Sentí fuertes punzadas en la cabeza, parecía que un pájaro carpintero le había dado la gana de irse a vivir dentro mío. Aún tenía la garganta inflamada, creo que, mientras dormía, seguía llorando.
Estaba con el corazón en la boca y mi pulso estaba muy acelerado, fuera de control.
No me había percatado de que en el armario en la esquina izquierda de la habitación había un espejo; me llevé una mano a la frente más por costumbre, que por olvidarme del insoportable dolor. Lo que había sucedido ayer, lo recordaba todo detrás de una vieja, densa e inalcanzable cortina negra, tan espesa como estar en el mar de la Antártica al anochecer. Como si hubiese pasado siglos en lugar de horas.
Intenté levantarme, sentí las piernas entumecidas y adoloridas, como si no las hubiera usado hace años. Con paso perezoso, me fui acercando a aquel espejo, estaba asustada y muy, muy cansada al mismo tiempo. Tenía la cara muy pálida, los párpados muy rojos—como lo supuse— sentí que había aumentado 100 años, me sentí tan débil que hasta me era difícil respirar.
Volví la cama a tientas, arrastrando los pies y tratando de entender lo que me estaba pasando.
Acababa de cubrirme con la fina manta, cuando oí pasos en el pasillo, y el sonido de las llaves al chocarse. Me estremecí. No sabía lo que iba a suceder, tenía un raro presentimiento. Le di la espalda a quien quiera que fuese que estaba detrás de la puerta, y cerré los ojos fuertemente. Me esforcé para regular mi respiración y mantenerme quieta, pero me fue imposible con los escasos, pero fuertes y brillantes rayos de sol.
No me dio más tiempo para cambiar de posición, así que me quedé ahí mismo. Escuché unos zapatos de tacones no tan altos sonar en aquel suave piso, me hacía recordar a la forma de caminar de mi amada madre— ¡Oh, Dios! Mi madre, ¿dónde estaba?, la necesitaba, debía de asegurarme de que estaba aquí conmigo, a mi lado— una lágrima se me escapó, aunque sonara igual, sabía que no era ella. Y, si me volteaba, jamás terminaría de recomponerme a mí misma por aquella alucinación.
De pronto, los pasos se detuvieron, y a continuación, "ella" me pasó una mano por la cabeza, hice ademán de disfrutarlo— ¡Ha! A quién voy a mentir, se sentía muy bien, me sentía querida, me recordaba a mamá—. Esta vez no lo soporté, me volví hacia ella, quise saber quién rayos era, quise confrontarla, pedirle explicaciones, saber dónde estaba mi madre, y cuán lejos estaba de ella.
Recordaba aquellos ojos azules, ahora sí que se veía muy cansada. Todas las palabras quedaron flotando en el aire. No pude formularle nada. Ni un solo sonido salió de mí. Aparté la mirada rápidamente del suyo.
Se arrodilló al costado mío, debió darse cuenta, ya que sacó, otra vez de su bolsillo frontal, un pañuelo, me lo entregó y al momento de acomodarse para sentarse a un lado de la cama, pude distinguir que en el bolsillo de su blusón, había una especie de símbolo, el cual me era muy familiar, recuerdo haberlo visto en algún lado, lo que no recuerdo es cuándo ni dónde. Una figura casi perfecta, bordada en hilo negro, tenía tres lineas paralelas en forma vertical, con un rombo perfecto en el medio y conectado con líneas diagonales, simplemente hermoso y aterrador.
Debió percatarse de lo que estaba mirando, así que lo único que dijo fue:
—No te preocupes cariño, estarás muy bien aquí. Estarás a salvo.
La miré extrañada, tenía mucho que decir, mucho.
—Pero lo único que pude formular fue:
—¿Qué... qué es este lugar?—la garganta me ardía, la sentía muy inflamada, tanto así que hasta me era difícil pasar la saliva.
—Creo que necesitas descansar un poco querida, emm... vendré más tarde, no te preo...
—No me has respondido— esta vez mi voz sonó más fuerte y ronca de lo que imaginaba.
—Si...—empezó evitando mi vista rápidamente—como te dije, será mejor que descanses, más tarde te explicaré lo que...—tomó una corta bocanada de aire entre dientes. Abrió la mesa de noche y al mismo tiempo, sacó una jeringa con un líquido medio verdoso—...está... sucediendo. ¿Vale?
Ni siquiera me dio tiempo de decirle que pare.
El solo hecho de haber visto eso, me hizo tener menos confianza aún.
Sin detenerse a explicar aquello, aplicó el líquido en mi brazo derecho, y comenzó a dar media vuelta. Lo único que quería, desesperadamente saber era el "¿Por qué?" de todo lo que me estaba sucediendo.
Pero, involuntariamente, la oscuridad me cubrió y volví a caer en un sueño profundo.
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Hopelessness
Teen FictionJess no tuvo una infancia muy feliz que digamos. La muerte de su hermano y la forma en que fue encontrado destruyó, literalmente, a su familia. Ella no sabía en lo que su padre trabajaba, ni antes, ni después de la tragedia, bueno no hasta poco ante...