CAPÍTULO VIII

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La vida es lo que es, toda historia es nuestra historia, sí, escuchar lo que le sucede a las demás personas también se vuelve parte de ti.

Me sentí nerviosa, paralizada, la conferencia iniciaba a las 5, mi día se había pasado tan rápido que ni siquiera noté que me había alistado inconscientemente.

Llegué a la ubicación que marcaba el boleto, era un hotel. Estacioné el auto cerca de la entrada por si en una de aquellos pasos a seguir para llegar al éxito me dolía y quería huir.

Entré, había tanta gente que de pronto me sentí un ser humano pequeño, mínimo y tímido. Una señora alta, de tez blanca, ojos verdes y sonrisa rota se me acercó.

- ¡Bienvenida! Puedes poner tu nombre aquí, tu edad, el motivo y tu firma –dijo y me dio una hoja. ¿Para qué ocupaban aquellos datos? ¿Realizar una estadística? ¿Comprobar que los seres humanos resultamos destruidos y atascados después de un amor fallido? Odiaba aquella idea, me resignaba a escribirlo pero igual ya estaba ahí.

- Aquí está –dije seria y le regresé la hoja.

- ¿Puedes ser más específica en tus motivos? Sé que es difícil pero –y me regresó la hoja.

- La verdad es que no sé cómo ser más específica –contesté cortante.

- Bueno, aquí pusiste rencor, yo creo que puedes describir por qué sientes eso –dijo la señora comenzando a alterarse.

- Tranquilas, rencor es suficiente –dijo una señora atrás de mí.

- Bueno, yo sólo decía –dijo la primera mujer y se fue.

¾ Es su primera vez atendiendo a las chicas, perdónala, mi nombre es Soraya, soy la esposa de Esteban –me estiró su mano a manera de presentación formal. La analicé discretamente, su nombre encajaba con ella perfectamente, la belleza de las estrellas estaba en cada uno de sus rasgos. Ya veo por qué su esposo tenía la inspiración para desatar al mundo de su tristeza, Esteban era amado por una mujer que no sólo tenía encanto sino que te hacía sentir encantado.

- Mi nombre es Lydia –dije sonriendo y arrepintiéndome por no haberme vestido mejor

- ¿Por qué tienes rencor, Lydia? –al final, era lo mismo que me preguntaba la otra señora pero esta vez de forma más decente y atenta.

- Me enamoré –contesté de tal forma que fue como si hubiera soltado una bomba.

- ¿Y qué pasó? –lo preguntaba de una manera cálida como si estuviera hecha sólo para entenderte, como si realmente le importara.

- Fue un error.

- ¿Por qué lo crees así?

- Cuando lo conocí éramos sólo jóvenes, nunca había vivido cosas como aquellas, era todo tan nuevo, me enamoré y no me imaginaba ya con nadie más. Jamás.

- Pero... -sabiendo que toda historia siempre tiene un pero.

- Pero luego un día las cosas cambiaron y se acabó... Y te mentiría si te dijera que ya no duele, porque sí duele. Pero es como un hueso fracturado que se ha sanado y aun pulsa cada que llueve.

Me detuve en esa metáfora, abrir demasiado mi corazón provocaría que mis lágrimas salieran a relucir y que ella también tuviera buenas ideas para un libro.

- Entonces puedes estar tranquila, hoy no lloverá y aquí estarás en la mejor rehabilitación. –contestó y se fue.

Me quedé ahí parada en silencio, deseando que las cosas tomaran su curso y todo terminara.

PROMESAS SIN CUMPLIRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora