—Hey —Saludó Mordred suavemente.
—Hey...
Después del momento íntimo pero incómodo que vivieron en Halloween, Merlín había estado un poco extraño. Le atrapaba mirándole cuando creía que no le prestaba atención y sus ojos le rehuían. Seguían hablando como siempre, pero se instaló una cierta tensión entre ellos, como si hubiera palabras no dichas flotando en el aire.
Era cierto que Merlín solo había respondido con un pequeño "gracias" a su oferta de compartir su sueño. Aquel día, cuando llegó a su habitación después de clases, Mordred había gritado en la almohada con la cara roja, dándose cuenta de que había ofrecido compartir su vida con él. Alguien más podría decir que prácticamente se le había propuesto.
Pero no hablaron más de eso, porque los dos evitaban el tema.
Los meses pasaron como las hojas del otoño y fue un día frío de vacaciones cuando quedaron para ir a comprar los regalos de navidad juntos. Caminaron por la avenida concurrida enfundados en gruesos abrigos, bufanda y guantes. Merlín se había hecho de un gorro borgoña que tenía un rayo en el frente. Mordred le había dicho que quería robárselo.
Se decidió a comprar un bonito dije para su madre y unas corbatas nuevas para su padre, porque las que usaba eran sencillamente ridículas. Merlín compró un chal de bonitos bordados para su casera y un abrigo para el gato callejero que siempre tocaba su ventana en las noches frías. Curiosamente, le había nombrado Ai —él sospechaba que era diminutivo de Aithusa—.
Mordred pensó seriamente en qué regalarle a Merlín. No podría comprarlo aquel día y tendría que ir después, pero estaba muy pendiente del brujo para ver si reaccionaba a algo en particular. Caminando frente a las tiendas, Merlín se detuvo abruptamente, Mordred miró el aparador al frente por inercia. Era una tienda de ropa interior de mujer.
Sus cejas se fruncieron ante la idea de que a Merlín le gustaría que le regalaran eso y recordó las veces en que Arthur relató cómo había atrapado al hechicero con un vestido en diversas ocasiones.
Sin embargo, al mirar al pelinegro se dio cuenta de que no estaba mirando nada dentro de la tienda. Su vista estaba fija algunos aparadores más allá, en una persona. El hombre en cuestión tenía el cabello negro y charlaba con una mujer de cabello castaño a la que Mordred le encontró un leve parecido con Guinevere. Merlín jadeó casi inaudiblemente mientras miraba al hombre, sus ojos castaños ceñidos gracias a una brillante y sincera sonrisa. El hombre tenía una pequeña bebé regordeta en sus brazos.
Mordred sintió algo parecido a una mano apretando su corazón cuando los ojos de Merlín brillaron con lágrimas. El hombre miró hacia ellos y, por un momento, hubo confusión en su mirada. Luego reconocimiento. Sonrió.
Tomó la manito de la niña, cuyo cabello era tan oscuro y rizado como el de su madre, y la agitó en su dirección. Merlín temblaba.
—¡Eh, hermano! —Gritó alguien cuando pasó a su lado. Era otro hombre que se dirigía a la pareja. Al alcanzarlos, tomó a la niña de los brazos de su padre y la alzó, ella rió tiernamente.
Merlín les miró un poco más antes de volver y alejarse rápidamente. Mordred tuvo que trotar un poco para alcanzarle y llevar el ritmo de sus largas zancadas. Caminaron en silencio durante varios minutos, hasta que salieron del centro y las calles se fueron vaciando. No tenía idea de a dónde iba, Merlín tampoco parecía saberlo, solo tenía la sensación de que quería privacidad.
Se debatió entre dejarlo irse o seguirlo algunos pasos detrás, al final hizo lo segundo, no atreviéndose a dejarle solo. Merlín se apoyó en la pared de un callejón vacío, respirando con agitación. Mordred, preocupado, se preguntó quién sería ese hombre para tener un efecto así en el brujo.
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Dos vidas, un problema
Fiksi PenggemarMordred era un chico con problemas. Pero el mayor problema de Mordred era que no pertenecía a aquella época en absoluto. Y su nombre, desde luego, no era Mordred. Disclaimer: Merlin pertenece a la BBC y los personajes que no tienen que ver, no sé de...