Roturas

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—He pensado —Dijo Merlín algunos días después, distrayéndolo de la música. Estaban compartiendo audífonos e inconscientemente su mano había imitado los acordes de la guitarra—. Nunca te he escuchado tocar.

—¿Quieres escucharme?

—Solo si tú quieres que lo haga.

Sonrió. Emrys solía hacer eso desde que había llorado en su casa, no le obligaba a hacer nada si no quería y le preguntaba antes de tomar cualquier invitación de sus padres. Y aunque le había asegurado que estaba bien, el brujo se había tomado todo muy enserio.

Mordred hizo una reverencia burlona hacia él.

—Será un honor tocar para el gran Merlín Emrys.

Esa tarde, Merlín ocupó el lugar que Paul alguna vez había reclamado como suyo en la tumbona. Él solía pensar que era el lugar reservado para su mejor amigo, ver a Merlín sentado allí era tan bueno como doloroso. Un recordatorio de lo único que podrían ser.

Comenzó con un par de acordes al azar, avanzando a una de las canciones que habían estado escuchando esa tarde. Le gustaba tocar, cerrar los ojos y relajarse mientras lo hacía. Era algo firmemente arraigado en Alex, tanto como la magia en Mordred. La música podía ser una forma de magia si se lo pensaba, era bueno para ello y para cantar. Pero cantar no era algo que le gustara hacer en público.

—¿Hace cuanto que tocas?

Abrió los ojos, Emrys tenía su mirada fija en él.

—Desde que pude sostener la guitarra. Mi padre tocaba en una banda, así conoció a mi madre. La música fue parte de mi educación temprana. Tuve una de juguete antes incluso que un oso de peluche.

—Que adorable —Rió Merlín—. Si las chicas supieran esto, serías bastante popular.

—No quiero ser popular —Su nariz se arrugó—. He visto esa página donde suben tus fotos. No quiero saber que piensan de mi.

Merlín no respondió, simplemente miró al horizonte donde el sol estaba muriendo, el cielo teñido de rojo degradado a púrpura. El aire estaba fresco y alborotaba sus cabellos.

—Supongo que dicen que eres reservado y que tienes ojos impresionantes —Mordred detuvo su toque, intentando evitar que las mariposas alzaran el vuelo en su estómago infructuosamente—. Al menos eso es lo que Alexa dijo... No me gustan las redes sociales.

—Sí, lo he notado. Yo soy reservado en público y tú lo eres en privado, es gracioso. Eres demasiado anticuado.

—¿De verdad acabas de llamarme anticuado?

—Acéptalo, Merlín, te gustan los libros viejos, la biblioteca, la historia. Odias las redes sociales, las fotografías y la comida rápida. Te llevas —y esto espeluznante— muy bien con los adultos, más aún si tienen más de cuarenta. Eres un alma vieja.

Merlín le miró entre ofendido y divertido.

—No seas tan cabezota.

—Lo único que compensa todo eso es que te juntas conmigo —Continuó Mordred—. Soy genial por ambos.

—Oh, cuánta modestia. ¿Estás diciendo que debo agradecer tu amistad?

—Deberías.

Merlín negó con la cabeza, el pliegue de sus ojos indicando su diversión. Luego se quedó quieto, el sol desapareciendo por completo, dando paso a la penumbra. Pronto, dejaría de ver los rasgos de Emrys con claridad.

—Bueno, lo hago —Dijo en el inusual silencio que seguía al atardecer, cuando todo animal se preparaba para dormir—. Agradezco tener tu amistad. Realmente lo hago.

Dos vidas, un problemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora