Capítulo 29

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Sabiendo lo que se aproxima... estos capítulos llenos de calma me vienen de maravilla xd

Casi veinticuatro horas después de la petición de mi soldado, todavía sigo analizando mis posibles opciones.
¿Cómo lograr que la despidan sin formular una queja formal contra ella?
¿cómo conseguir que esto no deje una mancha en su historial y arruine el negocio y el nombre de su familia para siempre?

No puedo decir algo como que una de sus comidas me ha hecho enfermar de nuevo o que su actitud hacia a mí ha sido grosera. Se supone que ni siquiera debería conocerla así que esa última opción es inválida por defecto.

Tengo que conseguir que la despidan sin que sea culpa suya.

Trueno los dedos contra la madera de la puerta del despacho de mi madre y espero tamborileando los dedos sobre mi pierna.

¿Qué acabo de hacer? ¡aún no sabes que vas a decirle, Jackie! ¿cómo se te ocurre golpetear la puerta sin tener ni idea de como hacer esto?

Me doy una sonora palmada en la frente y la puerta se abre justo en el instante en el que mi mano se estrella contra mi cara.
La retiro de inmediato y la refugio tras mi espalda.
—¿Qué haces aquí? —Muerdo el interior de mi mejilla y trato de restablecer la mayor seguridad y  seriedad que pueda.

—¿Me permite? —Cuestiono. Tras cavilar por segundos, se hace a un lado y me deja acceder.
A pasos lentos y organizados, camino hasta quedar delante de su mesa, no tomo asiento, la posición erguida me da seguridad.

—¿Es que por fin has recuperado la cordura y has venido para enmendar tus errores? —Sé a lo que se refiere y evito decir una sola palabra que juegue en mi contra.
—He sido informada de una joven cocinera nueva, me gustaría que sea despedida.

Voy directa al grano y abandona la vista de sus papeles para mirarme directamente a los ojos.
Entonces comienzo a pensar rápido.
Lo primero que se me ocurre es apelar a su instinto maternal y pedirle que tenga piedad con una pobre niña apartada de su familia.
Pero entonces me doy cuenta de que su instinto maternal murió el día en que le pusieron una corona en la cabeza.

Casi como un rayo celestial, justo a tiempo, tengo la gran idea.

—¿Por qué debería hacer eso? —Su reacción es exactamente como la esperaba.
—Tiene catorce años. —Espeto.
El tono de nuestra conversación es suave y delicado, sin necesidad de que ninguna alce la voz.

—Las señoritas están preparadas para trabajar desde los siete, tiene siete años más del mínimo. ¿Por qué debería hacer una excepción con ella?

—Porque no la han contratado, la han reclutado. Separada de su familia a los catorce años para venir a trabajar arduamente aquí.
¿Es así como quieren que su pueblo la vea, Reina? ¿cómo una mujer cruel incapaz de apiadarse de una niña? —Tiño con un desapercibido desprecio mis palabras, ahuecando más en ellas.

Veo la duda centellear en su rostro y como ella misma me enseñó, aprovecho su mayor debilidad a mi favor.

—En lugar de eso, si la dejara ir amablemente... su pueblo vería la actitud bondadosa, piadadosa, maternal y pura de su Reina.
¿No le parece, Reina?

Por su cuello veo como traga saliva y sus iris chocan con los míos.
—Lo arreglaré. —Promete sin más.

Al llegar a la biblioteca, una extraña sensación me invade. Una parte de mí se siente mal por haber tenido que manipular a alguien de nuevo pero otra parte de mí está saboreando la victoria.

El cuerpo de Ethan se desliza adentro del lugar, cerrando la puerta tras entrar.
—Hecho. —Su rostro se ilumina como un cielo estrellado y corre para encerrarme en sus brazos.

Cuando nos separamos, no evito preguntar.
—¿La conoces, Ethan? a la chica. ¿La conocías de antes? —Él niega, volviendo a una expresión neutra.

—El primer día aquí, se perdió y la encontré vagando mientras lloraba por los pasillos. Confió en mí muy rápido, como la niña que es.
Cuando me contó su historia, no pude evitar pensar en su familia. En como me sentiría yo si tuviera una hermana y la alejaran así de mí. —Me aclara y apoyo mi cabeza en la pared.

Siento ganas de llorar y gritar.
Todo lo que él quería era ayudar a una niña y todo lo que yo sentí fué que iba a perderle.
—Te ví hablar con ella el otro día...
—Susurro. Mis ojos parecen reflejar la verdad puesto que en seguida alza ambas cejas.
—¿Estabas celosa? —Quiero creer que no es diversión lo que noto en su tono de voz.

Algo cansada, me pongo un poco más erguida para enfocarle.

—Lo estaba. —Reconozco por fin, liberándolo de mi pecho.
—¿Qué? ¿por qué? —Parece alterarse un poco y concentra toda su atención en mi para conocer la respuesta.

—No estaba celosa porque hablaras con ella. Eso no sería propio de mí. Ni siquiera estaba celosa por ti, realmente. Es sólo que... —Hago una pausa, sin estar segura de lo que voy a decir.

«Ella tiene algo que yo nunca tendré, Ethan. Ella es libre.

La verdad por fin sale a la luz y noto un peso caer de mis hombros y liberarme un poco.
Cuando por fin lo entiende, pone sus manos en mi cintura y la ternura mancha sus ojos.
—Yo nunca lo seré. Nunca podré ir contigo y dejarlo todo. Tenía miedo.
Miedo de perder todo lo bueno que hay en mi vida. —Admito.

—No lo entiendes, Jackie.
Creo que aún no lo entiendes.
—Se detiene para coger aire.

«Yo siempre estaré contigo, siempre. Incluso si hay un anillo en tu mano, prefiero estar atrapado junto a ti a ser libre con alguien más.

Mis orbes se cristalizan y siento un profundo odio hacia mi misma y todos los miedos que albergo dentro de mí.

—Lo lamento, Ethan. Es sólo que creo que una parte de mi desea que te marches y seas libre. Y según el tiempo pasa y la boda se acerca, esa parte de mi se hace cada vez más fuerte. —Su mano viaja hasta mi cara para tocar mi mejilla lentamente, escudriñando cada centímetro de mi piel.

Disfruto el contacto, lo adoro. Pero el sentimiento de culpa se agolpa dentro de mí. Un suspiro ahogado muere en mi garganta antes de salir.

Entonces, abro la boca para decir algo más pero no pronuncio palabra pues sus labios acallan los míos.
Un gesto tan dulce como tierno.

Apenas es un roce lento, cargado del más puro sentimentalismo.
Sólo dura unos instantes antes de separamos y tomar aire.
Pero impulsada por algo demasiado fuerte para ser detenido, vuelvo a unir nuestros labios tras tomar aire.

Esta vez es algo más profundo, su lengua roza mis labios y los entre abro para que pase.
Juguetemos un rato y una sonrisa se me escapa de repente. Nuestras frentes se unen mientras sonreímos y sus manos se entrelazan con las mías.
De nuevo volvemos a besarnos y siento que con cada segundo, con cada roce, me vuelvo más adicta.

Adicta como nunca en toda mi vida lo he sentido, y me siento apasionada y loca, enferma y borracha de amor.

¿Es esto a lo que llaman locura?
aquello por lo que moriría y sin lo que no viviría.

La noche estrellada cae sobre nosotros y nos despedimos tras unas horas llenas de besos y conversaciones tan profundas como triviales.

El olor a húmedo en el aire se cuela por las ventanas abiertas de mi habitación y las cortinas de un blanco perfecto se vuelan de un lado al otro.
El fuerte viento provoca silbidos y voy entrecerrando los ojos hasta dejar que el sueño me posea y me consuma durante todo lo que resta de noche.

Las reglas de la princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora