Melissa

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Todos los que estaban sentados alrededor de la mesa callaron cuando el niño apareció. Confundido al tener tantos guías mirándolo, el niño fue directamente hacia Melissa.

- Estos cubiertos son de plástico - se quejó, agitando los utensilios blancos. - Tú tienes cubiertos de verdad.

- Lo sé - respondió Melissa, con un falso cariño. - Pero ustedes son unas pequeñas bestias que se pueden lastimar.

El niño, que Melissa creía que se llamaba Dylan, era un jovencito rubio y petulante. No era diferente a la gran mayoría cuyos padres podían pagarle aquel campamento. En una semana de trabajar allí, comprendió que la mayoría de los clientes eran niños elitistas cuyos padres estaban demasiados ocupados para hacerse cargo de ellos en vacaciones.

- Mis padres pagan mucho dinero en este campamento como para que me des cubiertos de plásticos - insistió Dylan.

Melissa suspiró. Cuando el niño tenía razón, tenía razón.

Tomó un juego de cubiertos del plato aledaño al suyo y se los entregó.

- Oye - dijo Julio. - Esos eran míos.

- Toma - le dijo Melissa a Dylan, ignorando a Julio. - Pero prométeme que los pondrás en un enchufe.

El niño sonrió por su victoria.

- Si supiera que en la vida real, en lugar de darle los cubiertos amablemente se lo clavarán en el cuello, no iría sonriendo así - se lamentó ella, volviendo a todo el grupo que miraba la escena boquiabiertos. - Disculpen la interrupción, ¿en qué estaban? Ah, sí, en el tema del que fueron atacados por mosca.

Cuando partieron eran tres, pero sólo volvieron Joshua y Lucas. Decidieron que el almuerzo era un buen momento para contarles que fueron atacados por miles de moscas y que Luna estaba en la clínica.

- Por lo que pudimos entender, los demonios o entidades malignas que vivían pacíficamente en Bahía Ausente, ya no lo están - continuó Joshua. - No sé por qué, pero el haber liberado a Zack ha desequilibrado el mundo paranormal.

- Y mi máxima fuente de datos para realizar el compendio de monstruos, ahora tiene miedo de mí - se lamentó Lucas. - Hay muchas antigüedades hechizadas en su tienda y, al parecer, una de ellas decidió atacarnos al enterarse de que Zack estaba libre por nuestra culpa.

- Ustedes son conscientes que nada de esto tiene sentido, ¿no? - preguntó Melissa.

- ¿Qué dijeron los médicos sobre el estado de Luna? - preguntó, a su vez, Valeria. - ¿Se pondrá bien?

- Iban a realizarle estudios - dijo Joshua. - Con un poco de suerte, simplemente se golpeó en la cabeza cuando sufrimos el ataque. Volveré después de almorzar. Ángel se quedó con ella.

- Aaaawwww... - ronroneó Melissa. - ¿Ustedes creen que a Ángel le guste Luna?

Todos la miraron como si hubiera perdido la cabeza.

- ¿Qué relevancia tiene eso con lo que está pasando? - le preguntó Valeria.

- Ninguna - concluyó Melissa. - Pero desde que me di cuenta que me encuentro estancada en mi relación con Jaime, vivo indirectamente por medio de los demás.

- Bien, volveré a la clínica - dijo Joshua, que ni siquiera tuvo la intención de devolverle el auto a Valeria.

De repente, Bruno se incorporó unos pequeños centímetros sobre la silla, quedando inmóvil en el aire en una postura imposible. Joshua también frenó su partida, esperando alguna clase de movimiento. Pero Bruno se volvió a sentar como si nada.

- ¿Quieres ir con él? - le preguntó Valeria.

- No, no, somos pocos en nuestro equipo trabajando aquí - comentó Bruno.

Nadie insistió, porque más allá de todo era cierto.

Joshua finalmente se marchó solo. 

Nube de Insectos (Compendio #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora