Luna

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En un primer momento, se sintió entusiasmada de ir hasta el pueblo con dos chicos tan guapos como Lucas y Joshua. Pero no demoró demasiado en descubrir que despertaba en ellos la misma atracción sexual que un puré. Suspiró con fastidio en el asiento de atrás del auto que les había prestado Valeria, mientras miraba el paisaje.

- ¿Y tú qué haces en el mundo real? - le preguntó Lucas.

- Trabajo en la farmacia de los Costas - respondió. - ¿Ustedes?

Preguntó en plural aunque Valeria ya le había informado que Joshua era su socio en el gimnasio. De todos modos, quería incluirlo en la conversación.

- Yo tengo una tienda de libros - respondió Lucas. - La cual en este momento dejé a cargo de un empleado, por lo que espero que siga en funcionamiento cuando regrese.

- ¿Trajiste algo para leer durante el verano? - preguntó Luna.

- Traje un par - respondió Lucas. - Pero lo bueno es que si me quedo sin libros, puedo ir a buscar más. ¿A ti te gusta leer?

- Sí, un poco - respondió Luna.

No iba a confesar que era fanática de la lectura erótica, porque sentía que no era un tema de conversación para hablar con dos desconocidos en el primer recorrido que hacían juntos hacia Bahía Ausente.

- Yo soy entrenador - respondió Joshua. - Trabajo con Valeria en el gimnasio Aliados.

- Todos dicen que eres bueno - recordó Luna. - He escuchado buenos comentarios sobre ti.

Sólo podía ver la nuca de Joshua desde el asiento de atrás, pero creyó percibir que el muchacho se ruborizó. Esa humildad la conmovió, aunque no supo por qué.

<<Ah, claro, siempre te atraen los homosexuales>>, se reprochó.

La imagen de su ex novio vino a la cabeza pero se apresuró en descartarla.

- Tienen su propio negocio, por lo que mi pregunta quizá no tenga validez para ustedes - comentó Luna. - Pero, ¿creen que seguiremos teniendo nuestros trabajos cuando el campamento termine?

- Según las palabras del alcalde, sí - respondió Lucas.

Octavio Catalani había comunicado, por medio de un decreto municipal, que las personas que prestaran sus servicios en el campamento durante los tres meses, además de recibir el pago correspondiente, no perderían sus empleos oficiales si estaban en una situación de dependencia.

Luna apreciaba su trabajo y antes de aceptar la oferta, reconoció tener mucho miedo de quedarse sin su empleo cuando el verano terminara.

Llegaron a la tienda de antigüedades, ubicadas a tres cuadras de la plaza central. Tal como su nombre pronosticaba, parecía que su fachada no había sido modificada desde la creación de Bahía Ausente, hacía más de cien años atrás. Era un local amplio y, valga la redundancia, antiguo.

El ruido de unas campanas colgantes sobre la puerta alertó de la presencia de los tres. El negocio estaba vacío, a excepción de una figura en penumbras que estaba detrás del mostrador, en el fondo.

- ¿Qué estamos buscando precisamente? - preguntó Joshua.

- Pediremos un poco de ayuda - les contestó Lucas. - El dueño del local es un hombre que sabe mucho. Me ayudó a la hora de escribir el compendio.

Luna había mirado un par de páginas del famoso compendio al que hacía referencia Lucas. Había cada monstruosidad que esperaba que sólo fueran producto de la imaginación colectiva.

Se dirigieron hacia el final de la tienda. El dueño al que hacía referencia Lucas era un hombre petizo, completamente calvo y sus cachetes colgaban en su cara como si se hubiera hecho alguna cirugía para mantenerlos firmes pero salió mal. Usaba lentes y, pese al clima, una campera de lana por sobre una camisa. Le pareció un hombre raro.

- Arturo - saludó Lucas. - ¿Cómo estás?

- Hola, Lucas - respondió el dueño. Saludó con tranquilidad. Bastante animado pero aun así parecía no era una persona eufórica. - Esperaba verte antes.

- Oh, sí, es que estoy trabajando en el campamento de verano - respondió Lucas. - No estuve con mucho tiempo para andar por las tiendas.

- No, me refería a que esperaba que vinieras antes porque pensé que tú te diste cuenta - le dijo Arturo, al parecer disgustado por haber perdido una clase de códigos. - Las cosas han cambiado en estos días.

Luna no tenía idea de qué significaba aquello, pero a juzgar por la expresión sombría que utilizó, no auguraba nada bueno.

- ¿Cómo que cambiaron? - preguntó Joshua, introduciéndose en la charla sin invitación.

- Sí, desde la semana pasada - insistió Arturo. - Algo sucedió en Bahía Ausente. Siempre fue un pueblo raro. Pero hay mucho movimiento sobrenatural.

Luna quiso intercambiar una mirada con alguno de sus dos compañeros, pero los desgraciados estaban muy concentrados intercambiando miradas entre ellos. Tuvo deseos de romperles alguna reliquia por la cabeza.

- ¿De verdad? - preguntó Lucas.

- Sí - afirmó Arturo. - Todos esos monstruos que están en el libro que estás armando, es probable que finalmente los conozcas.

Nube de Insectos (Compendio #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora