- "Antes de que yo te formase en el vientre, te conocí; y antes que salieses de la matriz, te consagre y te di por profeta a todas las naciones."
- Amen. – Dijeron todos al unísono.
El edificio en el que me encontraba era de tabique, cada uno de ellos estaba colocado diagonalmente uno debajo de otro, por la parte de los lados existían ventanales de tamaño mediano, uno cabria por ahí de forma horizontal si insertara primero su cabeza y por último sus pies, la construcción tenía una altura de 30 metros y un ancho de 50 metros aproximadamente, no había ni una sola escultura como se acostumbraba en ese tipo de edificios, las puertas eran grandes y con un semicírculo para unirlas por la parte de arriba, las bancas eran de madera de roble con un color café claro, el ambón de madera era de un metro y al menos dos escrituras cabían en la parte superior, los instrumentos, que se encontraban a escasos dos metros del ambón, eran una guitarra clásica, una batería eléctrica de medio tamaño, un violín importado, una guitarra eléctrica, y un arpa tradicional. Lo más impresionante de la Iglesia a la que asistía era su techo, el cristal casi transparente dejaba a la vista, cada domingo, un cielo de un azul claro, las nubes eran sus accesorios perfectos y el sol al medio de día transmitía una tranquilidad a los demás.
Esa mañana el pastor predicaba sobre Jeremías y su vida, como era que un hombre tan joven fue encomendado a una misión de Dios, la labor de Jeremías el profeta fue llamar al arrepentimiento al reino de Judá y principalmente a los reyes Josías, Joacim y Sedequías, debido al castigo impuesto por Yahveh de que serían conquistados por los caldeos si no volvían su corazón hacia Dios. Su vida como profeta se caracterizó por soportar con una férrea entereza los múltiples apremios y acusaciones que sufrió a manos de estos reyes y de los principales de Israel, desde azotes hasta ser abandonado en estanques o encerrado entre rejas.
- Nate, ¿Me ayudas a leer el versículo? – Pidió el hombre.
- Claro Pastor, me repite el versículo por favor.
- Es Jeremías 1, del 6 al 9.
- Y yo dije: ¡Oh Señor Jehovah! He aquí que no se hablar, porque yo soy un muchacho.
Pero Jehovah me dijo: No digas "Soy un muchacho", porque todos a quienes yo te envié iras, y todo lo que te mande, dirás.
No tengas temor de ellos, porque yo estaré contigo para librarte, dice Jehovah.
Entonces Jehovah extendió su mano y toco mi boca. Y me dijo: He aquí, pongo mis palabras en tu boca.
Amen
- Amen. – Respondieron todos nuevamente al unísono.
Al salir del servicio, me dirigí al patio que estaba a un lado del edificio, esté estaba lleno de distintas flores como girasoles, tulipanes, rosas rosa, claveles, freesias. A continuación mi vista se levantó cuando una pistola se posiciono frente a mí.
- Levántate ahora. – Exigió.
- ¿Por qué vienes a un lugar como estos a intentar amenazar a alguien? – Pregunte curioso.
Mis ojos encontraron los suyos después de terminar la última palabra, eran de un color negro profundo que intentaban asustarte, esa reacción en mí no era aceptada por alguna razón.
- Levántate si no quieres que tu vida termine en este momento.
- Al parecer la tuya termino hace mucho. – Sonreí.
Lo siguiente fue el contacto de sus nudillos de la mano izquierda, con mi mejilla, pude ver sus zapatillas deportivas, eran azules, estaban algo sucias en la parte de arriba y rotas del lado derecho; el pasto en mi mejilla raspaba mis poros de una manera agradable, el sol en mis ojos traía ansiedad e intranquilidad, sentí una mano tomando mi playera azul, era mi hermana, me ayudaba a traerme hacia la multitud que se había hecho gracias a aquel hombre inseguro y necesitado que me tomaba poca importancia.
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Ángeles Humanos
AcakNate, un chico de 17 años cuya vida esta por cambiar. Se cree que desde hace cientos de años ellos han estado entre nosotros, siendo humanos comunes viviendo una vida no tan normal. Su tarea: cuidar a los humanos. Han pasado ya 6 generaciones. La...