❃Capítulo 18

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A primera vista, la ceremonia se presenciaba más fastuosa que significativa. El decorado, la formalidad, todo encajaba a excepción de la emoción que debía distinguirse dentro de lo habitual en las celebraciones. Asgard parecía hundirse lentamente en magma hacia la desaparición de su gloria, pero eso para los que no se habían atrevido a mirar tras bambalinas.

Loki y Thor, frente a frente, se quedaron mirándose breves segundos, lo suficiente para que el azabache sospechara que su hermano seguro tenía la cabeza plagada de pensamientos.

— Thor, tienes que reconocer a tu hija —susurró Loki, endulzando la curva de sus labios.

— Lo siento. Siempre soñé con este día. No quiero que todo pase tan rápido —dijo Thor con intacta suavidad, haciendo el amago de tomar al bebé. Era su sobrina, y aunque la circunstancia no lo ameritaba, sintió dicha al momento en el que Loki le ahorró su acción y depósito al delicado bebé en sus brazos.

Mientras esto sucedía en base del trono, gigantes de hielo se acomodaban al margen de invitados, pues la tradición de unión estaba pronta a consumarse. Una vez ascendieran y proclamaran sus votos ante al reino, Jotunheim ya podía sentirse en libertad de poder saldar todo lo arrebatado durante la guerra que había trascendido hasta el día de hoy.

— ¿Cómo se llama? —quiso saber Thor, llevando su dedo índice a acariciar aquella mejilla que lentamente se iba tornando rosada.

— Eira —Loki alzó la vista, interceptando una mirada con Fandral, quien se hallaba algunos pasos detrás de Thor, siguiendo la fila con Sif y Hogun.

El príncipe jotun quería ir al encuentro con su amado, más sabía que esa oportunidad se tenía que aplazar; no había que perder esa guerra.

— Con la sabiduría de los antepasados, reconozco a Eira, mi hija, como sangre de mi sangre, como la legítima heredera de Asgard —anunció Thor a los presentes antes de que un par de servidoras asgardianas se presentaran al costado del rey con una cuna de oro, misma donde el rubio colocó a la bebé.

Una incipiente desconfianza dio forma a las facciones de Laufey al momento en que la bebé fue retirada. A punto de proclamar objeción, prefirió dejar pasar el momento con tal de no retrasar lo que ansiaba.

Thor ofreció su mano, y Loki la posó sobre la suya, avanzando ambos escaleras arriba hacia el trono con total majestuosidad.

— No noto la diferencia de cuando eres aesir o un jotun: eres igual de frío —pronunció en voz queda.

A pesar de la tensión interna, aquel comentario sonsacó una discreta sonrisa en Loki. Era como volver a ser hermanos, aquellos que de pequeños jugaban a comerse el mundo. Y ahora era una realidad. Lástima que los juegos de niños no fueran lo mismo al momento de tratar con la vida real.

Arriba, Frigga aguardaba del lado de Thor, y Laufey del lado de Loki. Los jóvenes hermanos se pararon en la planicie después del último escalón, encarándose el uno al otro. Entre esas manos unidas, sostenían la misma motivación, sostenían el amor, las penas y la necesidad de cobrar los daños de aquella que había sido una interminable pugna.

— Yo, Thor Odison, dios del trueno y ahora rey de Asgard, prometo honrar a mis ancestros, tomar cada decisión en virtud del bien y aceptar a Loki Laufeyson como mi más fiel consejero, como mi única riqueza y como mi pareja en la eternidad de mis días...

Mientras Thor decía su discurso, la mano de Fandral se aferró con cierta ansiedad a la empuñadura de su espada. El momento se acercaba, y la batalla volvería a colmarse en el ambiente. Todos estaban listos, precisamente porque la parte expectante de la ceremonia no se trataba exactamente de simples asgardianos; guerreros y valquirias jugaban muy bien su papel mientras aguardaban al encuentro. No iban a sacrificar vidas inocentes. Todo tenía que acabar en ese castillo, y lo haría ahora.

Cuando Thor finalizó, Loki volvió a mostrar una sonrisa. Ahora era su turno.

— Yo, Loki Laufeyson, heredero de Jotunheim, me ofrezco en plenitud como tu fiel consorte; prometo servir a tu lado y guiar tus decisiones, tomar la responsabilidad de nueve mundos para compartir el peso de tus hombros. Seré el vientre que transmitirá tu legado y haré de mis acciones el apoyo de las tuyas...

Desde ese ángulo, Fandral muy bien podía observar el preludio de la guerra. Las manos tomadas de Thor y Loki disimulaban muy bien el cuchillo que éste último había hecho aparecer en su agarre. Esa era la señal, no obstante, el guerrero vislumbró un sospechoso brillo en el puño cerrado de Laufey.

— No —murmuró, sintiendo pánico de lo efímero del tiempo. Laufey lo iba a matar, lo haría apenas terminaran los falsos votos, y Fandral debía dejar de seguir el plan para detener las viles acciones a toda costa.

— Fandral —susurró Sif en alarma al ver al joven guerrero abandonar su lugar.

— Yo, dios del engaño. Te enalteceré con mis nombres... y haré honor a mi título —ahí estaba la decisión en su mirada. Sus últimas palabras eran la señal, y no hubo tiempo para pausas; giró con agilidad, llevando el filo de su arma en dirección al pecho de su enemigo. Y acertó.

El bullicio estalló.

— Eres tan predecible —Laufey yacía inclinado con una rodilla apoyada al suelo. Hablaba forzosamente, eso por el arma que Loki aún seguía enterrando dentro suyo—. Pero... no vas a ganar.

Loki lo distinguió entonces. El caótico ambiente no había iniciado por la declaración de guerra. Lo que empuñaba su mano no era más que la punta de una espada que atravesaba el pecho de Laufey. Era su sangre mezclada con la del oscuro rey. El imponente gigante de hielo había sido apuñalado, pero no por su daga, sino por la espada de Fandral. Los gritos a su alrededor no eran los de batalla, sino la desesperación de quienes llamaban por él. La emoción del momento lo ofuscó, que antes de darse cuenta, se sostenía gracias a la púa de hielo que le atravesaba el pecho.

Loki volvió a sus sentidos con un tosido de sangre. Estaba aturdido por el dolor, sin perderse la imagen de un Laufey desfalleciendo frente suyo. ¿No era eso lo que había estado planeado? Pensó entonces que todo estaba bien, y se dejó ir lentamente.

— Loki —escuchó en la profundidad de un estanque, como si estuviera sumergido en una sustancia seca, pero acuosa a la vez, que lo mantenía lejos de la luz, lejos de la imagen que quería presenciar.

Fandral.

— Loki estarás bien. Resiste, por favor. Por favor, no me dejes, no me dejes —apenas si su voz se oía entre sus sollozos.

Fandral, por favor, no me dejes tú a mí.

En medio de una guerra desatada, los verdaderos amantes, uno yaciendo en brazos de otro, se encontraban en el hielo de la perdición.

— ¡Loki, quédate! —suplicó en el temblor de su voz.

Quédate a mi lado, Fandral. No sé como remediar esto.

Porque siempre hay un precio que pagar por las mentiras... por el amor que se lleva en secreto.

Inestable [FrandralxLoki]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora