Mierda.
Mierda.
Mierda.
Y más mierda.¿Recuerdas hace menos de ocho horas, cuando dije que mi felicidad era tan grande que nada podía arruinarla? pues me equivocaba.
Claramente me equivocaba.Pero será mejor que empiece por el principio...
El reloj acaba de marcar las ocho de la mañana.
Sintiéndome liviana y dispuesta a enfrentarme a un día más, me levanto de la cama sin rechistar.
Mis doncellas, sobre todo Maritza, me observan extrañadas.
—¿Se encuentra bien, Princesa? —La mandíbula me duele por tanto sonreír.
—Mejor que en toda mi vida, Maritza. —Pero ella no me devuelve el gesto.Y eso me extraña.
Las doncellas traen consigo un vestido con una funda. Cuando lo sacan de ésta, mi expresión se vuelve seria.
Es un vestido rojo. Como ya expliqué anteriormente, no utilizamos colores fuertes hasta que el sol no cae.
—¿Por qué un vestido rojo? —Cuestiono. Pero ninguna de ellas me responde.—¿Maritza? —Me voltean con poco tacto y ajustan un corsé a mi pecho.
Comienzan a maquillar mi rostro y rizar mi pelo.
Y mi extrañeza crece aún más cuando soy consciente de que van a dejar que mi pelo quede suelto.
Es algo que rara vez ocurre. Sólo lo tengo así en las noches, cuando ya estoy en mi habitación o con Ethan.Mi maquillaje también me indica que ocurre algo, lo hacen despacio, recreándose y con paciencia.
Trago saliva.
Abren la puerta ante mí y noto que hay un extraño tono lúgubre entre ellas como si ocurriera algo.
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Las reglas de la princesa
FantasiJaqueline Marianne I se enfrenta a los 18 años a sus labores como Princesa. Siguiendo el estricto protocolo real, Jaqueline ha basado toda su vida en cumplir las reglas. En especial, la más importante de todas; Jaqueline tiene prohibido cualquier...