CAPÍTULO 12

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*

- ¿Mejor? - me preguntó. -Jamás había oído un grito tan fuerte como el que diste - en un tono coqueto y extrañado al mismo tiempo.
No quería responderle, aún seguía agitada, con gotas de sudor en todo mi rostro. Me limpié con mi muñeca. Traté de recuperar el aliento y suspiré dos veces.
-Enserio, casi quedo sordo - con un tono juguetón, aliviado e interesado por saber lo que sucedió.
Lo miré, estaba al costado derecho de la cama.
No quería admitirlo pero realmente agradecí que fuera él y no mi padre.
No me justificaría por haberle hecho saltar de un grito (o a lo menos eso esperaba) tampoco por distraerlo, así que solo suspiré, algo de alivio y frustración me invadió por completo.
Me quedé en silencio unos minutos más, haciendo que el ambiente se sintiera incómodo. Finalmente me rendí e hice una pregunta.
-¿Qué hora es?- intentando mostrar que estaba mejor, aunque aún me sentía agitada por lo que había soñado. Una pesadilla realmente cruel e inhumana.
Sentí cómo se quedaba sorprendido, ¿por qué? No lo supe ni quería.
-Casi las dos de la mañana y aunque pienso que has dormido mucho creo que necesitas descansar un poco más. - Hizo una pausa- ¿Crees poder lograrlo?- preguntó ensimismado.
-No lo sé - confesé, además no quería volver a hacerlo, no quería tener otra pesadilla.
Miré hacia ningún lado en particular enfrente de mí, era como si eso pudiese mantenerme tranquila, fuera de todo peligro.
Sin darme cuenta, él comenzó a tocar mi mano y a darle palmadas con la otra, no me había percatado de que estaba llorando hasta ese instante.
Me regañé a mí misma por lo bajo, había intentado no derribar aquellos muros de sentimientos susceptibles, y ahí estaba yo, llorando frente a Matt, demostrándome débil. Realmente me odié.
Limpié mis lágrimas lo más rápido de pude con ambas manos, casi arranchando la que Matt sostenía. Me dije a mi misma que me calmase, que encontraría una salida y volvería con...
¿Con quién volvería? Había perdido todo lo que me quedaba en el mundo.
Al recordar a mi madre las ardientes lágrimas que gritaban, rugían, pataleaban, se pelaban por ver quién saldría primero; pero esta vez no sucedería. Me tranquilicé y aparté ese pensamiento lo más que pude de mi mente.
Dio un suspiro algo pesado y añadió: - Okey...
Se dirigió hacia su escritorio detrás de la cortina y luego volvió con algo en su mano, sirvió agua y a continuación me lo entregó.
-Está bien, puedes tomarlo. -mostrándome dos pequeñas pastillas blancas. - No te preocupes es solo un relajante, te ayudará a descansar por lo menos un par de horas más.
Sentí un hormigueo que empezaba en la punta de los dedos y se extendía por todo mi cuerpo. Estaba nerviosa. No quería pasar por lo mismo otra vez, no quería ver a mi padre, ni mucho menos ser o estar en el cuerpo de alguien más, observando y sintiendo todas sus emociones y sufrimientos.
Tenía que tomar una decisión. Alcé mi vista y ésta se encontró con la de él.
Tuve una idea.
-Tú también te ves cansado. - y era evidente ya que tenía unas manchas muy grandes de color morado verdoso bajo sus ojos - Deberías descansar también.
-No puedo -dijo encogiéndose de hombros y algo cortante. - tengo mucho que hacer, pero lo tendré en cuenta.

Pocas horas después de tomar las pastillas tocaron la puerta, la voz de una mujer se dejó oír. Me hice la dormida, había estado despierta más de quince minutos, o eso creo, y casi siempre resistiendo para no reírme de Matt cuando algo le salía mal.
-¿Sigue durmiendo? - preguntó la mujer.
-Sí, eso parece- contestó Matt algo molesto o irritado.
-No hay tiempo, y eso lo sabes-con un tono de superioridad objetó. - Debemos bajarla, despiértala, estaré aquí en cinco minutos. - Una pausa- la TRASLADAREMOS.

*
Matt no demoró.
Pensé que "TRAERÉ ALGO DE COMER" lo había usado como excusa para salir de la habitación lo más rápido que pudo, pero había hecho lo que dijo.
Me sobresalté cuando tocaron la puerta.
Con el corazón en la mano y el pulso en mis oídos me dirigí directamente hacia allá.
Levanté una ceja al ver quién era y lo que traía en sus manos, era una bandeja plateada con una tapa semicircular del mismo color.
Sin otra opción retrocedí invitándolo a entrar.
Una sonrisa franca y triunfal se dibujó en su rostro. Cerré la puerta.
Dejó la bandeja en la pequeña cómoda y arrastró una silla de metal al costado de ésta, la volteó y se sentó cruzando ambos brazos y apoyándolos en el respaldar de ésta.
Extendió su mano para indicarme que hiciera lo mismo en la cama. Lo estudié detenidamente con expresión neutra. Me acerqué arrastrando los pies con los brazos cruzados, seria.
-Lo siento, - dijo mientras levantaba la tapa- pero fue lo único que encontré a esta hora, a Max no le gustó mucho que hurgara en su cocina.
La bandeja que había traído contenía un vaso de leche, frutas y algo de queso.
-Ten tienes que desayunar, no has comido nada sólido en tres días.
-¿Tres días? -inquirí de golpe. Parecía que todo había sucedido ayer...
-Sí.
-No tengo hambre - cambie de tema rápidamente, pero no era del todo cierto, ni bien había visto lo que la bandeja contenía mi estómago comenzó a rugir hasta hacerme doler.
-No importa te lo comerás, y no me iré de aquí hasta que esté todo vacío- no lo dijo tan fuerte como para asustarme, pero sí como para sorprenderme, jamás lo había escuchado así, y eso me hizo ponerme más a la defensiva.
-¿Una amenaza? - le cuestioné con tono sarcástico.
-No - pero, a mi parecer, se había demorado en responder.
Resoplé para mis adentros. Tenía hambre lo admito, pero no quería nada que provenga de este lugar, ya había tenido muy malas experiencias en estos, según Matt, tres días.

-Sip, ahora acaba. Te voy a dar un recorrido. -Cruzándose de brazos.
-¿Para qué? - en tono aburrido, poniendo los ojos en blanco y aun negándome a comer lo que trajo.
-Para que te acostumbres, es un lugar muy grande, es muy probable que te pierdas si no sabes dónde estás exactamente. -Miró hacia la bandeja con un tono lastimero.
-Y ¿Dónde estamos?
Pero no obtuve respuesta inmediata.
-Date prisa, tenemos sesenta y cinco minutos hasta que los demás se levanten.
Había estado mirando hacia el suelo hasta que le oí decir las cuatro últimas palabras.
Lo miré fijamente sin esconder mi asombro.
-¿¡Qué!? ¿Los demás?
-Ya te dije es un lugar muy grande.

HopelessnessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora