No fui consciente de nada hasta que me desperté en brazos de Clitemnestra, mientras ella subía trabajosamente por la colina. Jadeaba y resoplaba, llevándome agarrada contra ella. Me sentí asombrada por su fuerza y agilidad al ver cómo trepaba por el rudo camino, colina arriba, sin parar.
—Yo..., yo... —Quería que se detuviera, quería preguntarle por todo aquello mientras todavía estuviéramos solas. No había nadie cerca; teníamos que haber dejado a los perseguidores atrás.
—¡No hables! —me dijo ella. Las palabras eran duras, pero su voz temblaba.
—Pero ¡tengo que hacerlo! Tienes que decirme, todo el mundo sabe cosas acerca de mí menos yo, hasta los espartanos saben cosas... Ella se detuvo y me dejó en el suelo.
—Ha sido una tontería por parte de nuestros padres no contártelo. Nos hicieron prometer a todos nosotros que no te lo contaríamos. Como si no fueras a enterarte algún día. Todo: el velo, los espejos, el encierro... ¡Qué estúpido por su parte!
Las puertas del palacio se elevaban por encima de nuestras cabezas; estaban cerradas, como siempre, pero Clitemnestra gritó:
—¡Abrid! ¡Abrid, por misericordia! —Y las puertas se abrieron de par en par.
En el interior me dejó caer y se volvió para ayudar a los guardias a cerrar de nuevo las puertas y asegurarlas. Nadie parecía venir detrás de nosotras, pero no podíamos estar seguras.
Pensábamos que nos encontrábamos a salvo, y Clitemnestra me estaba susurrando que fuese directamente por detrás a mi habitación antes de que nos pillaran, cuando de pronto mi padre salió de debajo del pórtico. Miró a su alrededor, frunciendo el ceño, y nos vio justo cuando las puertas se cerraban.
Al momento estaba junto a nosotras, sacudiendo el brazo de Clitemnestra.
—¡Serás castigada por esto! —dijo—. Severamente castigada. Has desobedecido mis órdenes. Tú —y acercó mucho su cara a la de Clitemnestra, y en ese instante me di cuenta de lo mucho que se parecían— eres lo bastante mayor para saber lo que haces, y sufrirás el peor castigo. Tú —se dio la vuelta, dirigiéndose a mí— podrías haber resultado herida. Te has arriesgado y nos has puesto a todos en peligro.
—Lo único que está en peligro son tus derechos de negociación con Helena, si ha resultado herida físicamente de alguna manera —gruñó Clitemnestra.
Mi padre levanto la mano y le cruzó la cara, pero ella no se movió, sólo estrechó los ojos.
—A tu habitación, a esperar mi castigo —le ordenó.
Sorprendentemente, ella obedeció, y me dejó con mi padre. Él siguió mirándome y yo me di cuenta de que Clitemnestra había dicho la verdad: estaba inspeccionando sus bienes por si habían sufrido daños. Satisfecho al ver que no habían sufrido ninguno, se relajó y me soltó.
—Tú también, a tus habitaciones. —Puso la mano firmemente en mi espalda empujándome hacia allí.
Justo entonces salió mi madre de sus habitaciones y nos vio. Nos pusimos de pie y la esperamos, y ella corrió hacia nosotros, con su túnica flotando. Su rostro era una máscara de preocupación. Me cogió por lo hombros y empezó a sollozar.
—Contrólate, Leda, está a salvo —dijo mi padre abruptamente.
—Pero ¿adónde has ido? ¿Qué has hecho? —me preguntaba ella.
Yo debía mostrarme adecuadamente contrita.
—Ah, madre, lo siento mucho..., no ha sido culpa de Clitemnestra. La culpa ha sido mía. La he convencido de que me sacara de palacio, porque quería ver Esparta. Hemos entrado en la ciudad, y algunas personas me han visto y se han alborotado... —Mi madre respiraba con fuerza, pero seguía en silencio, de modo que yo continué—. Y de camino yo iba jugando por los campos, y en la orilla del río... —Y aunque no podía decirlo, porque le había prometido a Clitemnestra que guardaría el secreto, comprendí de repente que era la única manera de forzar a mi madre a traicionar también su propio y gran secreto—. Allí había un cisne muy grande, y se ha puesto a perseguir y atacar a Clitemnestra, y yo le he pegado, y entonces él me ha mirado y... me ha «besado». —La miré inocentemente—. Parecía quererme mucho, por algún motivo. Madre, ¡era como si me reconociera!
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Helena De Troya
RomanceÉsta es la historia de Helena de Troya, la mujer más bella del mundo. Una mujer premiada y castigada por los dioses con un don tan único y virtuoso como maldito y terrible: una belleza incomparable, capaz de provocar la mejor locura de los hombres...