—¡Ethan! ¡no estoy segura de esto! —Exclamo.
—Vamos, Jackie. No tengas miedo. —El castaño acciona el mecanismo de la puerta principal del Palacio y esta se abre.
La luz de la luna se cuela por todo el Palacio. Tomo una bocanada de aire.
—¿Lista? —Sonrío.
—Lista. —Tomo su mano extendida y caminamos fuera del Palacio.—A esta hora hay un cambio de guardia. Tenemos diez minutos. —Anuncia. Trago saliva y me preparo mentalmente.
Entonces, mis pies desnudos tocan las briznas de hierba, están heladas y tienen pequeñas gotas de agua.Estamos en el jardín delantero, el que tiene el camino de azulejos rojos.
—¿Y qué se supone que hacemos aquí? —Le cuestiono.
Me cuesta verle por la falta de luz, tan sólo distingo que sonríe ampliamente.
—Una vez me dijiste que querías caminar por el camino de azulejos rojos, ¿no? —Frunzo el ceño y trato de hacer memoria y recordar ese momento.Entonces, cuando por fin llego hasta ese momento, entre abro los labios con ligera sorpresa.
—Fué hace mucho tiempo, Ethan. Apenas nos conocíamos.
¿Cómo puedes recordarlo?
—Agacha la cabeza y vuelve a alzarla para mirarme.
—Lo recuerdo todo, Jackie. Cada momento, cada frase. —Mis dientes enganchan mi labio entre ellos y suavemente comienzo a morderlo.—¿Tienes memoria de elefante o algo así? —Bromeo. Larga una risa.
—Ni siquiera recuerdo lo que comí ayer. —Se encoge de hombros y alzo una ceja.
—Pero recuerdas lo del camino de azulejos...
—Porque fuiste tú quien me lo dijiste, Jackie. No te lo tomes tan profundo. —Lo dice en un tono divertido pero no puedo evitar que mi pulso se acelere.—¿Sabes que vamos a contrarreloj, no? ¡vamos!
—Pongo los ojos en blanco y retrocedo por la hierba hasta el inicio del camino.
Pero me quedo estática.
—¿Qué te pasa? —Me llevo una mano a la boca y noto el calor subirme a las mejillas.
—¿Te parece que soy muy ridícula por esto? —A través de la oscuridad, veo como pone los ojos en blanco con diversión.—¡Me da vergüenza! no mires.
—Pido infantilmente.
Larga una carcajada y se "tapa" los ojos.Entonces, pongo un pie en el camino.
El aire nocturno hace que el pelo se me pegue a la cara y que algunos cabellos se me metan en la boca.
Piso un pétalo de rosas y cuando lo hago, siento cosquillas en el pie.
Las baldosas están tan frías que todo mi cuerpo se estremece cuando pongo el segundo pie.Casi se me quedan pegados por el frío y avanzo otro paso.
Como si estuviera tratando de mantener el equilibrio, abro los brazos y una sonrisa crece en mis labios.Cierro los ojos, todos mis sentidos activados.
Ahora solo soy yo. Sólo soy Jaqueline.
Caminando sobre baldosas y pétalos helados, notando el viento chocar contra mi rostro.
Mis labios algo más resecos y la felicidad repentina embriagándome.Y por un instante, sólo por un instante, una décima de segundo, soy libre.
Soy libre por primera vez.Me pongo de puntillas y camino los que creo son los últimos pasos.
Las suaves gotas del rocío nocturno rozando mi piel.
Entonces, uno de mis pies se descontrola por el agua y resbala.
Pero nunca llego al suelo.La fría piel de mis brazos se encuentra con dos cálidas manos que me agarran antes de que caiga.
Abro los ojos y esas manos hacen un recorrido hasta llegar a mi cintura y por un segundo, mis pies dejan de tocar el suelo.Sus iris profundos son lo único que veo en las sombras de la oscuridad.
Sonrío.
Nerviosa, inocente, enloquecida.—Gracias. —Susurro tan despacio que la duda de si realmente he llegado a pronunciarlo se queda atorada en mi pecho. Y no mejora cuando sólo estoy a centímetros de él.
—¿Por qué? —Su voz se oye más ronca. Más divertida también.
Sé lo que quiere oír. "gracias por no dejarme caer", "gracias por sacarme aquí".
Pero ninguna de esas es la razón por la cual he pronunciado esa palabra.—Me haces feliz.—Así que sólo lo confieso, dejándolo ir fuera de mi pecho.
Y es que no puedo ni quiero negarlo.
Cuando estoy con él soy libre, es el mejor sentimiento que jamás he tenido.Su pequeña sonrisa desaparece y se pone serio de repente. Sus ojos descienden por mi rostro y se quedan varados en mi boca.
Trago saliva y ntre abro los labios para repasarlos con la lengua.De repente estamos aún más cerca, si es que eso es posible. Tan cerca que podría asegurar que puedo escuchar su corazón latir y el mío se descontrola aún más.
Los nervios de mi estómago viajan por todo mi cuerpo y me siento completamente vulnerable.
Pero entonces, oímos unos pasos apresurados que nos hacen separarnos de golpe.
—El cambio de guardia. —Me anuncia y ambos comenzamos a correr apresurados adentro del castillo.
Con la adrenalina por las nubes, cerramos el gran portón de madera detrás de nosotros y nos apoyamos al mismo tiempo en la puerta.Nuestras respiraciones agitadas es todo lo que se oye en el total silencio de la noche.
Pero mis pulmones no sólo requieren más oxígeno por la adrenalina o por correr para entrar.
Siento que podría volar si quisiera.La euforia de mi cuerpo hace que mi sonrisa no sea capaz de desaparecer.
Sólo quiero detener el tiempo y quedarme aquí para siempre.Cuando por fin puedo calmar mi pulso, me giro hacia él.
Sonreímos a la vez, sin mediar palabra.
Como dos niños traviesos después de gastar una broma de mal gusto.—Ha faltado poco. —Afirmo, totalmente seria.
Pero, ¿a quién pretendo engañar?
Somos Ethan y yo, no podemos permanecer serios por más de un minuto.
Así que, en lugar de preocuparnos por lo cerca que hemos estado de ser pillados, los dos explotamos en risas.¿Y por qué? Tal vez sea por la adrenalina.
Tal vez sea por estar burlándonos de toda la familia Real y de un ejército completo de soldados.
O tal vez sea porque somos felices así.Sea como fuere, a ninguno de los dos nos importa.
¿Qué tenemos que perder, al fin y al cabo?—Creo que... deberíamos volver a la cama. —Asiento despacio. No quiero hacerlo, no quiero volver a la cama. Ni separarme de él.
Pero a diferencia de Ethan, yo recupero horas de sueño por la mañana.
Pero él apenas duerme cada noche por andar escapándose conmigo y por las mañanas, se encarga de cuidar nuestros culos Reales.Así que aunque me encantaría retenerle, no puedo ser egoísta y hacerlo.
—Definitivamente deberíamos volver a la cama. —Me da una amplia sonrisa a la que respondo con la misma felicidad.
—Buenas noches, Princesa. —Al pasar por mi lado, se para frente a mi y deja un tierno beso en mi frente.—Buenas noches, soldado. —Y desaparece entre las sombras del pasillo.
Como flotando, recorro los metros que me separan de mi habitación y me adentro en esta.
¿Es esto a lo que llaman felicidad?
¿Esta extraña sensación que me hace querer saltar de un lugar a otro?¡Podría saltar tan alto que tocaría la luna!
¡O correr tan rápido que desaparecería en un instante!Con la mente llena de extraños pensamientos positivos, me meto en la cama. El reloj de pared marcas las doce y quince minutos de la madrugada. Tomo una bocanada de aire y sonrío con todos los dientes, arrugando la nariz. Tomo la almohada entre mis manos y me tapo la cara con ella para ahogar un grito. Y sigo sonriendo contra ella.
Por primera vez en mi vida, no tengo ganas de dormir.
Porque mi felicidad es real.
Porque mi euforia es real.
Porque Ethan es real.No hay nada con lo que pueda soñar que sea mejor que esto.
Ni nada puede arruinarlo.
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Las reglas de la princesa
FantasyJaqueline Marianne I se enfrenta a los 18 años a sus labores como Princesa. Siguiendo el estricto protocolo real, Jaqueline ha basado toda su vida en cumplir las reglas. En especial, la más importante de todas; Jaqueline tiene prohibido cualquier...