba una camiseta ligera y de manga corta que dejaba ver un pronunciado tatuaje con símbolos en todo el rededor de su brazo. Alec parpadeó ante tan impresionante chico. -Es muy mala idea abrazar así a un neófito, Cazador de Sombras. ¡Aléjate! Alec bajó sus manos sin decir nada, no tenía palabra alguna que decir. Fue Maia la que habló. -Alec, él es Kyle, mi guía y enviado del Preator. -Un gusto -dijo Alec extendiéndo su mano hacia el chico. Pero este no se movió, solo siguió mirándole fijamente y el chico bajo su mano sin que la hubiera tomado. -Gracias por ayudar a Maia, en verdad lo que haces por nosotros es... -No hago nada por ti, nunca haría nada por ninguno de los tuyos. Una risa simpática se escuchó desde el fondo del salón, era Raphael Santiago acercándose desde las sombras. -No tienes que ser tan grosero, Jordan. Te lo dije, Alec es aliado y nos ayudó la última vez. Jordan miro al vampiro como viendo a su hermano pequeño intentando acariciar un cachorro callejero. -No deja de ser un Cazador de Sombras -respondió firme pero amablemente. El vampiro levanto una de sus cejas. -Has estado hablando con Magnus, ¿cierto? -¿Quién es Magnus? -pregunto Alec volteando hacia ambos. -No importa -le dijo Raphael haciendo un movimiento vago con su mano-. Lo que importa es que debemos estar juntos si queremos sobrevivir, todos nosotros podemos ayudar. Jordan cruzó sus brazos sobre su pecho. -Que sincero y tierno sentimiento, Raphael, pero debes poner los pies sobre la tierra. Los Cazadores de Sombras provocaron todo esto, deberíamos de cazarlos y... -Lo mismo pienso -le interrumpió Alec saltando de su banco al piso y enfrentando a Jordan, se miraba peligroso y amenazante-. Pero no toques a Valentine, él es mio. Maia y Raphael le miraron con dolor, a nadie como a Alec, Valentine le había quitado tanto. -Alec -le llamó su amiga intentando tomar su mano. -Te veo después -le dijo tocando cariñosamente su barbilla y saliendo del bar. Poco después Alec se lamento de no haberse dado el tiempo de brindarle a su amiga un abraso de despedida. Una vez que este se fue, Jordan pareció haber bajado la guardia. -Ustedes dos, no deberían... Maia levantó su mano para detener a Jordan a media oración. -No conoces a Alec, no sabes nada de él, no vuelvas a tratarlo así o te juro que practicaré todo lo que me has enseñado con tu lindo rostro. -Sentenció Maia alejándose de su guía, encontrando que se sintió mas triste de estar ahí de lo que había estado desde que se convirtió en subterránea-. Estoy cansada hoy, no quiero entrenar. Ella se fue a la habitación que se le había asignado en el segundo piso del bar. El chico le miro irse y puso sus ojos en blanco. -¿Todos aquí son tan sensibles? Raphael no respondió, comenzó a caminar en dirección a la salida del bar. -Raphael, el sol aún no termina de ocultarse. -Se cuidarme solo. -¿A dónde vas? El vampiro se detuvo solo por un segundo para responder. -Iré a pedir otro favor a ese Cazador de Sombras, porque es el único que está dispuesto a ayudar, porque sabe qué es lo correcto. El joven vampiro giró y vió a Jordan, él estaba sonriendo, con su cara de niño y su sonrisa inocente y sincera, parecía un ángel y no un niño de la noche. -Dime Jordan ¿Conoces a alguien más así? Jordan no respondió, se quedó mirando a Raphael saliendo del edificio, arriesgándose a la exposición del sol en busca del Cazador de Sombras. -Supongo que los rumores son ciertos... Él es especial. -dijo el chico a nadie. * * * Entrenar, entrenar y entrenar, era lo único que podía hacer Micah cuando no estaba en las calles patrullando o en la escuela intentando mantener una mentira. El chico era sobresaliente en todas las actividades, lo sabía, sin embargo siempre tenía la necesidad de ser más porque solo así podría estar seguro de que lograría ayudar a las personas, esa mañana había sido difícil ya que la noche anterior había habido dos desapariciones más en un centro de patinaje en donde él y Oscar patrullaban, se sentía tan frustrado y lo demostraba golpeando el costal de boxeo con todas sus fuerzas. El cuarto de entrenamiento estaba casi vació, unas horas antes lo había notado cuando en la sala de conferencias las sillas en su mayoría estaban vacías tambien, la última platica de sus generales había hecho que la mitad de los reclutas se retiraran de las misiones, unos por el hecho de no creer en cosas sobrenaturales, los otros por el temor a enfrentarse a esas criaturas y Micah no podía culparles. Un golpe, dos golpes y el sudor se estaba pegando su cabello a su frente. Seguía pensando en lo dicho en esa conferencia, su general, una vez dejando establecida la evidente deserción, comenzó a hablar de cosas incluso mucho más extrañas: -Son Cazadores de Sombras, fueron durante mucho tiempo, casi mil años, los encargados de proteger a los humanos. Eso se terminó, la mayoría fueron asesinados por uno de su propia especie, un descarrilado Cazador que intento exterminar a los submundos, de los cuales les hablaremos después, gracias a este sujeto los Cazadores de Sombras no son más nuestros protectores, ahora, Los Cazadores de Sombras son también el enemigo, son parte del problema y con todos nuestros medios, les eliminaremos. Micah saltó y golpeó el costal con su pie haciendo que el pilar en donde este estaba sujeto retumbara con violencia, todo lo que había en su mente, lo que había escuchado y mirado en esa reunión estaba volviendo a él y su cuerpo solo quería sacar su impotencia. -Los Cazadores de sombras son seres mágicos y poderosos, tienen la apariencia de un humano cualquiera, pero sus habilidades sobresalen fácilmente, este es su líder, como pueden ver ellos llevan marcas en su piel, les llaman runas, les entregan poderes especiales y les hacen más peligrosos, en las siguientes fotos podrán ver las más importantes de ellas. Sus oídos estaban zumbando al igual que lo hicieron cuando miro una a una las fotografías, había llegado al límite, pero no podía y no quería parar, necesitaba caer rendido necesitaba no tener la energía siquiera de pensar o recordar, recordar la imagen de esa runa, la misma que había estado en el brazo de su amigo desde siempre. Micah pudo ver la pena de Alec al intentar ocultarla y después su sonrisa al estar frente a él, lo odio y se odio a si mismo por tener estos pensamientos desleales. Volvió a brincar, gritó y su pie esta vez derribo el costal de su agarre al pilar y cayo a unos metros de él y de su furia. -¡Maldito mentiroso! -murmuró para sí mismo al ver el costal en el suelo y con su respiración agitada. -¡Wow! Así que alguien te rompió el corazón. Micah giró y observo a Kairi Himura, se veía divertida y tranquila acercándose a él. -¿Puedo preguntar quién fue? -¿Quien fue qué? -¿Quién te tiene tan enojado? Micah, con el costal en el suelo, no tenía más que hacer ahí, tomó una toalla, su mochila y se dispuso a irse. -Vi tu rostro cuando observaste esas marcas, las conoces ¿cierto? -¿Por qué las conocería? El chico siguió su camino y Kairi le tomó el brazo. -No puedes confiar en ellos, ni siquiera en aquellos que se esconden de Valentine, tarde o temprano eligieran un bando y créeme, no nos elegirán a nosotros. Micah se apartó de ella. -No tengo una maldita idea de lo que eso significa, sea lo que sea, estas equivocada conmigo, no sé de qué hablas. - Dijo serio. Micah salió de la sala dejando a la chica en verdad extrañada, ella notó la sinceridad en su rostro, pero no podía ignorar su reacción, si Micah le mentía o no, era algo que debía descubrir, por el bien de la unidad y por el bien del propio Micah. * * * No fue difícil alcanzar a Alec y mantenerse bajo el techo de madera que cubría el jardín frente a Hunter Moon, Alec no se había ido al parecer se estaba tomando unos minutos para recuperarse de las palabras de Jordan, Raphael le observó pasando su mano por todo el largo de su cabello. -No debes preocuparte por las palabras de Jordan, es completamente inofensivo, te lo aseguro. Alec no respondió, solo miro a su teléfono para no tocar el tema. Raphael sonrió un poco, aun siendo un Cazador de Sombras, no dejaba de ser un adolescente y uno aún muy joven. Odiaba tener que pedirle favores como el que estaba a punto de pedirle. -Alec, vine a pedirte otro favor. Alec parpadeó hacia él. -No recuerdo que me hayas pedido alguna vez un favor. Fue una aclaración sincera y Raphael entendió rápidamente que lo que significaba era que las cosas que hacía, las personas que ayudaba y los demonios que asesinaba, era porque en verdad consideraba que era su deber. -No puedo ponerlo sobre hielo, te debo, te lo aseguro. -Como digas, ¿Qué quieres pedirme? Raphael dio un paso más hacia él, el sol no le alcanzaba ya que estaba ya muy cerca de desaparecer en el horizonte. Tomo unas fotografías desde el interior de su saco y se las mostró. Le tomo sólo unos segundos distinguir el problema en ellas. -¿De cuándo son? -preguntó el chico con el urgente temor de que fuera tarde. -Ayer -respondió el vampiro y sus ojos se hicieron dos líneas oscuras-. Lo vez ¿cierto? Alec levantó su mirada de las fotografías. -Claro -le dijo y se movió a su lado para mostrarle su descubrimiento-. Aquí, detrás de estas tablas al final del escenario, ojos de demonio sin duda. -Han sido alrededor de diez desapariciones, Alec. El demonio se está alimentando de niños. Sin duda lo hacía, el lugar era un centro de patinaje extremo en donde asistían adolescentes y niños. El chico dio un rápida escudriño a las fotografías para asegurarse de que en ellas estuviera todo lo que necesitaba, y así fue. -Ya no más -le dijo al vampiro en un asentimiento seguro y guardando las fotografías en su mochila en modo de despedida. Si Alec hubiera sabido que era una despedida, quizás le hubiera dicho algo mucho más amable. El que haya sido demasiado fácil, el que Alec no hiciera ningún cuestionamiento extra y que hubiera aceptado ir al lugar sin ningún signo de duda, le hizo sentir a Raphael algo de culpa, si Alec moría, si resultaba lastimado, sería una gran pérdida para todos, sería una tragedia. La idea le perturbo, aun así, y sin dejar de mirarle al alejarse, le deseo suerte. -No vayas a morir, Alec Lightwood -murmuró el vampiro con pesar. * * * Magnus, Tessa y la joven Isabelle bajaron del Gard con la valiosa adquisición que habían ido a buscar, el brujo no podía esperar por volver a casa y comenzar con los hechizos del libro, seguía pensando en eso cuando una de las torres brillo con un tono verde extraño, el resplandor les alcanzó así como a las hermanas que estaban cerca de la plaza del ángel. Ellas no esperaron y el movimiento se hizo por debajo de ellos, las siluetas eran ágiles y veloces, Isabelle tomó su espada y sin pensarlo, sin rastro de temor, se lanzó a correr cuesta abajo hacia sus hermanas. Tessa lo intento también, pero Magnus le sujeto el brazo. -Es hora de irnos dulzura, ¿lo olvidas? Tessa no podía apartar la mirada de Isabelle y de las guerreras que seguían moviéndose hacia la torre oscura. -No podemos irnos, debemos ayudar. -No tenemos que hacer nada, te aseguro, Tess, si fuéramos nosotros quien estuviéramos bajo ataque, ellas no irían ayudarnos. Tessa se liberó del agarre del brujo. -No es por ellas, Magnus, es por Isabelle, sabes que no podemos dejar que muera, ¡Lo sabes! Desde el ataque de Valentine, las líneas de sangre de cada familia se habían fracturado, Tessa le había perdido la pista a la mayoría de sus descendientes, eran pocas los apellidos que consideraba su familia, pero al ver ambos a Isabelle no pudieron negar su línea de sangre, Lightwood podía ser o no su nombre de cuna, pero lo que no se podía negar era que ella lo era por línea de sangre, ambos lo sabían y no podían dejar que una más muriera, quizás la última de ellos. -Anna o Cecily nunca nos metieron en estos problemas. -respondio Magnus resignado. Tessa rio un poco. -Ellas no te contaban todo. Entonces ambos bajaron la colina detrás de Isabelle. Tanto las hermanas como ella misma, se sorprendieron al ver a ambos brujos intentando unirse a la posible batalla. Cuando llegaron al pie de la torre que se estaba comportando de manera extraña se toparon con una increíble sorpresa, en esa parte de la protección, la magia que repelía a los demonios parecía haberse detenido, era como si la torre hubiera cambiado su función, Magnus levanto su mano para sentir la magia oscura, no había duda, un demonio mayor lo había hecho. Se los gritó a las hermanas y ellas se pusieron en guardia. El enemigo entonces apareció frente a ellos. Era un Cazador de Sombras, uno que se veía común por lo menos desde el exterior, él les observaba atentamente con la cabeza inclinada. Pero Magnus no estuvo tranquilo, había algo en el hombre que no le parecía en lo absoluto ordinario. -Invasores. Les dijo con una voz grave e inhumana. -Somos Nefilim, las tierras del ángel son nuestra tierra -le respondió la Hermana Cleophas-. Dinos tu propósito aquí o serás tú el que será considerado invasor. El Cazador de Sombras levanto la cabeza con una carcajada que hizo a Isabelle estremecer, ella presionó con mayor fuerza su espada. Y el temor de Magnus se hizo presente cuando al bajar de nuevo su rostro, los ojos del cazador eran rojos, como dos brazas encendidas que les miraba con diversión y odio. -Niños tontos, estas tierras no son más del ángel ni de nada sagrado, la tierra bajo sus pies no es más que maldición, manchada y contaminada por el odio y la destrucción, su propia sangre fue su condena, derramada por ustedes mismos, están ahora malditos y nada podrá salvarlos. Las hermanas de hierro buscaban una explicación en los rostros una de otra, su líder, la Hermana Claophas miraba al hombre con dolor, con el orgullo dañado ya que tenía razón, su sangre había sido corrompida, los seres malditos lo sabían y ahora su tierra era un imán de seres como este, seres que sea alimentan del dolor y la destrucción. -Aun así -fue Magnus el que rompió el silencio-. No fuiste invitado. Magnus lanzó una saeta de fuego azul hacia el hombre y este la atrapó en el aire y frente a él. -Magnus Bane, el más poderoso de los brujos, te esperamos en el infierno, tu padre lo hace. -Pueden esperar sentados. -Respondió el brujo y lo intentó de nuevo, el resultado fue el mismo. -Nunca vi a un demonio repeler así tu poder. -No lo repele, lo contiene, esencialmente su poder y el mío son lo mismo, por ello puede detenerlo con sus manos, si logro llegar a su cuerpo, lo haré cenizas. -Mas te vale que lo hagas -le dijo Isabelle corriendo hacia el invasor. Sus hermanas le siguieron y se adentraron en una batalla contra el hombre. El demonio al verse acorralado expulsó una gran cantidad de energía para repeler a las guerreras. Magnus lo intento una vez más, pero el infame monstruo usó a una de las guerreras para cubrirse del impacto de la magia. Se acerco más, colocó su mano en el suelo y su magia azul le recorrió hasta llegar a los pies del demonio haciendo que este detuviera cualquier avance, eso le daría a las hermanas el tiempo de recuperarse del ataque, Magnus no podía acercarse y cada vez que intentada tocarle con su magia, este la atrapaba con su mano. Las cosas se estaban saliendo de control, no tendría otra opción que usar más poder, pero para eso necesitaba que Tessa y las demás se alejaran del lugar, lograr eso quizás fuese más difícil que derrotar al demonio incluso. Antes de que hiciera su petición, la joven Isabelle Lightwood se colocó frente a él. -¿Listo? -le preguntó y saltó frente al demonio, ella dejó caer su espada haciendo que el demonio se distrajera con el acto. Ella sonrió, continuaba en el aire cuando de su mano surgió, como una serpiente veloz, un látigo que se extendió hacia el demonio, cuando la chica toco el suelo, el demonio estaba inmóvil atrapado por el fuerte amarre del látigo. Magnus no esperó, dio un paso al frente y con un ligero y delicado movimiento, lanzó una pequeña bola de fuego azul, ésta llegó al pecho del hombre y comenzó a gritar, la magia entró a su cuerpo y este grito más y más fuerte como agonizando por lo que la magia le estaba causando, era como ver como se quemaba por dentro. El fuego azul salió de él y junto a este la energía oscura del demonio, el fuego azul disipó al demonio como si este fuera fuego apagándose, los rastros de humo desaparecieron por encima de la cabeza del hombre, cuando ésta se fue, la torre demonio volvió a brillar blanca como siempre lo hacía. La hermana Claophas, quien tenía un fuerte golpe en la cabeza y una línea de sangre por el rostro, se acercó al hombre que aún seguía atado por el látigo de Isabelle. -¿Quién te envió?, ¿cómo llegó un demonio a tu interior?, ¿Cómo atravesó las protecciones de las runas en tu piel? -Mátame, traidora. Porque no te diré nada. -¿Me llamas a mi traidora? Había un ser maligno dentro de ti ¡¿Como llego ahí?! El hombre solo rio sin hablar. -De la única forma posible -respondió Magnus en su lugar-, Le dejo entrar -el brujo miro al cazador con desprecio-. ¿No es cierto? -Impuro, deberías estar en el infierno donde perteneces. -¿Y a dónde crees que tu perteneces? -No te diré nada, no les diré nada, mi lealtad esta con mi líder, él vendrá por mí y los matará a todos, lo hará. Magnus se sintió con una increíble oportunidad de ser cruel. Bajó a la altura del hombre quien estaba de rodillas en la grava, le miro a los ojos. -Te ha abandonado, no eres nada para él, solo una sacrificable carne de cañón, nada más. -Vendrá por mí, mientras yo esté vivo, él mirara a través de mí, y los matara a todos. -No -dijo Magnus colocando su mano brillante en la cabeza del hombre-. No lo hará, porqué tu existencia llega hasta aquí, tu momento ha llegado Cazador de Sombras, no quisiera ser tú en el juicio que todos tendremos. No hubo gritos ni una imagen impactante, la magia de Magnus se movió por el cuerpo del cazador y este cerro los ojos, como si sólo se hubiera quedado dormido, su cuerpo cayó en la arena quemada. -Ave atque vale, Cazador -dijeron a coro las hermanas de hierro. * * * Hodge no sabía cómo actuar a continuación, era muy claro el rechazo de Alec hacia él, y lo odiaba, no le gustaba pelear o siempre tener que decirle no a cualquier cosa que quisiera hacer, estaba muy seguro de que así no debía de ser una relación padre e hijo. Estaba viendo hacia el televisor sin poner atención en las imágenes, la idea de que Alec decidiera tomar su propio rumbo le había entrado en la cabeza hacia unas horas y era algo que no quería, pero que tampoco podía evitar, no podía culparlo de buscar cierta libertad, no cuando sus ideas eran muy diferentes a las que tenía. Escuchó mucho ruido desde la habitación de Alec, le pareció extraño ya que le había dicho que saldría con Maia, un asunto del que tampoco estaba de acuerdo, pero las peleas eran demasiado desgastantes, incluso para él; un Cazador de Sombras experimentado. -Quien diría que ser padre seria más difícil que enfrentar una horda de shaxs -dijo a nadie mientras se levantaba pesadamente a revisar los ruidos que escuchaba. No le sorprendió encontrar a su hijo en casa, pero si el que estuviera desesperadamente buscando en su guardarropa. -Debes pensarlo mejor, es peligroso que estés por tu cuenta, aun eres muy joven, hijo. Alec se quedó congelado por un segundo y giro la cabeza para ver a su padre a la cara. -¿Qué? -¿Qué haces ahí? ¿Empacas? Pocas veces se entendía con su padre, esta vez era como si le estuviera balbuceando en un idioma extraño. -Papá, ¿bebiste? El temor de Hodge se fue. -Claro que no, dentro de poco estaré de guardia, ¿Por qué?... Olvidalo. Dime, Alec ¿Qué haces? -Buscando algo -respondió el chico de manera cortante. -¿Algo?, ¿qué clase de algo? Espera, no intentas encontrar un arma o estela ¿cierto? Si hubiera cualquiera de esas dos cosas aquí, créeme que tu advertencia seria tardía. No podía decirle eso a Hodge. -Claro que no, estoy buscando otra cosa. -Escucha, Alec, necesitamos hablar, no creo que entiendas lo peligroso que es que salgas por las noches, en verdad la actividad demoníaca está en aumento y tu sangre, nuestra sangre es un imán de problemas, ¿Entiendes, hijo? -Ya me lo dijiste, varias veces. -Es solo que... Le vio cuando se puso en pie, no era tan alto como él, pero cada día se le acercaba mucho más, fue conmovedor y aterrador al mismo tiempo el notar el cambio del niño siempre angustiado a este joven que parecía tener una seguridad adquirida por la edad, sus amigos y su propia valentía. -No quiero que te lastimen, de hecho, me aterra la idea de que te lastimen y... Alec tomó por sorpresa a Hodge cuando se acercó y coloco su mano sobre el hombro de su padre. -No debes preocuparte por mí, en verdad, estaré bien. Eso no pareció que tranquilizara a su padre. -¿Sabes qué buscaba? -le pregunto el chico intentando tranquilizarlo-. ¿Recuerdas ese equipo de patinaje que me obsequiaste hace un par de años? -¿El qué nunca usaste? Alec sonrió. -Exactamente ese, ¿Sabes en dónde está? -En el closet al final del corredor. ¿Para qué lo quieres? -Dijiste que querías que fuera un chico normal, así que, quiero intentarlo, patinaje extremo quizás calme mi necesidad de adrenalina. -Eso suena grandioso, hijo, pero... -Unas cuantas caídas no me harán ningún daño, lo sabes, y lo digo literalmente. Las facciones duras de Hodge parecieron ablandarse con la simple idea. -Es verdad. -le dijo con entusiasmo esperanzador-. En verdad seria grandioso. Alec sonrió, cada vez era mejor mintiendo. Salió de la habitación directamente al lugar que se le había indicado, no tardó mucho tiempo en encontrar la tabla, las manoplas e incluso un casco que recordaba le quedaba grande, ahora le ajustaba perfecto. Se levantó y corrió hacia su mochila para poner dentro cada elemento. Seguía sonriendo cuando Hodge se le acercó para ayudarlo con una botella de agua que también puso en su mochila. Esto podía funcionar, pensó Hodge, solo necesitaba que Alec lo intentara y era eso lo que parecía que estaba pasando, las cosas de ahora en más podían mejorar para ambos. De eso estaba muy seguro, no tendría por qué ser de otra manera. Alec le dijo que Maia y su amigo Raphael le habían invitado a un nuevo lugar que tenía rampas muy impresionantes, le miraba tan emocionado que no se atrevió a mencionar el toque de queda, aún faltaban un par de horas para ello después de todo y dejó de preocuparse, por lo menos en esta ocasión. -Diviértete -le dijo sin más cuando su hijo salió del apartamento. Alec vio el rostro de su padre y su sonrisa esperanzadora. Y sonrió, lo hizo con una mayor amplitud para que la mentira fuera más creíble. Cuando Alec salió y cerró la puerta se quedó en el pasillo con una mano apretando con mucha fuerza la correa de su mochila, tomó aire y pegó la frente a la pared, no pudo dejar de pensar en lo que siempre pasaba por su cabeza cada vez que salía por las noches, y eso era que quizás no volvería a casa, eso nunca le había importado, pero ahora, ahora era diferente y la culpa estaba cayendo sobre él de manera insoportable. Si algo le llegara a pasar entonces Hodge se sentiría culpable, "Me aterra la idea de que te lastimen", le había dicho. odiaba mentirle a su padre, pero si su vida hubiera sido diferente, si él hubiera sido entrenado, Hodge encontraría una forma muy diferente de mantenerle a salvo, eso no podía cambiarse, así como no podían cambiar el hecho de que eran Cazadores de Sombras, entonces, hacer lo que debía, ir a ayudar a otros era su deber, uno de nacimiento, quizás Hodge se sentiría culpable, pero la culpa nunca es suficiente razón para no hacer lo correcto, no para él. -Lo lamento, papá. -le dijo a nadie mientras bajaba las escaleras hacia el centro de patinaje. * * * ―¿Alec? ―preguntó la joven en la taquilla improvisada del centro que era más una bodega con luces incandescentes, la chica le dedicó una mirada acusadora―. ¿Solo, Alec? Hizo un gesto duro hacia él, que se veía claramente sin intensiones de cooperar. Al ver como la joven movía su cabello todo trenzado y cerraba su cuaderno en donde estaba anotando a los chicos que intentaban entrar a la gran bodega que era el centro de patinaje. Alec sedio. ―Alexander. ―respondió finalmente renuente, lo pensó un poco y volvió a contestar―. De acuerdo. Alexander Lightwood. ―Lo ves. -dijo la chica sonriéndole y abriendo de nuevo su libreta-. No es difícil dar tu nombre completo, estamos en confianza. No te avergüences de tu pretencioso nombre. Alec arrebató el pase de la mano de la chica. No estaba para nada molesto, en verdad su broma había sido divertida para él. Se apartó de la fila para continuar con su tarea de entrar al club, que ahora veía, era muy exclusivo, el mejor de la ciudad, decían las críticas de Internet, en donde estaban las rampas más altas y peligrosas. -Si supieras que mi segundo nombre es Gideon. -murmuró para sí cuando le entregó el pequeño papel amarillo al chico enorme de la puerta. -No puedes subir a las rampas hasta que te lo indiquen. ―Le dijo el joven con un tono y rostro de aburrimiento, y agregó un montón de normas que claramente estaban siendo repetidas de memoria. Alec siguió su camino sin terminar de escucharlo, en realidad no estaba ahí por las rampas ni siquiera el patinaje en tabla. Al entrar, la música comenzó a retumbar en sus oídos, había luces de colores por todos lados y jóvenes, habían reportes de desapariciones casi diarias desde hacía una semana, pero parecía que ninguno de esos había llegado a los oídos de los chicos que estaban bailando, usando las rampas o haciendo una ridícula fila para entrar. Alec no dudo en que era un poder que difícilmente podía explicar, pero que podía sentir. Caminó hacia el área de bebidas, pasó frente a una pared de un color uniforme, raro en las paredes coloridas del almacén. La única con suficiente luz y los vio: carteles pegados en la pared, eran al menos diez rostros jóvenes, no mayores que él. Se acercó y miro con detenimiento, las hojas ya dobladas por sus orillas contenían la información de cada uno, su edad, nombre, estatura, características principales y la frase "Fueron vistos aquí por última vez" y era por eso que estaba ahí. Alec había tomado bien su papel, su ropa no tenía que ser drásticamente cambiada, "Vistes como un vagabundo" le dijo un par de veces su padre Hodge. Así que su mochila escolar fue cambiada por una con cintas para colocar su tabla, la había preparado bien, la había preparado frente a él y la había usado para mentirle. Sacudió la cabeza, lo que menos necesitaba ahora era pensar en la forma en la que le mintió a su padre. Fue hacia el área de refrescos de inmediato, el ruido era ensordecedor, deseó con todas sus fuerzas tener una estela para poder trazar la runa que le ayudaba a escuchar mejor. Se lamentó poco, no debía lamentarse más. Había perdido la última y no había más que hacer, ahora lo que fuera que necesitara tendría que encontrar otros medios. Vio por un momento el menú de bebidas, decidió pedir un refresco solo por hacerlo. En realidad, lo que le hubiera gustado era un café, entre los desvelos de estudio de cálculo y las salidas de anoche, estaba exhausto y necesitado de cafeína. Pero estaba en un lugar en donde sospecharían de él si pedía un café. tomó su bebida y se dirigió hacia una de las mesas más alejadas, la más sola del lugar, lejos de las luces pero no del ruido. Colocó su mochila bajo la mesa y se quedó observando. "Si observas lo suficiente y con paciencia, encontraras lo que buscas" le había dicho su padre Robert cuando era muy niño, antes de perderle. Los rostros se movían de un lado a otro sin llamar su atención, nada extraño, nada fuera de lo normal, hasta que un rostro conocido se apareció. -Micah. -murmuró Alec mordiendo su labio inferior. Le observó en la distancia y no pudo evitar pensar en la primera vez que lo miro, él y Maia habían salido a un centro nocturno, Maia había estado tan renuente pero como siempre, le había complacido. Al igual que ahora le observo a la distancia, pero no tuvo el valor ni motivo para acercarse, desde entonces le había parecido atractivo, fue una verdadera sorpresa divina encontrarse con él al día siguiente en el mismo salón de clases, entonces no espero, le hablo ya que tenía el motivo para hacerlo y ahora era su mejor amigo, el único al que lamentaba mentirle cada día. Fue como si la mente de Alec le exigiera que recordara cosas específicas y lo hizo; recordó la ocasión en la que Micah le había contado a todos sus amigos sobre un ser extraño que había visto, estaban en la cafetería de la escuela e hizo lo posible para no sobresaltarse, para no pedirle detalles, para no decirle desesperadamente que también los podía ver, que le creía y que necesitaba que lo escuchara, porque estaba solo, muy solo. Micah siguió hablando sobre la criatura, pero nadie le creyó, nadie excepto Alec, pero nunca se lo dijo, si Micah tenía la visión, lo menos que necesitaba era enterarse de que lo que había visto había sido real, que quizás lo que vio había sido un demonio y que existía un mundo en donde todo eso era real, el mundo de las sombras no era para todos y entre menos supiera un mundano, era mejor. Ese sentimiento que le pedía con impulso decirle toda la verdad a Micah apareció sobre él de nuevo, ese extraño, pero fuerte sentimiento, y también la culpa por no hacerlo. -¿Alec? -le llamó Micah despertándole de su ensimismamiento-. No sabía que vendrías aquí. ¿Porque no me lo dijiste? Alec inicio de nuevo su papel, por lo menos hoy no sería el día en el que le confesara a su mejor amigo su secreto. Le dedico una mirada que claramente decía: No tengo porque decirte nada. Micah la leyó muy fácilmente, rodó los ojos y se sentó a la mesa. -No deberías estar aquí, pronto iniciara el toque de queda y... -¿Te iras a casa cuando eso pase? -Alec le sonrió cínicamente. -Dicen que es el mejor lugar para practicar. -respondió cambiando el tema. -Por lo que cobran, será mejor que lo sea. -¿Vez eso? -le pregunto su amigo señalando los carteles en la pared-. En las últimas semanas ha habido desapariciones en este lugar. ¡Diablos! Maldijo Alec mentalmente. Micah sabía que le ocultaba algo, algo bastante oscuro respecto a si mismo, pero no tenía pruebas y mientras no pudiera afirmarlo, no dejaría que nada malo le pasara. Aun cuando sus advertencias se vieran sospechosas ante los ojos de su amigo. -En verdad, Alec, lo digo por tu bien, ve a casa y no regreses aquí, es peligroso. Alec se le quedó mirando fijamente, claramente no estaba equivocado, pero Alec estaba ahí por eso, porque quería descubrir que pasaba con esos chicos, porque hasta donde sabia, era el único que podía matar lo que fuera estuviera acechando a los adolescentes. Pero el que Micah estuviera, no solo preocupado sino enterado de la situación, era extraño. Le tomó unos minutos darse cuenta de la cadena colgando de su cuello y oculta entre sus ropas. Alec estiro la mano y saco la placa que colgaba de ella. -¿Qué es esto? -le pregunto Alec sorprendido. Micah tomó la placa y la regreso rápidamente a su lugar. -Años de estar en cubierto y tú me descubres en unos minutos por un maldito error mío. -Micah movió su cabeza sonriendo-. Debe ser una maldita broma. -Te hice una pregunta. Micah se puso de inmediato a la defensiva, recordó las imágenes mostradas ese mismo día en su cuartel, las historias y al ver el rostro de Alec, al ver cómo le exigía algo que no podía darle de regreso, le hizo perder el control. -¿Quieres hacer preguntas, Lightwood? -le tomó el brazo, levantó la manga de su chaqueta y le giró para que la runa angelical quedara por completo expuesta-. ¿Y si empezamos por esta? ¿Por qué no me dices lo que significa? O quién eres realmente. Alec usó su fuerza de Cazador para zafarse de él, cubrió de nuevo su brazo y volteó en todas direcciones, era una suerte que ambos estuvieran en una mesa retirada. -Te lo dije, fue solo... -¿Algo para hacer enojar a tu padre? Deja de mentirme. No podía seguir jugando a este juego o perdería, Alec sonrió y golpeo el hombro de su amigo. -No te miento, vamos Micah ¿qué pasa contigo? La sonrisa de Alec era como una maldición para Micah, su rígida postura cayó como una cortina de seda. -Perdóname, es que... -No te voy a obligar a que me digas algo que no quieres, obviamente están en un nivel superior al mío. Micah tocó su placa por encima de su ropa. -No sabes la infinidad de veces que quise decírtelo, Alec, eres más importante para mí que cualquier secreto. Esas palabras movieron más fibras de las que pudo entender y los ojos de Micah eran como una maldición para Alec, la idea de revelar todo acerca de él volvió con demasiada fuerza como para soportar. Pero su suerte no lo abandono y Micah habló antes de que él lo hiciera. -Alec, sé que te debo una explicación, pero por favor, vete, vete y hablamos en la escuela. Lo haremos mañana, lo prometo. No era la primera vez que Micah le hablaba como si fuera mayor que él, no era algo extraño, lo que lo era extraño, era que la policía mundana estuviera metida en asuntos sobrenaturales. Eres tú el que debería irse. Pensó Alec. -Te tomare la palabra -le respondió de manera tranquila-. Mañana hablaremos y me dirás que pasa contigo y todas esas raras advertencias. Los hombros de Micah se relajaron, Alec se sintió culpable, pero esa sería la mejor manera de descubrir que tan metida estaban las autoridades mundanas con los problemas demoniacos. -¿Crees que me devuelvan mi dinero? -preguntó el chico intentando ser casual. -No estoy seguro. Lo siento. -Dijo viéndose claramente apenado por el asunto-. Pero como recompensa podría invitarte algo otro día, en otro lugar... Es una cita. La mirada que le dedicó Alec le hizo darse cuenta de sus propias palabras. - Yo... -dijo moviendo sus manos nerviosas frente a él-. No sé, en verdad no sé por qué dije eso. Alec levantó una ceja. -Porque coquetear es lo tuyo y ahora que tienes una placa en el cuello, eres mucho más interesante. ¡Maldición! Micah tragó con fuerza. -¿Es en serio? Soy de lo peor, pensó. -Nos vemos mañana -le dijo tranquilamente golpeando su hombro-. Gracias por advertirme. Alec se levantó y tomó su mochila con su tabla en ella. -Nos vemos. -le dijo y se alejó. Pero Alec no salió del edificio, se ocultó detrás de unas enormes tablas que parecían haber sido en algún tiempo rampas para acrobacias. Sujetó su mochila a sus dos hombros y saltó, el techo estaba a unos tres o cuatro metros de altura, para un Cazador de Sombras era sencillo saltar esa distancia. Llegó a las grandes vigas y se quedó ahí sentado mirando hacia abajo el movimiento de los jóvenes, las charlas sonando por encima de la música estruendosa. Las luces se movían cerca de él con colores fuertes y brillantes, aun cuando alguien mirara arriba, no podía ser visto por las luces sirviendo de tapadera, con sus pies colgando de los enormes fierros se quitó la chaqueta y levantó las mangas de su playera mostrando las marcas de plata de antiguas runas. La última vez que se había marcado había sido hace una semana, cuando luchó con ese extraño rapiñador, el demonio lo había arrojado con fuerza y su estela había salido de su cinturón, no logró matar al demonio y tuvo que salir de ahí en un escape inesperado, volvió al lugar en una o dos ocasiones para buscarla, pero no tuvo éxito, esa había sido la última estela, la última que encontró entre las cosas guardadas de su padre, en muchas ocasiones había pensado que sus padres debieron haber guardado más armas antes de que salieran huyendo de Idris con Hodge acompañándoles, pero Hodge no se lo diría, quizás esas armas nunca existieron y pensar en ello era una pérdida de tiempo. Había aprendido a vivir y luchar sin una estela, no podía usar un Glamour, pero si camisetas de manga larga para ocultar sus marcas, su vida de estudiante y su vida de Cazador tenían que converger. Sobrevivir y sacar buenas calificaciones no era tan difícil, siempre y cuando te mantuvieras disciplinado... Siempre y cuando te mantuvieras con vida. La noche se fue rápido, el lugar poco a poco se fue vaciando, entre pensamientos del pasado y de los futuros días, las luces se apagaron, Alec bajó de un salto cuando fue seguro, de su mochila saco su vieja espada seráfica y comenzó a caminar por el lugar sin ninguna luz, a excepción de la que emitía su espada. Fue de la puerta principal a la cocina, por en medio de las rampas hasta llegar a lo que parecía ser un almacén detrás de dos grandes puertas pintadas de rojo, abrió la puerta con cuidado y entró. Dio solo unos cuantos pasos hacia el interior cuando escuchó un ruido que no logró distinguir, siguió caminando lentamente hasta que oyó una voz proveniente de todos lados. -Hijo del ángel -anuncio la voz-. Aun no se convierten en leyendas, aun no. Alec giró y detrás de él miro a una persona parada de forma tranquila y curiosa, se miraba como alguien normal, fue hasta que vio sus ojos que sus sentidos se alteraron. El sujeto extraño ladeo su cabeza observándole con mucho detenimiento. -Había escuchado de ti. -le dijo el hombre-. Tardaste en venir a mí, Cazador de Sombras. Eso eres ¿cierto? Ironías demoníacas, lo que me faltaba. Pensó. -¿Qué sería si no? -preguntó Alec con aburrimiento-. ¿Eres tú el causante de las desapariciones? -preguntó entrando al asunto, no tenía el tiempo para desperdiciar ya que debía terminar su tarea de biología para mañana al tercer periodo. -¿Quién sería si no? Buena broma. Pensó Alec, pero no rio. -¿Dónde están? - Pregunto Alec con voz firme-. ¿En dónde están esos chicos? El demonio camino lentamente sin rumbo en la habitación, como si meditara su respuesta. -Antes responde algo, nefilim, ¿Qué puedes tener que el reino Seelie quiera obtener? -¿Que? El demonio estaba consternado de cierta forma. -¡No lo sabes!... ¡Que divertido!, pero la muerte es así, nunca sabes o nunca debes saber cuándo te alcanzará o hace el juego aburrido. No entendía nada de lo que el demonio le decía, sintió como la frustración le invadía. -¡¿En dónde están?! -Sus cuerpos.... -dijo el demonio después de un momento, intentando despertar el dolor en Alec-. Supongo que podrás encontrarlos por aquí. No había querido engañarse a sí mismo, no había querido permitirse tener la esperanza de encontrarlos, pero ahora que escuchaba la peor de las noticias, no podía evitar sentirse desolado por dentro. Jóvenes mundanos a los que no había podido salvar... Una vez más. -Supongo entonces que no tenemos más de que hablar. Alec se abalanzó contra el demonio, este rio, abrió los brazos y dejo que la espada le atravesara el pecho. El chico le vio con ojos muy abiertos ya que no se esperaba algo así. -No te sorprendas. -dijo el demonio aterradoramente tranquilo-. Volver al Pandemonio es lo que quiero. Caminar por este mundo sin los hijos del ángel, no es satisfactorio. Debes saber a estas alturas que eres el último. Surte, Cazador de Sombras. Alec apartó la espada y el demonio se convirtió en ceniza y polvo. Observó la mancha negra por un tiempo, intentando comprender por completo las palabras del demonio, sus últimas palabras. Caminar por este mundo sin los hijos del ángel, no es satisfactorio. Se sintió horrorizado cuando se dio cuenta que estaba de acuerdo con él. * * * Alec se quedó dando vueltas por el lugar, la idea plantada en su mente por el demonio le seguía perturbando, ¿En qué clase de mundo viven si incluso los demonios prefieren abandonarlo? Bajó la guardia de su espada, todo el poder que había sentido se había desvanecido. Por desgracia el demonio no le había mentido, debajo de un escenario olvidado encontró los cuerpos de los chicos. A pesar del tiempo, estos no tenían señales de descomposición, probablemente porque el demonio recién había muerto, ahora ellos podían ser libres hablando de una forma espiritual. Hizo una llamada anónima a la estación de policía, pocos minutos después el lugar estaba rodeado y las luces de las sirenas reflejaban en los enormes ventanales. Desde el techo de la enorme bodega Alec se quedó a ver lo que ocurría, la oscuridad le ayudó a ocultarse fácilmente, ciertamente nadie tenía intenciones de ver a otro lugar que no fuera debajo de ese escenario. De un auto con cristales negros del tipo militar, bajaron Micah y varios jóvenes más. Ahora la placa en su cuello estaba al descubierto y era el único vestido como civil, entró al edificio y después de unos minutos salió viéndose, no solo impactado, sino triste. Alec le prestó un poco más de atención. Uno de los hombres con traje y canas se acercó a él y al parecer le felicito, seguramente porque había sido verdad lo que fuera les haya dicho para que le dejaran ir de encubierto a ese lugar, no quería hacer conjeturas, le había prometido contarle todo a la siguiente mañana, podía esperar a mañana. Si el caso se cerraría ahora, eso nadie lo sabía. Alec no quería, con todas sus fuerzas no quería pensar en las familias de esos chicos que habían muerto por causas misteriosas, ahora habían sido encontrados, la angustia de ello se había terminado por lo menos, sin embargo, Alec entendió por completo el sentimiento reflejado en el rostro de Micah a la distancia. Esto no podía terminar así, esto no podía ser el fin, a pesar de que lo era, ninguno de los dos se sentía conforme. Se encontró deseando que las cosas mejoraran, pero también deseando el próximo día, cuando ambos hablaran, cuando quizás pudiera hablarle de lo que era en realidad, de cómo había perdido realmente a sus padres, de lo que hacía cada noche, lo que le ocurrió a Maia y el tipo de amigo en el que Raphael se había convertido. Se sorprendió al darse cuenta de que era lo que quería, de que estaba cansado de seguir solo en esta lucha, que le necesitaba y que quería que también le necesitara de vuelta. Micah le había pedido una oportunidad, quizás era tiempo de darse esa oportunidad. -Nos vemos mañana, Micah. -le murmuro en la distancia. Si Alec hubiera descifrado los comentarios del demonio, si hubiera sabido que debía despedirse de su amigo esa noche, quizás hubiera bajado del techo a decirle toda la verdad. * * * La noche era joven y Alec estaba furioso, sus emociones eran un remolino que estaba acabando con él desde el interior, necesitaba sacarlo todo y necesitaba desahogarse, nada mejor para eso que una impulsiva visita a los túneles abandonados del subterráneo. Nunca era una decepción, encontró una docena de demonios, en esta ocasión no les pudo dar nombre, no sabía el tipo que era, pero sí que tenía que matarlos, su espada iluminó la oscuridad y miembros mutilados de tenazas y cuernos salieron dispersos por la plataforma antes de que se convirtieran en cenizas. El ruido se hizo cada vez más fuerte haciendo que llegaran más demonios, Alec no lo tomó como una desventaja, podía seguir asesinando sin piedad unos minutos más. Era tanto su euforia que no se dio cuenta de que le sobrepasaban por mucho en poco tiempo, solo se percató del peligro cuando entre dos bestias le arrojaron hacia el concreto de la pared. Cayó en cuatro extremidades y levantó la cabeza. -Bien, vengan por mí, aun no termino. Pasó tiempo antes de que se deshiciera del ultimo, cuando sus restos le envolvieron Alec se movió entre tumbos hacia la pared más cercana, de lo contrario hubiera caído al suelo por el agotamiento, lamentablemente el cansancio se convirtió rápidamente en el menor de sus problemas, tenía una marca de garra, roja e impresionante cubriendo la mitad de su pecho, ese si fue un problema mayor. Regresó a la entrada de la estación abandonada y de las cosas que tenía en su mochila logro crear un vendaje improvisado, por instinto buscó en el bolsillo trasero de su pantalón, solo para despertar a la realidad de que no encontraría nada ahí, no volvería a encontrar nunca más una estela. Con movimientos lentos y dolorosos buscó en su teléfono la lista que había hecho de los hospitales más cercanos, la poción que Raphael le había obsequiado le había servido de mucho, pero ahora debía regresar al viejo sistema: medicina mundana. Tomó su mochila después de haber limpiado todo el icor que pudo y al observar la tabla aun sujeta ahí pensó en la idea. -Serás de utilidad después de todo. Se dirigió entonces hacia el hospital más cercano. * * * -Esto es grandioso -dijo Clary con un gran tazón de palomitas en sus manos-. Hacía mucho tiempo que no teníamos una pijamada. Simón arrugo su nariz. -Por favor no le digas así, mi masculinidad se está viendo afectada por el solo hecho de escuchar esa palabra. Clary puso los ojos en blanco. -Bien, reunión nocturna ¿mejor? -Eso suena a que somos aliados de Nosferatus. Clary le golpeó en el hombro. -¿Que vemos? -¿Death Note? -¿De nuevo? Estoy más de humor para ver DBS. -DBS será -le respondio Simon acomodándose en el suelo a su lado. Se adentraron en una efusiva conversación sobre los posibles vencedores cuando el teléfono de Simon sonó con una notificación, alguien en uno de los grupos en los que estaba y que se dedicaban a seguir al chico héroe había publicado un video bastante impresionante. Simón lo vio primero y después lo mostro a Clary. Le explicó sobre el seguimiento que intentaba hacer hacia el chico héroe misterioso. -No se sabe qué es exactamente, pero si pones atención, se logra ver una sombra que fue grabada hace unas horas en un almacén que era usado como centro de patinaje. -¿Quién lo grabó? -Las cámaras de seguridad. Entonces Clary se encontró muy interesada, se acercaron ambas cabezas y Simón reprodujo el video. Clary se llevó ambas manos a su boca casi de inmediato, saltó dos veces y se cubrió los ojos al final. -¡Dios mío, eso fue horrible! Simon observó a Clary y de nuevo a su teléfono parpadeando. -¿Que video viste, Clary? Te dije que era solo una sombra y... Sólo es una sombra. Clary le arrebató el teléfono y observó el video una vez más, antes de que éste acabara lo pausó y mostró el teléfono a su amigo. -¡¿Una sombra?! Esa no es una sombra, Simon ¡Míralo! -¿Ver qué?, es solo un almacén con viejas rampas. -No juegues conmigo, Simon, míralo, ahí esta. -¿Qué es lo que ahí esta? Clary se exasperaba, pero en sus ojos no había más que verdad. -El chico -respondió con seguridad. * * * -Entonces... -dijo la enfermera tomando una venda y liquido antiséptico-. Patinas ¿Eh? -Sip -respondió Alec mirando hacia la mochila que se encontraba en el piso del hospital con la patineta sujeta a ella como si de una bandera se tratara, la enfermera miro hacia donde Alec lo hizo, por lo menos su intención de hacer creíble su historia no podía ser sin fundamentos. -Aún me falta práctica. -se excusó y le sonrió a la joven mujer. La enfermera siguió mirando al chico inquietamente. De alguna manera todo se sentía como un esfuerzo de su parte para que le creyera, ciertamente si no estuviera mirando la herida, sabría que, el casi niño, era un pésimo mentiroso. -Recuerdo que viniste el mes pasado, era una herida parecida y... -Esa rampa no me perdona. -Dijo Alec comenzando a columpiar sus pies en la camilla donde estaba sentado-. Pero tendré más cuidado. La enfermera continúo limpiando la herida. -Esto no parece una herida de skater. -le dijo sin poder apartar la mirada del hombro del chico-. Parece más... Un... Zarpazo. Y de algo enorme. Alec le miro, la seguridad de chico se fue y la enfermera captó la mirada en un segundo. -Escucha, si algo malo pasa en casa, puedes decírmelo, te ayudare, confía en mí. Solo dime la verdad. Alec la miro con seriedad. -¿La verdad? -Claro. -Había un par de rapiñadores en el subterráneo y tuve que... -Alec movió su mano de manera extraña-. Ya sabe, matarlos. La enfermera suspiró con fuerza. -Si no quieres decirme que ocurrió realmente, está bien, pero la próxima vez que vengas con una herida parecida a esta, llamare a la policía. Eres menor de edad y alguien debe cuidarte. ¿Qué edad tienes, por cierto? ¿catorce? -Dieciséis -respondió Alec indignado. La enfermera colocó la venda y una vez que hubo terminado se giró para llenar unos papeles. -Estas advertido. -dijo saliendo de la visión de Alec-. Iré por el doctor para que firme tu alta. Alec se había visto frecuentemente en la necesidad de ir a las salas de urgencias, había creado un circuito perfecto en donde sin importar el número de veces que necesitara un doctor, no tuviera que ir al mismo hospital más de dos veces al mes. Las cuartadas siempre resultaban, pero ahora tenía que sacar a este hospital de su lista, la enfermera era amable, pero sin duda acababa de arruinar casi un mes de trabajo. Saltó desde la camilla para tomar su chaqueta, la noche estaba lejos de terminar, el que hubiese eliminado a un demonio, más una docena de rapiñadores no significaba que no podía hacer más, además de ir a su casa. Lo que menos quería era tener tiempo de pensar en nada, quería llegar a un nivel de agotamiento suficiente para no tener que hacerlo. Pensaba en su siguiente recorrido cuando el doctor entró y sin mirarle detenidamente por dos minutos, firmó una hoja y la entregó al chico. La enfermera rodó los ojos, era un hospital caótico y el doctor de guardia no tenía tiempo de detenerse a verificar la situación de cada paciente que venía con una herida, incluso si esta parecía que había sido hecha por un puma. Alec tomó el papel contento por lo distraído del doctor, pero la amable enfermera no se lo dejaría tan sencillo. Le arrebató el papel de sus manos. -Esto se manda a tu casa, tus padres pagaran ¿cierto? ¿tienes padres? ¿no? Antes de que Alec contestara un hombre retiró la cortina del cubículo donde estaba siendo atendido. -¡Por el ángel! -dijo Hodge tomando la atención de Alec y la enfermera-. ¿Estás bien, hijo? -¿Es usted su padre? -preguntó la enfermera de inmediato. Hodge le miro después de haber examinado a su hijo. -Si, es decir, no, no lo soy, soy su tutor, su tutor legal, tengo los documentos ¿Los necesita? Alec le dedico una reluciente sonrisa a la enfermera después de ese comentario. -Tengo todas mis vacunas. Hodge se tensó. -No me refería a eso yo... Alec hizo un movimiento desdeñoso con su mano para que lo olvidara. La enfermera no se quedó en lo absoluto tranquila con la afirmación, ya que Hodge tenía un enorme golpe alrededor del ojo. -No. -respondió la enfermera sin emoción-. No presente el caso a servicios sociales ¿También usted se hizo eso practicando skate? Hodge miro a Alec. -No, no yo... -No se moleste. -le interrumpió la enfermera-. Coloque hielo. Y tú, -le habló al chico-. Deja de enfrentarte a lo que sea en el subterráneo ¿De acuerdo? Imposible. -Claro. -respondió Alec sonriendo-. Muchas gracias. Ambos caminaron por el pasillo. -Oye, skater boy -le llamo la enfermera-. ¿No olvidas algo? Alec dio media vuelta y regresó por su mochila y su tabla. Le dio una sonrisa avergonzada a la mujer y corrió para alcanzar a su tutor quien además de tener un golpe pronunciado en el ojo, cojeaba de un pie. -Vaya familia. -dijo la enfermera observándolos irse. * * * Ambas portezuelas sonaron al ser cerradas. -¿Estas bien? -pregunto de nuevo Hodge-. ¿Qué te ocurrió? -¿Qué te ocurrió a ti? -Fue inevitable, Salí de la estación y al entrar al estacionamiento, un demonio me atacó. No importa lo mucho que me esconda, soy un imán, sin duda. Tal vez si dejaras de esconderte. -Pero te escapaste. -dijo Alec. -Apenas. Tus heridas no te las hiciste con una acrobacia ¿cierto? Alec no respondió. -¿Alguna otra mentira que quieras decir? Estoy siendo ingenuo en exceso el día de hoy al parecer. ¿Porque la historia del skate? -Es buena cuartada, no puedo estar yendo a las salas de urgencia sin una excusa. -Es buena idea. -admitió Hodge-. Pero basta de eso. Alec asintió, Hodge le observó con mayor detenimiento, el que Alec hubiera estado fácilmente de acuerdo con él hizo que una alarma se encendiera dentro. Hodge condujo por Manhattan hasta llegar al apartamento en donde ambos vivían. Alec no había dicho nada más en todo el camino, solo miraba por la ventana, pensando, siempre estaba pensando, Hodge intentaba no adivinar lo que pasaba por su cabeza ya que podía dolorosamente imaginarlo. Junto a la culpa, el dolor le perseguían como lo hacina los ojos azules del chico que era su única familia, sus ojos preocupados que exigían una explicación que merecían pero que, no podía dar. -Iras a la cama enseguida. -No es ni media noche. -protestó Alec. -Eso no importa, estás herido, no saldrás a ninguna parte hoy y quizás ninguna de las noches siguientes y no discutiré contigo. Tampoco discutiré. El chico movió la cabeza y miro al frente. -La luna está en lo alto, sabes lo que significa, los demonios... -Comenzó Alec intentando hacer entender a su tutor. -Son más poderosos en noches como esta, por eso debes mantenerte al margen. -Debo salir, debo... Intentar hacer algo. -Alec, has tenido tanta suerte, pero no podemos esperar a que tengas suerte todas las noches, cada noche. Si un demonio llegara a envenenarte... No tenemos una estela para curarte o la magia de un brujo. Debes entender que sí ese es el caso, no podré ayudarte, morirás. Morir no sería lo peor que me haya pasado. -Tendré cuidado. -¡Alec! -Estoy muy cansado -le dijo cuando llegaron al estacionamiento de su edificio-. ¿Puedo ir a dormir? El instinto paterno de Hodge se encendió. -Claro, por su puesto, sube y descansa, revisaremos esas heridas en la mañana. ¿De acuerdo? -Mañana -le confirmó el chico. Alec bajó del auto y entró al edificio, si hubiera sabido que sería la última vez que hablaría con su padre en mucho tiempo, le hubiera dicho algo mucho más amable. Eso lo sabría pronto. * * * Estaba sentado en su cama, mirando la sombra de Hodge reflejándose por debajo de la puerta mientras se paseaba por el apartamento, esperó con paciencia hasta que no hubo más movimiento y la luz amarilla cambio a azul, Hodge había ido a su habitación y Alec se había cambiado de ropa, una que no tenía una marca de garra por el hombro, se estaba terminando su guardarropa debido a eso. No era algo que le preocupaba, Hodge siempre le daba dinero en exceso para que comprara lo que quisiera, no estaba muy seguro de cómo, pero sabía que, entre ambos, tenían una pequeña fortuna que no se terminarían en algunas vidas. Era hora, se levantó y abrió cuidadosamente la ventana de su habitación, recordaba claramente que su padre le había hablado de una runa que servía para mantenerte en silencio, se reprendió a sí mismo: No estela, no runas. Subió por la escalera de incendios, como siempre le gustaba andar más por los techos que por las calles, se sentía menos expuesto. Se sentó en el filo de la cornisa con sus pies columpiándose hacia la calle que estaba vacía, el toque de queda seguía siendo de ayuda en noches como esta. Pero no pasó mucho tiempo antes de que el primer grito de auxilio llegara a él. Corrió hacia el otro extremo mirando hacia abajo, hacia uno de los callejones y vislumbró con mucha claridad a una mujer que corría despavorida hacia la multitud con un niño en brazos. Alec no lo pensó dos veces cuando vio a los demonios detrás de ellos. Antes de que llegara al suelo bajando hábilmente por las escaleras y saltando usando los tubulares, su espada ya estaba brillando, resintio las heridas aun no sanadas de su cuerpo, pero no se detuvo, esa noche no pareciera que hubiera algo que lo detuviera. Los demonios le vieron venir y le esperaron perdiendo un poco de interés en sus víctimas. -Cazador de Sombras, -le dijo uno de los hombres con ojos rojos-. No sabíamos si vendrías, hemos escuchado de ti, te llaman el ultimo, lo que significa que matándote les exterminaremos a todos, finalmente. Alec no titubeó, camino hacia ellos con furia. -¿En verdad no saben otra historia? Esa me la han contado ya el día de hoy. La batalla inició, uso todos sus conocimientos para deshacerse de un par de ellos. Estaba concentrado en la lucha cuando un grito le despertó, la mujer estaba siendo de nuevo perseguida por dos de los sujetos. Alec se alejó de su contrincante para ir detrás de la mujer junto a los demonios, se las ingenió para adelantarlos y enfrentarles, la mujer cayó al suelo junto al pequeño que ahora Alec se daba cuenta que no lo era tanto como pensaba; ocho tal vez nueve años. -¡Corre! -le gritó la mujer en el suelo, el niño obedeció y corrió hacia el interior del callejón. Y el terror llegó a Alec y atravesó todo su cuerpo como lo hiciera el agua fría. Los demonios, ahora se daba cuenta, eran alrededor de una docena, ignoraron a la mujer en el suelo, corrieron por sus lados como una piedra dividiendo la corriente de un rio. Los demonios tenían un objetivo claro. Querían al niño. El niño siguió hacia su única salida, otro callejón que llegó en cruce por donde corría. La situación se complicó cuando se topó con una pared de concreto. El chico se movió desesperado de un lado a otro sin poder volver por donde había llegado y buscando una puerta de escape, no encontró alguna. En medio de su terror observó como una luz se movió en la oscuridad, fuerte, veloz y certera, cortando en dos a cada uno de los demonios. Su salvador, se acercó a él cuando uno de los demonios lo había levantado y tirado al aire haciéndolo chocar ferozmente contra el suelo, el niño pudo ver como el luchador intentaba recobrar el aire tras el terrible golpe. -Son muchos. -dijo el niño acercándose a él-. ¡Nos van a comer! Ese comentario le hizo pensar que el niño quizás era más joven de lo que pensaba, los monstruos a su edad, definitivamente comían personas. -No dejaré que te lastimen. -dijo intentando calmar al niño. -¿Y quién evitara que te lastimen a ti? Alec no tenía respuesta a eso, pero encontró una solución mirando al pequeño, justo detrás de él había una pequeña puerta perdida entre el concreto, se veía pesada y antigua, una caldera, quizás. Alec golpeó al demonio más próximo y rápidamente abrió la pequeña puerta, definitivamente una especie de chimenea clausurada. -Entra, de prisa. -el niño lo hizo y encogió sus piernas para poder entrar por completo. Alec movió el seguro interior de la puerta cerciorándose de que funcionara. -Cierra por dentro, no salgas hasta el amanecer ¿De acuerdo? -¿Y tú? -¡Escúchame! Esas cosas no pueden estar bajo el sol ¡Sal solo al amanecer! -Pe... pero... -protestó el pequeño, pero Alec había empujado ya la pesada puerta. Se escuchó el ruido de fierro chocando con fierro cuando el niño cerró la puerta por dentro. Alec se preparó para seguir combatiendo, cuando giro hacia sus adversarios con su espada desgastada, la docena se había multiplicado, definitivamente era una novedad para los demonios. -Por supuesto -dijo Alec como obviedad lamentable y se abalanzó contra ellos. El joven Cazador hizo uso de todos sus pocos conocimientos en combate, los que Hodge le había enseñado sin saber que lo había hecho, ya que, al no entrenarlo, era una forma de persuadirlo para alejarse de las calles por las noches. Recordó la última lección de su padre le había dado cuando era un niño de ocho años intentando blandir una espada más grande que él. Su padre y su madre eran pensamientos que siempre llegaban a él cuando parecía que pronto iba a morir, no le molestaba, era una buena última imagen. Su cuerpo estaba ya entumecido por el cansancio y el dolor cuando uno de los demonios aprovecho una distracción, le tomó del cuello y lo levantó. -Fuiste valiente, niño. Tranquilo, todo acabará pronto. Alec no podía ver más que sangre a través de sus parpados, sangre y ... Luz. Pero era imposible que el amanecer hubiera llegado tan rápido, esta era una luz blanca, más brillante que la luz de su espada. Quizás era esta la forma en la que te recibían en el otro mundo. Sintió su cuerpo caer al suelo aun con la mano del demonio en su cuello, un brazo cercenado el cual aparto de inmediato con asco. Forzó a su vista para adecuarla a la brillantez cegadora y frente a él estaba una mujer, era alta, vestida con ropas blancas y rojos, ella tenía alas, ¡Alas! Alec nunca había visto a una criatura como ella, su cabello azul le caía hasta el suelo y de sus orejas puntiagudas colgaban un par de hojas doradas. -¿Puedes moverte? -le preguntó la mujer con voz grave-. Contéstame, Nefilim ¿Puedes correr? Alec movió su cabeza al negar. La sangre y la luz le impedían ver con exactitud lo que estaba pasando alrededor de ambos. Ella no se veía afectada por la negativa de Alec, en un segundo tomó el asunto entre sus manos y todo se detuvo, la noche se volvió día, los demonios estaban congelados delante de ellos, seguían ahí, pero no se movían y no les estaban atacando. Alec había recuperado la capacidad de ver en su mayoría. -¿Quién eres? ¿Qué les has hecho? -preguntó Alec mirando alrededor y dentro de la burbuja en la que estaba en donde era de día y fuera aun de noche, como un pequeño mundo comprimido y en donde no había ningún otro movimiento más que el de ellos dos. -Llámame Alice. Soy una Seelie. Alec forzó a su cerebro a recuperar toda la información acerca de hadas que Hodge o los libros que tenían le hayan dado. -¿No eres muy poderosa para ser un hada? -Soy un hada especial. -Eso es claro. -Manipulé el tiempo para abrir esta brecha, pero no será por mucho. Debemos irnos. Alec tomó su espada y se levantó usando la pared de apoyo, había gotas de sangre cayendo desde sus brazos y mojando su frente y cuello. Alice estaba preocupada. -Estas muy herido, quizás espere demasiado. -¿Esperaste demasiado para qué? -Necesito que vengas conmigo, ahora, no tenemos más tiempo, quizás si te saco de aquí, tu no... -¿No qué? ¿De qué hablas? El hada se movió hacia una de las paredes ignorndole y colocando el cristal de uno de sus anillos en la pared. Alec nunca había visto un portal en toda su vida, su padre le había hablado de ellos y había dibujos en sus antiguos libros, pero nunca pensó que lograría ver uno alguna vez. -Es hermoso. -dijo Alec sin poder evitar acercarse a él. -Entra, iremos a un lugar seguro. Alec movió la cabeza, no se iría sin el niño. -Debemos llevarlo con nosotros. -No es necesario, él estará bien, tus instrucciones fueron acertadas y él saldrá por la mañana, sobrevivirá. -¿Cómo lo sabes? -Lo vi. Manipula el tiempo. Alec sacudió la cabeza como si quisiera deshacerse de la información. -Espera, ¿sacarme de aquí? Tú ves el futuro ¿cierto? Algunas hadas lo hacen. Eso significa que, yo... -Mueres esta noche, Alec Lightwood, sin importar lo que haga, tú mueres y no hay nadie aquí que pueda salvarte, pero quizás... -Pero él se salva ¿cierto? Alice dio un paso hacia el chico. -Eres noble, pero no puedes preocuparte solo de los demás, eres el ultimo Alec, y tu muerte desata una serie de eventos que simplemente no pude ignorar. Argumentos de mala película. -¿Tan grave es que yo muera? -No se trata de ti, si no de salvar a la humanidad, no solo de esta dimensión, sino de tres, tal vez cuatro más. El chico de nuevo sacudió la cabeza, estaba demasiado aturdido como para incluso hacer las preguntas adecuadas. -No pude salvarte, Alec. Sin importar lo que intentara, no pude, y no pude salvar a nadie más, pero quizás tú puedas, quizás tú puedas salvarte a ti mismo, solo necesitas ir a un lugar en donde te muestren como hacerlo, puedo hacer eso como última solución. Es mi último intento. Los demonios comenzaron a emitir ruido y pequeños movimientos. Alec volteó al portal sin saber qué hacer. -Es injusto. -le dijo la mujer-. Pero esta, como muchas en tu existencia, es una decisión difícil, te lo pido Alec, ayúdanos, ayuda a las personas que aún no conoces, ayúdales. Los rostros de sus amigos cruzaron por su mente uno por uno, perderles a ellos quienes eran lo único que le quedaban era insoportable, mucho más insoportable que el temor y la incertidumbre de ese lugar desconocido al que le llevaría, ayudar a las personas era el deber de un Cazador de Sombras, ayudar a cuantas personas pudiera, incluso a aquellas que no conocía. Alice no le estaba pidiendo nada que no hubiese querido hacer toda su vida. Respiro profundo, tomó la mano de Alice y ambos saltaron desapareciendo dentro del portal. Continuara...

El Ultimo Cazador de SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora