Joshua

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- Me estás matando - murmuró Julio.

- ¿Cómo dices?

Julio detuvo su marcha y se derrumbó sobre el piso de madera de la cabaña. Cayó de espaldas, lo que permitió que Joshua pudiera observar con la luz de la mañana sus abdominales marcados y la transpiración que corría por ellos. Se obligó a apartar la vista antes de incomodar a su compañero.

- Tu entrenamiento es muy duro - afirmó Julio, algo agitado. - Me encanta.

- Bueno, es un placer para mis oídos escucharte decir esas palabras - afirmó Joshua. - Pero puedo reducir la intensidad si es que no puedes seguirme.

- No, ni se te ocurra - pidió Julio. - Aunque creo que deberías hacer extensivo estas clases. Podemos hablar con Edgar para que, además de dar las clases a los niños, tengas una hora para entrenar con los adultos.

- Para eso dirijo un gimnasio - le recordó Joshua. - Si hago entrenar a los demás, no puedo entrenar yo. Y con todas las actividades que tenemos aquí, gastar una hora al día de entrenamiento para los más grandes, me restaría a mi físico.

- Para que los demás se vean bien, primero debes verte bien tú - analizó Julio. - Lo entiendo. Bueno, me agrada ser tu alumno y que estas sean nuestras clases particulares.

- No eres mi alumno - dijo Joshua, levantándose del piso. - Eres mi compañero de cuarto.

A decir verdad, hacía una semana que se levantaban una hora antes que el resto para entrenar en la habitación. Joshua había traído las colchonetas de su propio gimnasio y encontraron una buena forma de empezar con buen humor la mañana.

Además, entrenaban solamente con ropa interior, lo que agregaba a aquella dinámica un aire homoerótico que enloquecía a Joshua aún más de la cuenta. Desconocía cómo sería la reacción de Julio si se enterara que, pese a todo el profesionalismo que lo caracteriza, su mirada iba hacia su entrepierna en más ocasiones de las necesarias.

Después de estirar, Julio entró a ducharse mientras él esperaba su turno. Cubierto de su transpiración y aún en ropa interior, decidió envolver su cintura con una toalla cuando llamaron a la puerta.

Valeria, capitana de su equipo y ex novia, se sorprendió de encontrarlo así.

- Estás transpirado - saludó.

- Con Julio entrenamos todas las mañanas - le comentó. - Para mantenernos en forma.

- ¿Y te hizo caso? - preguntó, angustiada. - Que envidia. Quise hacer lo mismo con mis compañeras de habitación pero Melissa me juró que iba a presentar su renuncia si la obligaba a entrenar. Tendré que insistir.

- O entrena tú y fíjate como contagiarás a los demás - la aconsejó Joshua.

- La gente no funciona así, Josh - respondió ella. - Vengo a buscarte para que vayamos a hablar con Lucas. Ha pasado una semana desde que el Drenador ha vuelto viejo a Max y todavía no encontramos forma de revertirlo.

El asunto le sonaba tan disparatado que todavía no conseguía procesarlo en virtud de cómo realmente sucedió. Pese a que lo había visto en primera persona, aún no podía creer que ese tipo de magia existiera.

- De acuerdo - comentó. - Déjame que me ponga un pantalón, al menos.

Volvió a cerrar la puerta y buscó un pantalón deportivo que estaba en dignas condiciones de pasar por la lavadora.

Salió sin remera, disfrutando de los primeros rayos del sol de verano. Se percibía que haría un día de mucho calor.

- ¿Cómo sigue tu historia con Bruno? - le preguntó ella, mirando hacia el frente.

- Después de un par de besos, decidió que teníamos que tomarnos las cosas con calma - comentó Joshua. - Al parecer, con mucha calma, porque creo que me ha estado evitando desde entonces.

- Estuvimos muy ocupados - añadió Valeria, como si fuera una justificación.

- Duerme en la habitación conjunta - señaló Joshua. - Si tuviera interés, algo de energía le sobraría para acercarse. Pero como pareciera que no, me resulta un poco liberador. He visto a muchos chicos de los otros equipos que son dignos de tener en cuenta. ¿Qué hay de ti y tus encuentros sexuales con el coordinador?

Valeria lo miró boquiabierta. Desde que Joshua dedujo que se acostaron, jamás se lo había planteado. Era cierto que estuvieron ocupados y, en el poco tiempo que se veían, nunca le había mencionado que supo sobre ellos dos. Quizá era cierto que Bruno no encontraba el momento de acercarse.

- ¿Cómo lo supiste? - preguntó ella.

- No estaba seguro - respondió él, sonriente. - Ahora sí. Lo deduje por los cigarrillos que fuma. No son de los que se consiguen aquí.

- Había imaginado que podrías deducirlo por eso - comentó ella. - Fue un error de una noche. Estaba nerviosa por este empleo y nos juntamos a hablar sobre el trabajo. Una cosa llevó a la otra y de repente, tuve un rato de mal sexo. Pero como dices tú, por suerte aquí hay muchos chicos con los que entretenerse.

Nube de Insectos (Compendio #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora