Ángel

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- Máximo Alborada - volvió a repetir a la Ángel, por tercera vez.

La recepcionista de la clínica, la única que había en Bahía Ausente, o bien era estúpida o estaba jugando con él.

- ¿Estás seguro que ingresó aquí? - preguntó.

- No lo vi ingresando aquí - dijo Ángel. - Pero vi que la ambulancia se lo llevó. Fue el sábado anterior.

- Bueno, pero quizá haya sido trasladado a otro lugar - comentó ella, como si intentara encontrar alguna clase de explicación.

- ¿De todos modos no deberían registrar los traslados? - preguntó Ángel.

- Sí, deberíamos - afirmó la recepcionista.

Era una mujer con una abundante cabellera negra y llena de rulos. Tenía unos pómulos muy grandes, lo que ocasionaba que sus ojos fueran pequeños y casi felinos. Si no fuera porque en aquel instante lo estaba irritando por su incompetencia, Ángel la hubiera considerado atractiva.

- Fue el sábado pasado - insistió Ángel. - Hace unos nueve días.

- No tengo registros de él - dijo, finalmente.

- ¿No existe la posibilidad de que alguien que estuviera de guardia el sábado por la noche se hubiera olvidado de registrarlo? - preguntó Ángel.

- Los olvidos administrativos ocurren constantemente - dijo la muchacha. - En especial si fue alguien a quien se trasladó. Si me aguardas un minuto, verificaré qué médico estuvo de guardia el sábado pasado y le preguntaré por tu amigo.

- Gracias - suspiró Ángel.

- ¿Puedes decirme qué le había sucedido? - preguntó la recepcionista, antes de marcharse.

- Simplemente se descompensó - respondió Ángel.

Era lo único que se le ocurrió. No podía decir "ha envejecido un siglo por un beso que le dio un hombre", porque toda la credibilidad se perdería.

- De acuerdo - afirmó la mujer, extrañada. - Espérame aquí.

Que no hubiera registros de su amigo en la clínica comenzó a despertarle sospecha, que se sumaba a la situación de que la familia de Max no parecía estar notificada que el joven se descompuso.

Hizo un gran esfuerzo interno para que no le ganara la intranquilidad. Si seguía a ese ritmo, no iba a demorar mucho en comenzar a gritar preguntando dónde estaba su amigo.

De todos modos, el hermano de Max le había dicho que recibían mensajes del desaparecido, aunque Ángel comenzó a sospechar que fuera su amigo quien le escribía a sus padres.

La idea de que alguien se estuviera haciendo pasar por él lo perturbó por completo, porque todo apuntaba que esa persona, no podría ser otra que el coordinador del campamento.

Y si era así, todos estaban trabajando para un hombre peligroso.

Nube de Insectos (Compendio #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora