Como bien habíamos previsto, llegamos al prostíbulo en escasos minutos.
Nos paramos antes de que los matones de la puerta nos vean.
—Muy bien, abajo. —Siguiendo las órdenes del castaño, bajamos de los caballos y los dejamos atados a un árbol.—¿Y ahora qué hacemos?
—Susurra Josh mientras nos agachamos.
Escondidos entre unos arbustos, observamos con cautela el lugar.Es una cabaña de madera, bastante grande, es muy ancha y está bien construida.
Parece robusta y segura.
Hay muchas ventanas, supongo que cada una de ellas da a una habitación.
En la puerta hay dos hombres que controlan el exterior y se aseguran de que nadie que no deba pase.Un hombre delgado y larguirucho se acerca al lugar y los dos hombres se hacen a un lado para dejarlo pasar.
Entonces, como una estrella fugaz iluminando un cielo oscuro, la idea me llega de repente.
—¡Lo tengo! —Exclamo, tal vez más alto de lo que debería.
Pero por suerte nadie más que ellos me oye.—Uno de vosotros debe hacerse pasar por un cliente y le dejarán pasar. Que pida a la nueva o sea a Elalba y la lleve hasta una de las habitaciones. Entonces, los otros dos desde fuera abrimos la ventana y salís sin que nadie más os vea. Nos marchamos y se acabó. —Propongo. Ellos se miran mutuamente, algo sorprendidos por mi rápida reacción.
—¿Estamos? —Como toda una jefa, les doy indicaciones de mantenerse abajo y guardar silencio hasta que sea el momento exacto para entrar.
—Yo mismo iré. —Se ofrece Josh y antes de que Ethan lo haga, le doy mi aprobación.
—Muy bien, ya puedes ir, Josh. No olvides especificar a que chica quieres, ¿vale? pero no te delates, no des detalles innecesarios.El moreno y asiente y se retira retrocediendo.
Tras eso, se pone de pie y comienza a caminar como un hombre más y se acerca hasta los guardias.
Los primeros segundos son de duda, los hombres no están seguros ni confiados del soldado. Pero no sé que hace o dice al final, acaba por convencerles y les deja entrar.—Tu perfecto plan tiene un fallo... —Susurra a mi lado el castaño, pongo los ojos en blanco.
—Imposible, he pensado en todo. —Refuto.
—¿Estás segura? ¿y cómo vamos a saber a que habitación van a ir? —Los párpados se me abren de golpe.
Mierda.—Pues... —Busco una solución rápida, alguna idea que me salve la piel y no me deje en ridículo.
—Pues tendremos que mirar ventana por ventana.
—Simplemente suelto, encogiéndome de hombros.—Vamos. —Susurro y tiro de la tela de su camiseta para que me siga.
Agachados entre los arbustos y demás plantas, nos vamos acercando poco a poco. Arrastrando los pies y en completo silencio, llegamos hasta la parte más alejada de los guardias, justo al otro lado del prostíbulo.
Las ventanas comienzan tan sólo unos centímetros más allá.—¿Habrá entrado ya?
—Chasquea la lengua.
—Sí, Josh tiene labia y es rápido. Seguro que ha entrado ya.Nos ponemos de pie y nos apoyamos contra la madera del local. Respiro profundo antes de mirar en la primera ventana.
Mi mandíbula está a punto de separarse en dos cuando veo a una pareja teniendo relaciones dentro de la habitación.
¿Es que siempre tengo que ver estas cosas?
¿por qué siempre me toca a mí?Pero sólo veo unos segundos antes de que la mano del castaño se cierre sobre mis ojos y me impida la visión.
Casi sonrío... pero sólo casi.En la distancia, oigo una voz algo alarmada.
—¡Es chillona y quejica, tiene que ser Elalba! —Expreso, totalmente segura de haber oído su voz, paso ventana por ventana de nuevo, haciéndolo más rápido que antes.
Entonces, en la antepenúltima ventana, veo a través del cristal a mi hermana peleando con Josh.
Golpeteo en el cristal, llamando su atención.—Otro fallo en tu plan. Estás ventanas no se pueden abrir.
—Refunfuña el castaño.
—¡Deja de quejarte y ayuda! —Le sugiero algo alterada.
Él agarra mi brazo y me desliza hacia atrás.
Da dos golpes en la ventana y les indica a los otros dos que se alejen.Se gira hacia mí y me mira mientras levanta el brazo y estrella su codo contra el cristal.
Me tapo los oídos por el ruido.
Los hombres comienzan a retirar los pedazos de cristal, haciendo el hueco más grande y lo suficiente ancho para que ninguno de los dos se corte con el vidrio al cruzarla.Mi hermana es la primera que pasa, ayudada por los hombres.
Antes de que sus pies toquen el suelo, la envuelvo con mi cuerpo.
Su respiración calmada y su ritmo cardíaco normal, me hacen sentir un inmenso alivio.—Menos mal que estás bien.
—Susurro. Ella se separa de mí cuando oye a Josh quejarse de haberse hecho un pequeño corte con el cristal.
—¡Degenerado! ¡asqueroso! ¡maleducado! —Grita. Frunzo el ceño y dirijo mi mirada confundida a Ethan, él tiene la misma expresión.—¡Lo siento, Alba! tenía que hacerlo para que te dejaran venir conmigo a la habitación siendo nueva. —Ella bufa y se cruza de brazos, notablemente ofendida.
—¡Podrías haberme agarrado la mano o haber tirado de mí!
¿qué necesidad había de besarme?Con una sincronización magistral, Ethan y yo nos miramos abriendo la boca.
¿Qué dice que ha hecho Josh?
¿acaso Josh se ha atrevido a besar a la loca Elalba?
Oh, chico. Estás en problemas.—No hay tiempo para esto, vamos. —Ordena el castaño y los cuatro comenzamos a correr sin mirar atrás.
Entonces, unos salvajes gruñidos se hacen más fuertes y me tomo un segundo para mirar hacia atrás.
Una jauría de perros de presa furiosos nos persigue.
—¡Paraos! ¡nos van a coger de igual forma, mostrad calma y no miedo!Todos hacemos caso al moreno y los animales se detienen en seco al mismo tiempo que nosotros tras llegar a nuestro lado.
—Bonitos, tranquilos... somos amigos, no vamos a haceros daño. Bonitos, tranquilos... —Les susurra el moreno, tratando de calmarlos.
Pero cuando uno de los perros abre la boca y muestra sus fauces soltando un gruñido, todo lo que viene después es una exclamación que vuelve a ponernos en marcha.
—¡Corred!
De nuevo trotamos, sin parar ni por un segundo y subiendo el ritmo tanto como nuestros cuerpos nos permiten.
En cierto punto los chicos nos adelantan y tanto Alba como yo nos esforzamos por avanzar más.
Para nuestra suerte, las dos acostumbramos desde pequeñas a caminar y correr en tacones por lo que llevar zapatos planos nos hace ser bastante veloces y ágiles.A lo lejos veo un par de árboles de tronco muy grueso.
Cuando pasamos por ahí, Josh extiende la mano y me agarra, tirando de mí.
Y a su vez yo tiro de Elalba que tira de Ethan.
Los cuatro nos acabamos acurrucando en ese árbol.
Los animales olfatean y miran de un lado a otro por algunos minutos.Pero se rinden tras varios intentos.
A pesar de quedarnos solos, ninguno de nosotros se mueve. Todo lo que se oye son respiraciones profundas y pulmones desesperados por recibir más oxígeno.
Trago saliva y me doblo sobre mis rodillas, intentando que mi cuerpo deje de sacudirse y volver a la normalidad.Tras un rato, salimos de nuestro escondite y comenzamos a caminar.
—¿No nos hemos desviado del camino al castillo? —Pregunta mi hermana.
—No, vamos bien. —Pero a pesar de que los soldados tratan de tranqulizarnos, yo sigo teniendo la extraña sensación de que falta algo.No sé lo que es ni si es importante pero sigo sintiéndolo.
Como un rayo de sol golpeando mi cara, me detengo en seco.
—Oh dios mío. —Exclamo. El grupo se gira hacia mí y nos miramos entre nosotros.
Todos parecen comprenderlo a la perfección.—Los caballos. Nos hemos dejado los caballos.
ESTÁS LEYENDO
Las reglas de la princesa
FantasyJaqueline Marianne I se enfrenta a los 18 años a sus labores como Princesa. Siguiendo el estricto protocolo real, Jaqueline ha basado toda su vida en cumplir las reglas. En especial, la más importante de todas; Jaqueline tiene prohibido cualquier...