CAPÍTULO 16

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Cuatro años después.

Me agaché y luego me levanté rápidamente, alcé mi pierna derecha y le di, con la planta de mi pie, una "patada" en el estómago, lo cual la hizo perder el equilibrio, pero no tanto como para caerse. Ella arremetió con su vara una vez más, pero yo era más veloz, incluso podría decir que sus movimientos eran tan predecibles...
El entrenador nos había dicho que podíamos usar cualquier parte del salón, pero que sólo sería un único implemento con el que nos quedaríamos, pero que podía variar con cada práctica. Tomé eso en cuenta e hice un movimiento para poder despistarla, lo cual me ayudó bastante, por lo menos por unos segundos.
Nuestras gotas de sudor caían al piso, lo que era una gran ventaja o desventaja para cualquiera de las dos. Por eso decidí subirme en el banco pegado a la pared, mientras ella estaba de espaldas por la fuerza emitida por el golpe de la varilla fallido hacia mí, di un pequeño brinco y de un momento a otro ya me encontraba en su espalda. Hice una llave inmovilizado sus brazos y presioné mi vara contra su cuello. La sorpresa fue tan grande que ambas caímos, pero eso no fue excusa para soltarla.
"Vamos sólo tres toques, vamos..." pensaba, esa era una señal para decir que se rendía, pero no pasó. Forcejeaba para que le soltarla el cuello, y con eso venían los arañazos. Seguí haciendo más presión, sabía que si se rehusaba a ceder podría dejarla inconsciente.
— Vamos...—le susurré.
Comenzó a patalear, sabía que no se dejaría vencer tan fácilmente.
Cuando creí que su necedad era tanta como su ego pensé en soltarla, pero justo en ese instante comenzó a golpear el suelo. Uno..., dos..., tres.
La solté.
Se agarró el cuello y comenzó a toser, respirando con dificultad.
Estaba tan agitada como ella, el corazón me latía a mil. Sentía mis mejillas arder. Me levanté pesadamente, luego flexioné mis rodillas y coloqué ambas manos en ella para poder respirar mejor.
—¡Qué bien!—comentó el entrenador.—Casi seis minutos, bien hecho chicas.
Cerré los ojos y masajeé mi  cuello. Mire una vez más hacia abajo y ella seguía ahí sentada en el piso, me acerqué y le tendí mi mano, la miró con cólera por largos segundos y luego accedió a tomarla. Ninguna de las dos nos dijimos nada, simplemente nos miramos mutuamente por lo que a mí me pareció casi una eternidad.
Dio media vuelta y fue a sentarse, aún estaba agitada, pero caminó como si nada y luego se dirigió a la banca para sentarse desde donde el entrenador y los otros seis nos miraban.
—Cada vez estoy más sorprendido Jess, tienes un potencial único— acercándose hasta quedar frente mío, sabía que quería darme unas palmadas en el hombro como acostumbra a hacerlo con los demás, pero le lancé una mirada de "NI SE LE OCURRA", así que sólo asentí y le di la espalda para beber algo de agua.

*


Fui en busca de Matt.
En estos años (aunque realmente me costaba admitirlo), él me había sido de mucho apoyo, pero claro no se lo había dicho aún.
—No creo que sea muy buena...., me parece algo exagerado y muy peligroso, no se ha probado y...— la voz de Matt se lograba oír desde el pasadizo, se notaba que estaba caminando y que no estaba solo.— mire, si ellos lo rechazaron..., hay una..., simplemente NO— había estado tartamudeando, pero noté ese énfasis acompañado de dos fuertes golpes en la mesa en la última palabra.
—A mí no me importa lo que creas, ¿Entiendes?—una voz femenina— Has simplemente trabajo, Matt.—arrastrando los dientes al pronunciar su nombre.
Escuché sus tacos en la loza acercase a la puerta, así que me alejé unos cuantos metros atrás corriendo y volví a caminar (un poco lento) a la "oficina" (como Matt me decía que lo diga), esperando a que salga aquella mujer. Cuando lo hizo, sólo la miré por unos segundos no muy largos, como cuando uno se cruza con un desconocido por un pasillo. Sin tomarle importancia y, como lo había deducido, era Karen.
Seguí mi camino, aunque ya estaba dudando si debía entrar o no. No soy nada buena consolando, además no sabía si ella aún me miraba. Volteé, pero ya no estaba. «Un peso menos», pensé.
Llamé a la puerta, demoró unos segundos y luego abrió.
—¡Hey!—algo contento como para haber acabado una discusión— ven, pasa.
Así lo hice.
Aunque me dolía, sabía que tenía que mantener la misma expresión con todos, incluso si me llevaba tan bien con alguien como él.
Suspiré.
—Entonces... alguien salió algo molesta de aquí, ¿no? ¿Qué pasó?
—Nada importante.
Arqueé una ceja, él bajó los hombros y luego dijo:
—Es mejor ser rey de tu silencio, que esclavo de tus palabras.
Durante este tiempo, él me había estado enseñando algo de historia universal, biología, física literatura... entre otros temas, y cada vez que me respondía con alguna frase o fragmento de algún libro o escrito, debía contestarle el autor. Sé que es algo tonto, pero no me molesta en absoluto.
—¿Shakespeare?—respondí apoyándome sobre la mesa de metal.—¿Qué tiene que ver él con Karen?
—No mucho, pero tiene razón en una cosa,—como me quedé en silencio esperando por su respuesta, continuó— no lo tienes que saber todo.
—Sabes que me enteraré de todas formas —desafiándolo.
—Lo dudo— con una sonrisa.
—Claro que no.— me di media vuelta y me alejé, de vuelta a la recámara.

HopelessnessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora