Reencuentros

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La forma más sencilla que tenía Magnus para mantener a Valentine alejado, era manteniéndolo cerca, bastaba con un hechizo para que las alarmas se encendieran y él pudiera saber que se acercaba, ya sea al continente o a la isla. También contaba con una red de espías subterráneos que, si bien no se enfrentaban a él, podían significaban una pared, Magnus era la primera persona a la que los lobos, vampiros y brujos acudían para que con su magia, pociones o hechizos pudiera mantenerlos ocultos.

Nunca se negaba, pero no siempre estaba disponible. Magnus Bane era conocido por sus largos viajes, desaparecía por prolongados periodos de tiempo para ocuparse de asuntos de los que nadie sabía, ni siquiera Tessa Gray, la única familia que tenía, porque se hacían llamar hermanos, ni aún ella podía estar segura de a dónde iba y tampoco el porqué.

Pero Magnus se había quedado los últimos ocho años, había estado al pendiente de los cazadores y de su familia extrañamente formada.

Ahora necesitaba atender un asunto importante con su amiga, Catarina Loss.

― ¿Cómo lo logran? ― Preguntó la bruja de piel azul―. Es tan frio, y... Desierto.

Tessa proporcionó a su amiga una manta más, la que fue rápidamente colocada sobre las piernas de la bruja.

―Te acostumbras, supongo.

―Además, que es el lugar más seguro ―Magnus había entrado al salón con un libro en la mano.

― Que gusto verte Catarina, espero que esta vez entres en razón y sea de forma permanente.

Catarina se puso de pie, apartarse de la chimenea le pesó un poco, pero se compensó con el fuerte abrazo que dio a Magnus.

―Lo lamento, no puedo quedarme, en Nueva York están pasando cosas cada vez peores y la magia es necesaria ahí.

― ¿Valentine esta en tu ciudad? ― Preguntó el brujo finalmente guardando su libro.

―No, por lo menos no lo creo, no se ha dicho nada parecido hasta ahora.

Magnus asintió reflexivo.

―Es bueno escucharlo, ya que mis informantes lo ubican en Europa.

Tessa fue por Catarina, la tomó del brazo y ambas caminaron hacia la chimenea de regreso.

― ¿Qué cosas están pasando en Nueva York? ¿Podemos ayudar en algo?

Catarina estaba triste, en su mente estaba presente Alec Lightwood, el último Cazador de Sombras que luchaba por la humanidad y que había muerto, era joven y lo quería. Le había tomado cariño desde que le fue llevado hirviendo en fiebre, llorando por su amada hermana perdida, su corazón era puro. Pero ahora estaba muerto.

―No creo, es algo completamente predecible, la actividad demoniaca está en aumento y no hay mucho que podamos hacer.

― ¿Raphael está bien? ―Preguntó Magnus sin rodeos.

― Lo está, sigue luchando.

Magnus movió su cabeza.

―En verdad, Tessa, un día de estos iré por él y lo traeré aquí en contra de su voluntad si es necesario.

Catarina tocó el brazo de su amigo.

―Eres muy amable, un amigo excepcional.

―Sobre todo por el asunto de hacerlo en contra de su voluntad, muy considerado. ―Tessa estaba claramente encantada por tener a su amiga de aventuras de visita.

― ¿Cuánto tiempo te quedarás? ―Preguntó Magnus.

―No mucho, quisiera estar con ustedes, chicos, pero en verdad, hay tanto que hacer en Nueva York y ahora más que nunca. Supongo que todo el mundo está igual.

El Ultimo Cazador de SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora