PREFACIO

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(Eres una idiota, ¿acaso nunca has hecho una cosa tan fácil como esta? Eres una estúpida, una doña nadie...)

Esto era lo que Jess escuchaba todo los días; lo que con tortura, dolor y una gran rabia, escuchaba decir a su padre. Éste era muy cruel, siempre le pegaba a su esposa, la insultaba de la manera más horrible de la que se podrían imaginar. Una simple cachetada o incluso unos cuantos golpes no eran suficiente para él. No se contentaba hasta verla sangrar y dejarla en el piso casi sin respirar.

Aquella tarde, Aren había estado en un bar, gastando todo lo que le habían pagado en el trabajo.

Llegó a casa muy ebrio y empezando a tener algunas alucinaciones. En una de esas, cree ver a su esposa (Mary) en frente de su casa hablando, según él, con un hombre. Empezó a gritar desde aquella esquina; mientras veía a aquel tipo alejarse y a su esposa entrando rápidamente a su casa.

Él empujó la puerta muy fuerte que llegó a romper la cerradura de ésta. Mary estaba sentada en una de las sillas cerca de la mesa, con la mirada perdida y con su codo encima de ésta, con su mano en un puño bajo su barbilla; escuchó el golpe y saltó por instinto. Aren se le acercó con el ceño y los labios fruncidos con los brazos cayendo a ambos lados de su cuerpo y con sus manos en puños.

-¿Qué te has creído?, ¿ah?-le gritó agarrándola de los cabellos. Se escuchaban fuertes bofetadas, puñetazos; y llanto, llanto de súplica, de dolor, de necesidad y sobre todo por ayuda, acompañados de gritos desesperantes que impulsaban a Jess salir corriendo para ayudar a su pobre madre-¡Dime!, dime que hacías afuera con ese tipo, ¡explícamelo mujer!-había un gran enojo en su voz que casi sonó ronca por la fuerza en que lo hacía; y aunque Jess estaba en su habitación, ya se imaginaba cómo se le salían los diablos a aquel hombre, que con gran odio, desprecio y dolor debía llamar padre.

-¡Ah...!-dijo con grandes ojos casi cristalinos (efectos del alcohol) llenos de furia-...que... ¿acaso no me vas a decir nada...?-mientras se escuchaba cómo se quitaba aquella correa de cuero que llevaba siempre puesta- ¿¡Ah!?-gritó, enrollando en una mano la punta de la correa mientras dejaba el otro extremo que tenía metal colgando de ella.

Se podía escuchar como Mary, la madre de Jess, se arrastraba por el suelo con dificultad y con un gran temor a lo que iba a suceder a continuación, llorando y suplicando para que pare.

-No, no por favor -lo decía casi en un susurro y sin aliento-Aren, te lo suplico...-aproximándose a la pared-...te juro que no pasó nada...-imploraba con lágrimas y la voz entrecortada. Eso era lo que Jess escuchaba desde la otra habitación. Le había prometido a su madre que no volvería a enfrentarlo, ya que la última vez había salido muy mal, terminando con varias cicatrices tanto en su espalda como en sus pies.

-¡Aren, basta!-lo dijo, al parecer con su último aliento, con un grito realmente desesperado-estás muy ebrio..., por favor, no sabes lo que estás haciendo, y lo que supuestamente me dices que viste.... -esta vez, jadeando, era casi imposible distinguir aquellas palabras.

-¡Ah! ... con que no sé lo que vi ¿no?-fue ahí donde Mary chocó contra la pared, acercó sus rodillas al pecho y ambas manos al costado de su cabeza, tapándose sus oídos, deseando que no pase nada; mientras Aren, aprovechando el momento, y la vulnerabilidad de "supresa", comenzó a golpearla brutalmente.

Se escuchaban gritos inhumanos, de desesperación, de odio...

Aren, no siempre había sido agresivo, era puntual en sus pagos, se llevaba bien con todos, era un muy buen hombre, amoroso, cariñoso, comprensible, alegre y respetuoso; en conclusión era el hombre perfecto, buen físico, alto, rubio, ojos celestes, piel clara..., hasta se podría decir que era perseguido por toda las chicas de su antiguo vecindario....

HopelessnessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora