CAPÍTULO 7

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Sentí su mano a mi costado. La garganta me ardía como nunca antes, y eso que casi siempre he estado con la garganta muy irritada.

Me sacudía con la fuerza necesaria, ni tan fuerte ni tan despacio. Mientras que su otra mano se posaba en mi frente.
No quería abrir  los ojos.
El corazón me latía a mil por hora. No quería volver a verlo y enfrentarme nuevamente a su locura.

No lo aguantaría una vez más.
Lo último que recordaba, era un fuerte dolor en el estómago, y su mano alzada, lista para dar el siguiente golpe.  Si quería levantarme para volver a hacerme lo mismo, preferiría (si no lograba tomar medidas drásticas) quedarme quieta y no volver a moverme, hasta que se vaya o se canse de verme ahí echada sin más.

Pero sentía algo diferente. Ya no estaba mojada. ¿Eso era bueno? ¿Acaso había perdido la sensibilidad de mi cuerpo por todo lo que me había hecho, o algo por el estilo?

Seguía temblando, y aunque recordaba haber estado sudando, también sentía la humedad del agua. A lo menos, mi cuerpo sí seguía reaccionando.

Era insistente.

Cada vez lo hacía con un poco más de fuerza.

Pero no a la que me había acostumbrado.

—Oh rayos— empezó diciendo en un susurro casi inaudible.  

Casi.

Acaso escuchaba mal, ¿su voz sonaba tensa y preocupada?

Algo había cambiado. Definitivamente.

Pero ésta no era tan ronca como lo recordaba. O, tal vez era yo la que empezaba a...
¡Oh! ¡Dios mío....! ¿Cuándo podría acabar con esta tortura?

—Si piensas que me voy a quedar aquí toda la maldita madrugada— empezó con voz baja—, ¡pues te equivocas niña!

Ahí quedó.

Di un pequeño suspiro y así comencé a aliviarme poco a poco. Quería gritar. Pero claro, no les daría el gusto. ¡Ah, ah! Eso sí que no. Por primera vez desde que llegué a este lugar, me sentía contenta de escuchar su voz.

Di un leve suspiro, pero bastó para que se quede por un momento quieto.

Dejó de mover mi brazo.

—Eh... ¿Jess?— preguntó.
No que va. ¡UF...! ¿Por qué la gente hacía preguntas tan tontas, cuando era algo tan obvio?
Bueno, no importaba. En ese momento nada importaba ahora. Todo mi ser sentía que le habían quitado más de mil kilos de encima.

Pero, aun así, no quería abrir los ojos.

No. Aún no.

—¡Uf! Por favor, en serio no tengo tiempo para bromas, no en este preciso instante. Ya tengo mucho con el dolor de cabeza que me causaste ni bien empezaste con... -dió un suspiro- ...como sea.

Quería reírme, se portaba muy raro y eso me daba gracia. Lamentablemente me sentía un poco adormecida. No podía moverme.

Decidí esperar un poco para ver si cambiaba en algo, pero lo único que logré fue que Matt se frustrara un poco más. Un punto a mi favor; pero como que ya comenzaba a molestarme un poco.

Suspiré nuevamente, pero esta vez dejé que Matt lo vea y así pudoera dejarme tranquila.

HopelessnessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora