CAPÍTULO 13

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A regañadientes terminé el desayuno que Matt me llevó, todo por la curiosidad de saber dónde me hallaba y por encontrar una salida lo más rápido posible.
—Ok…, entonces ¿por dónde comenzamos…? — lo dijo más para sí mismo que para mí.
Recorrimos el pasillo de afuera, subiendo o bajando, no lo sabía.
Cada tantos metros se encontraba una puerta similar a la que según Matt era mi habitación, pomo plateado, puerta blanca, pomo plateado, puerta blanca, pomo plateado, puerta blanca…
Giramos una vez a la derecha, seguimos de frente, y luego dos veces más a la izquierda; finalmente llegamos a una gran sala, con varias mesas, como veinte o más, y bancas también plateadas, creo que eran los únicos colores permitidos, puesto que yo usaba un uniforme o ¿pijama tal vez? De color blanco.
—Este es el comedor—presentó Matt.
A lo lejos, pude presenciar un tipo de vidrio rectangular demasiado grande para ser una ventana, no, no era una ventana estábamos bajo tierra, éste era un espejo. ¿Un espejo?
—¿Qué… qué es eso exactamente? — viendo fijamente lo que quería decir. Él siguió mi mirada, se rascó la nuca, puso su cabeza a un lado y fijó la mirada al piso.
—Nada de qué preocuparse— y siguió avanzando.
Sabía que me ocultaba algo, lo presentía, no era tonta; así que si él no me lo decía sería yo quien averiguara qué era todo esto para salir de aquí.
Me hacía sentir muy incómoda toda esta situación, ¿espejos?, ¿por qué era necesario que hayan espejos en un comedor?, peor aún ¿por qué eran tan grandes?
Un escalofrío me recorrió nuevamente por la espalda, algo andaba mal.
—Esta es la barra, en menos de veinte minutos, todo esto estará lleno— mostrando un estante con varias bandejas hondas, si, también de color plateado.
Detrás de esta había un cuarto dividida por un pequeño muro y con vidrio traslúcido.
—Esa es la cocina— explicó a la pregunta que quería formularle. —Ven. —añadió.
Salimos de “EL COMEDOR” y nos dirigimos hacia otro pasillo. Caminamos por lo que me pareció diez minutos más y luego nos encontramos con una puerta, no, esta no era una puerta era mucho  más grande, tenía como tres metros de ancho y bueno, llegaba hasta el techo donde había varias líneas como aberturas.
Matt sacó, al igual que Karen, una pequeña pieza de plástico con una pequeña franja de color negro de su bata blanca y se acercó a una pequeña placa del mismo color al de la puerta. 
—Qué raro que no han abierto esto aún— susurró para sí mismo.
Se oyó un pequeño “bip” acompañada de una lucecita de color verde y a continuación se abrió la puerta, más bien se levantó.
—Aquí están las salas de entrenamiento.
Se mostró un gran corredor, ancho y muy largo. Al igual que todo se iluminó foco por foco cuando la puerta acabó de desaparecer del techo.
Él había dicho “ENTRENAMIENTO”, ¿qué significaba exactamente eso?
—¿Qué…? ¿Entrenamiento? — le pregunté.
—Así es. — y avanzó.
Troté un poco para alcanzarlo. Cuando llegué a su costado vi grandes salas a ambos lados del pasillo. La expresión de mi cara habrá sido tan evidente que escuché a Matt reír por lo bajo. Habían varios implementos en las paredes y esquinas, también colgando del techo, en una de ellos había logrado reconocer una soga y una forma cilíndrica de color negro, no quería avanzar, sabía que en cada habitación habría algo parecido. Repentinamente, imágenes fugases  pasaron por mi mente como en una película de avanzado rápido, fueron tan confusas y repentinas que me mareé.
Sin darme cuenta había empezado a hiperventilar.  La sala completa estaba dando vueltas. Mi corazón se aceleró. Pude detectar en una de esas imágenes a mi padre, joven como lo había visto el día de la boda o tal vez un poco más, con un palo redondo alargado más grande que él por dos cabezas. Caí de rodillas. La vista se me nubló y aunque supe que Matt me hablaba, o gritaba, no pude oírlo.
Se acercó rápido y fue a arrodillarse a mi lado, yo estaba ida, mi cuerpo estaba aquí, yo estaba aquí físicamente, pero aunque trataba de atraer mi mente lo más fuerte que pude, no podía alcanzarlo, me resultaba muy difícil.
Sentí su mano dándome ligeras palmadas en el rostro. Con ambas movió mi cabeza hasta poder quedar cara a cara con él.
—…só. — Mirándome muy preocupado. Sus ojos color miel expresaban mucha confusión y miedo…
—¿Qué..........só?
Algo tarde me di cuenta de que, en algún momento, había dejado de respirar. Exhalé fuertemente. Me había atacado el pánico. Aún sentía como si me estuvieran ahorcando pero ahora el dolor era menor.
—Jess, Jess ¿pero qué rayos pasó? — me dijo, pero no podía responderle. Era algo muy extraño. Sentí lágrimas en los ojos, me sentía agitada, fatigada. — Debemos volver a tu recámara— continuó poniéndose de pie y agarrándome de ambos brazos.
—¡NO! — aunque para ser franca no sé cómo o por qué lo dije. Se sorprendió tanto como yo lo estaba. Debía seguir. Tenía que.
—¿Segura? ¿No quieres descansar?
—Estoy bien, estoy bien— con un pequeño dolor en la frente, y una vez más, siendo cortante con él aunque sé que no se lo merecía. — sí, sigamos.

HopelessnessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora