¡Hola! Perdonen las faltas ortográficas. He decidido pausar temporalmente esta historia, hasta que terminé la otra historia que estoy intentando escribir. No tengo un tiempo definido pero tratare de hacerlo rápido, más o menos. Gracias por leer mi historia. Si les interesa saber de que va la otra historia pueden pasarse por mi perfil y ahí ésta.
"Nos vemos pronto" o mejor nos leemos pronto.
Disfruten el capítulo, algo corto quizás, pero aún así espero que lo disfruten. Si tienen algún comentario pues bienvenidos sean.
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Nathan me lleva en brazos hasta la bañera. Por qué en definitivamente él no ha preparado la ducha, si no la bañera. Ya saben a lo que me refiero, a la tina. Dónde hay mucha espuma. Lo tengo que admitir realmente es que se ve genial, pero el ir entre sus brazos, y sin nada que cubra mi cuerpo, me da pena. Aunque segundo atrás él haya pues causado un orgasmo en mí.
Mi primer orgasmo. Es extraño pensar en eso, pero a la vez excitante, ya qué he experimentado algo qué jamás había hecho, y me ha gustado, bueno, me ha gustado cómo el me hizo sentir, como me hace sentir.
Ahora si lo pienso, creó que me gusta Nathan. Por eso no lo detuve. Y si digo la verdad, aunque haya dicho que no quiero perder mi virginidad aún, me quedé con ganas de más. De seguir explorando estás mágicas sensaciones que el puede producir en mí.
Mis ojos parecen una veleta loca, por que no saben dónde fijar su atención. Y no quiero mirar a Nathan, mirarlo supondrían ponerme más colorada aún. Mi sangre parece querer acumularse en solo una parte de mi cuerpo. Mi cuerpo aún recuerda sus caricias, su forma de besarme, de tocarme. El estar en este momento entre sus brazos me hace estar tranquila, pero a la vez inquietud. En este momento soy un torbellino de emociones y sensaciones.
Pero de algo estoy segura y es que todas son buenas, además todas son provocada por el hombre que me acaba de depositar en una tina con muchas burbujas.
Nathan sé acomodó en la tina, mientras tiraba de mí para que estuviera entre sus piernas, y pegara mi espalda con su pecho. Ninguno hablaba. ¿Para qué hablar? Sí las acciones hablaban por si sola, y la verdad es que me sentía en una maldita burbuja que rebota en una nube.
Acomodó mi cabello, dejando libre parte de mi cuello. Acercó sus labios a mi oreja.
–Dime, ¿Por qué bebías vino?–Su aliento aún olía rico, su respiración tibia, y el tono sensual de su voz erizo mi piel.
Cerré los ojos. Mientras el comenzaba a jugar con mi lóbulo.
–Hoy...–sus labios empezaron un recorrido de besos, desde mi lóbulo pasando por mi cuello hasta mi hombro y viceversa. Sus manos no fueron la excepción ya qué nuevamente empezaron a explorar parte de mi anatomía, haciendo cosquillas por dónde pisaban.
–¿Si...? –Mordió y tiró de mi piel justo donde mi hombro y mi cuello se unían. Lo qué logro un pequeño jadeo.
–Esta...ba fe-e-ste-ejando.
–¿Festejando?–Esta vez sus manos subieron a mis pechos, porpocionando caricias y masajes. Sus atenciones me quitaron las ganas de hablar así que solo asentí.–¿Qué festejabas?.–Ahora a su pequeño juego de besos y mordidas, se le unió su lengua.
–Entre...–Respiré hondo, tomando suficiente aire para contestar sin cortar las palabras.–Entrevista de trabajo– En el momento que terminé de decir eso, sus caricias, sus labios, todo se detuvo.
Pero de un momento a otro ya no estaba con mi espalda pegada a su pecho, sino a horcajadas sobre él. Podía sentir su abultado miembro en mi entrepierna, mientras sus ojos eran una mezcla pura de deseo, y molestia.
Mis manos estaban sobre sus hombros, mientras las suyas tomaban lugar en mis caderas.
–No trabajarás, Audrey–Su tono de voz era totalmente serio. Lo cuál me asusto pero a la vez enfado ya que no era una pregunta lo que acababa de decir sino una afirmación.
Lo miré incrédula, soltando una risita.
–¿Qué?.–Tal vez escuché mal y tan solo era efecto del vino, que hacía de las suyas.
–No trabajarás, no tienes necesidad de hacerlo, además estas y estamos bien así.
–¿Es una broma?
–No.–Repsondió tajante.
–Eso no te corresponde a tí decirlo. Puedo tomar mis propias decisiones–Mi respuesta no le causó gracia ya qué su ceño se frunció más de lo que estaba.
–Eres mi esposa. Y no lo harás, no es necesario que lo hagas. No quiero que lo hagas. Es un tema que no esta a discusión. No lo harás–Zanjó. Pero yo aún no estaba lista para terminarlo ahí.
–Si, quizás eres mi esposo, Nathan. Pero eso no te da derecho a decidir algo por mí–Enfurecí.–Y te recuerdo, querido, que este no es un matrimonio de amor, esto es tan solo un contrato–Molesta me levanté, saliendo de la tina, y tomando la primer toalla que encontré para cubrir y secar mi cuerpo. Dejándolo solo en su estúpida tina.–Agh, maldito idiota.
Me vestí con el primer pijama que logre agarrar, consistía en una playera de manga larga y unos pantalones en colores azules, y claramente ropa interior. Él aún seguía en el baño. Fue tan perfecto y tierno, pero era obvio que no duraria.
¿Quién se ha creído para ordenarme? ¿Acaso retrocedimos en el tiempo dónde el hombre dictaba y la mujer obedecida por qué no estaba a la altura de su esposo? ¿Era tan malo querer ganar dinero por cuenta propia? Si tal vez era mi esposo pero aún así eso no le da el derecho de decidir por mí, era suficientemente capaz de tomar decisiones por mí misma. El que aceptara casarme con él, no le daba por completo control de mí o de mi vida.
Enfada. Si ese era el sentimiento que me invadia. Además estaba cansada, y era mejor no verlo ya qué podría terminar en una discusión. Realmente no me gustaban, pero si tenía que hacerlo lo iba hacer, pero con fuerzas renovadas. Así que lo mejor era que fuera a dormir, dejar que Morfeo me acogiera en su reino de ensueño. Ya luego resolveria que haría con Nathan, quién cuando estaba por acostarme en la cama, apareció con una toalla en su cintura, directamente al vestidor, aún con cara de enfado pero que pena por qué ya había tomado una decisión, y si lo lograba lo haría sin pensar en nadie más que en mí, quizás era egoista pero no importa todos algunas vez tendemos que serlo.
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Un Matrimonio No Deseado-(Terriblemente Pausada)
Genel KurguAudrey Blackwood, es una chica de 17 años, que cursa su último año de preparatoria. Es hija del mejor abogado de Londres, Charlie Blackwood. Ella tiene un hermano, Sam. Hay un gran problema para Audrey debe contraer matrimonio con el, de Matt O'mal...