CAPÍTULO 14

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«¿Acaso estoy loca?» pensaba mientras me ponía de pie, Matt me miraba como si hubiese visto algún fantasma o a un gato siendo atropellado... era demasiado raro, incluso para él.
Cuando finalmente pude sostenerme sin su ayuda con mis propios pies, de inmediato sonó algo así como una alarma.
— Creo que ya es hora...— con un suspiro algo decepcionante al principio.—...Tienes dos opciones, puedes quedarte aquí o volver a tu habitación. ¿Qué prefieres?
Lo vi con gesto cansado y aburrido, definitivamente él sabía lo que quería hacer.
A lo lejos se oyeron pisadas, unas muy pesadas.
— Vamos.— continuó.
Las salas se repetían, pero de vez en cuando algunos implementos cambiaban.
A pesar de nunca antes haber estado aquí, TODO me parecía muy familiar. Recorrimos el resto de la sala sin hablar. Agradecí el silencio.
— Si quieres contarme lo que suced....— empezó luego de unos minutos después.
— Nada— respondí. En esa sola palabra pude reconstruir mi muro, este vez esperando a que resista mucho más que la anterior.
Resopló.
— Muchas personas logran encontrar su pasión a los veinte, treinta, cuarenta o tal vez más años... algunos, desgraciadamente, nunca lo hacen... Pero hay otras que lo desarrollan desde muy jóvenes.— haciendo una pausa justo para cuando unas voces comenzaron a aparecer.
No demoraron mucho en hacerse entender. Ya en el fondo del pasillo, pude ver cómo cada habitación con las lunas transparentes se iban llenando de a pocos. Todos lucían ropa negra, y ni bien se acomodaron guardaron completo silencio.
Matt comenzó a volver por donde vinimos y pude fijarme que cada sección tenía personas de diferentes edades, no pasaban los veinte, o eso creo. Jamás en mi vida había visto a tanta gente en un solo lugar, se me puso la piel de gallina.
—¿Qué es lo que exactamente hacen aquí?— le pregunté como culpándolo.
— Ya te lo dije, entrenan— bajando los hombros.
*
Regresamos al comedor, ahora habían platos y restos de comida en las mesas y como a cinco chicos, dos de ellos algo pasados de peso, recogiéndolos.
Volvimos a, como lo llamaba Matt, "mi habitación", al abrir la puerta había una mancha negra sobre la cama que no había antes.
—Debes usarlo.
—¿Qué?— incrédula.
— Vamos Jess, no lo hagas más difícil— suplicando y  con un gesto algo cansado.
No soy esa clase de persona que le hace caso a desconocidos, pero sabía que había sido una carga pesada y muy molesta en estos tres  días y no era necesario que se lo pregunte, sólo con mirarlo me daba cuenta.
Solo asentí.

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