CAPÍTULO IV

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Entretanto Mateo cocinaba yo sacaba de las bolsas algunos platos y cubiertos mientras mentalmente repasaba esas palabras "se la daremos".

Mi mente lo intentaba entender, sólo quería comprenderlo pero mi corazón únicamente quería sentirlo, aferrarse. No le importaba el daño o la consecuencia.

Mi corazón lo quería y mi mente también.

Y comencé a pensar en todo lo que había escrito en la oficina y mis ideas continuaron divagando hasta que la voz de Mateo me sacudió recordándome que estaba ahí.

- Ya está listo –me anunció con su sonrisa perfecta.

- Muy bien.

Nos sentamos y comenzamos a platicar de todo un poco mientras comíamos ese platillo que como siempre le quedaba muy rico.

- El agua también está rica –dijo sonriendo.

Y por un momento me iba a permitir perderme en sus ojos, sentir su respiración, por un instante sentí que estaba bien quererlo así, ahí. Me iba a dejar llevar, amarlo sin más, abrazarlo como esas tardes en la biblioteca. Quería dejar los miedos, los temores y rencores, quería tomarlo de la mano y volver a recorrer todos los rincones. Sólo quería saber por qué...

¿Por qué ella, qué tenía que la hizo tan especial?

Quería arrancarme cada duda dentro de mi ser, contemplar desde el punto de vista de Él las razones por las que fue mejor cambiar toda su vida a mi lado por el de ella.

Supongo que nunca he sido buena disimulando esos toques de angustia o de dolor.

- ¿Qué pasa? –me cuestionó al tiempo que se acercaba a mí.

- ¿Trajiste el papel? –dije recobrando la postura.

- Sí pero primero necesito explicarte algunas cosas.

- ¿Y qué esperas? -en mi mente la pregunta sonaba como cualquier otra, de alguna manera hasta podía decir que la pensé con compasión, pero en ese preciso momento dudé de si no se habría escuchado como un reclamo.

- Estaba haciendo tiempo –dijo en tono de culpa.

- Ya puedes empezar.

- Hace unos días –aventuró a decir mientras tomaba mi mano entre las suya y la entrelazaba con fuerza. – me llegó un mensaje de un amigo, un abogado que se hizo un buen amigo en esos días... –inspiró y continuó con su explicación porque sabía que ya había entendido qué días, nuestro divorcio. –se llama Daniel; avisándome que el juez que llevo a cabo nuestro divorcio había tenido un accidente en la carretera y que estaba internado en el hospital. Así que decidí ir a verlo, cuando llegué parecía que me estaba esperando, me dio algunos papeles y sólo me ha dicho que uno de esos es mío, en cuanto salí de la habitación falleció.

Había un grupo de chicos de preparatoria al otro lado de la habitación, festejaban porque a un tal "Rick" lo habían dado de alta mientras que, de este lado sólo lloraban.

- Eso nos lleva a que... -dije perdiendo un poco la paciencia.

- Eso nos lleva a que, cuando regresé a casa me dispuse a leer los papeles y encontré nuestra acta de divorcio, comencé a leerla y encontré varios factores algo extraños.

- ¿Como cuáles? –pregunté inquieta.

- Como que nuestros nombres están mal escritos y las causas del divorcio son enfermedades contagiosas y falta de manutención cuando las nuestras son, ya sabes, otras –dijo seriamente.

- Otras... -repetí más para mí que para Él.

- Entonces llevé el papel con Daniel y me ha dicho que el documento nunca fue validado para nosotros porque no somos las personas nombradas ahí, al escanear el archivo el Juez había agregado una nota diciendo "no vale la pena divorciarlos". Así que... -dejó de hablar, como si el silencio lo fuera todo, como si eso fuera a solucionarlo.

PROMESAS SIN CUMPLIRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora