Capitulo 42

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Las manos me sudan tanto que no importa cuanto las limpie. También noto un sudor frío en la nuca y algunos de mis cabellos atados en un moño desigual, escapan y se pegan ahí.
La presión de mi corazón aumenta y con ella el ritmo. Quiero gritar, gritar tan fuerte que me desgarre la garganta y el alma con ella.

—Jaqueline, respira. Vamos a encontrarla. —Me promete Josh y acaricia mi mano, tratando de calmarme. Pero ni sus palabras, ni su toque ni los desesperados intentos de Ethan por buscarla me sirven.

Esta mañana cuando me desperté, mi hermana no estaba donde debía estar.
Al principio creí que debía estar en alguna parte cercana del bosque, que debía haber tenido una razón de gran peso para alejarse del grupo.
Pero tras horas esperando y gritando su nombre a la nada, mi hermana no ha aparecido.

Y por mucho que trato de mantener la calma, de respirar hondo y decirme a mi misma que todo va a estar bien, que voy a encontrarla, no puedo hacerlo. No puedo fingir que no estoy preocupada o al borde de las lágrimas.
Que no está a punto de darme un ataque cardíaco.

—Si no me fallan los cálculos, debe haber una taberna cerca de aquí. Igual ellos han visto algo o saben algo, no perdemos nada por preguntar. —Sugiere mi soldado.

De un salto apresurado, me pongo de pie y comienzo a caminar.
Ando varios metros pero entonces soy consciente de que no tengo ni idea de donde está ese lugar y vuelvo a detenerme.
Tras de mí, los chicos caminan con los caballos.

Tamborileo mis dedos sobre mis piernas, demasiado impaciente para estar quieta.
Maldita sea, ¿es que no pueden caminar más rápido?
—Chicos. —Casi ruego y ellos aumentan el ritmo, llegando a mi lado en cuestión de segundos.
Ethan se pone a la cabeza y recorremos cerca de un kilómetro hasta llegar a esa taberna.

Sin pensármelo dos veces, soy la primera en atravesar la puerta.
Pongo ambas manos y doy un fuerte empujón a esta, abriéndola.
Llego hasta la barra casi derrapando sobre mis nuevos zapatos.
—Disculpe... ¿ha visto a una niña por aquí? más baja que yo, rubia y de ojos claros. Muy guapa. Probablemente estaba siendo cargante.
¿La ha visto? ¿ha visto a mi hermana?

El camarero se lleva la mano a la barbilla, cavilando y yo golpeteo el suelo con mis pies mientras lo hace.
—Lo siento, no me suena de nada. —Bufo.

—Por favor, haga memoria. Si no usted, tal vez alguno de sus amigos la haya visto. Desapareció esta mañana.

Detrás de mí, oigo a los chicos preguntar a los clientes del bar.

—¿La han secuestrado? si la han secuestrado y es joven, es probable que la hayan llevado al prostíbulo que hay a unos kilómetros... seguro que la han llevado allí, llevan allí a todas.
—La saliva de mi boca desaparece y me volteo con brusquedad, corriendo hasta la mesa del hombre que está hablando.

—¿El prostíbulo? ¡tiene dieciséis años! ¿quién le haría algo así a una niña? —El hombre se encoge de hombros.
—Sólo le digo, señorita.
—¿Dónde dice que está ese prostíbulo? —Esta vez es Josh quien abre la boca y el hombre comienza a darle unas instrucciones.
Pero yo ya no oigo lo que dice después.

Comenzando a sentirme agobiada, salgo arrollando la puerta y tomando una exagerada bocanada de aire.

—Jackie. —Ethan sale tras de mi.

—¡Debería haber dormido con ella! siempre ha tenido que cuidar de mí, siempre ha sido más hermana mayor que yo y ahora... ¿ahora qué? me necesitaba, probablemente se resistió y gritó pero yo no la oí.
¡No la oí, Ethan!
debí convencerla mejor de usar la espada, habría podido defenderse. —Hablo y hablo sin parar, descargando los confusos y dolorosos sentimientos que se acumulan en mi interior.

—Jackie, déjalo ya. No tienes la culpa de todo lo que ocurre. Deja de cargar con el peso del mundo. —Paso los dedos entre las hebras de mi cabello, sintiendo que la desesperación va creciendo a pasos agigantados.

—¡Lo dices porque no es tu hermana!
Yo tengo que cuidar de ella ¿vale? ¡yo! nadie más. Y no le he hecho. ¡Claro que es culpa mía! —Exclamo, el ojiazul rueda los ojos.
—¿Es que no puedes por un maldito segundo pensar en una solución en lugar de culparte y perder el tiempo compadenciéndote? así no ayudas. —Telegrafía las últimas palabras y apreto la mandíbula.

—¿Una solución, dices? ¡genial! dejemos que me secuestren a mi también y me lleven con ella. Porque total, es muy fácil escapar de un prostíbulo, ¿no?

—¿Es que yo he dicho eso? ¿He dicho que sea fácil o que tengas que hacerlo tú sola? pero no ganas nada gritando y poniéndote así. No sirves de ayuda si no puedes mantener la calma y no perder la cabeza.
—Refuta. Suelto una risa sarcástica.

—¡Ya sé que no sirvo de ayuda, Ethan! no necesito que me lo repitas. Pero no sé que hacer, ¿entiendes? yo no soy igual que tú. Tú has sido entrenado años para pasar por todo esto mientras yo... —Dejo la frase en el aire.

—¿Mientras tú dormías en una cama de oro y te bañabas en diamantes? sí, lo sé mejor que bien, Jackie. Tenía catorce años cuando tus padres me reclutaron para el ejército. —Oh, así que eso es, Ethan. Aún estás resentido.

No tengo ni idea de en que momento la conversación llega a ese punto o como nos desviamos tanto del tema central sin darnos cuenta.
Sólo sé que, como en cualquier discusión, un invisible armario lleno de rencor y cosas nunca dichas, se abre.
Y acaba por convertirse en una pelea.

—¿Y que culpa tengo yo de eso? ¡yo nunca les pedí a mis padres un soldadito para que cuidara de mí! ¡ni siquiera quería que el ejército entrara en mi casa!
—Ahora es él quien ríe y se lleva una mano a la boca.

—Pues para no querer al ejército en tu casa, me perseguías bastante por los pasillos. —Oh... Ahí me ha dado.

Abro la boca formando una "o" pequeña, ha tocado al punto débil.

—Pues tú para odiar bastante la corona y a todos los que la poseen, me besaste bastante en la biblioteca. —Contraataco.

—Te recuerdo que fuiste tú quien rompiste tus estúpidas reglas de princesita para estar conmigo. ¿Es que estabas tan aburrida, Jaqueline Marianne? —Maldita sea, otro golpe bajo.

Pero Ethan no va a ganar esto. De eso nada.

—Tienes razón, Ethan Ace. Eso es justo lo que me ocurrió, es)taba muy aburrida. —Suelto y una Jaqueline imaginaria me aplaude dentro de mi cabeza.

—Chicos... —Josh trata de reclamar nuestra atención pero estamos demasiado centrados en pelear para hacerle caso. Así que ambos le ignoramos y continuamos.
—¿Esa es tu definición de aburrimiento? ¡te hubieras comprado un perro!
—¿Para que quería un perro si ya estabas tú?

—Chicos.

—Vaya, que graciosa, Princesa. ¡Tiene usted un título en payasadas!

—Chicos.

—¡Ahora no, Josh! —Muy a mi pesar, decimos al unísono.

—¡Vale, vale! pensé que querrías saber como llegar al prostíbulo y rescartar a Alba. —Como poseídos, nos giramos al tiempo y centramos toda nuestra atención en el moreno.

—¿Dónde está? ¿qué hay que hacer? —Me adelanto al castaño. Éste y yo compartimos una mirada para nada amistosa.
—Está a un par de kilómetros de aquí, llegaremos rápido. Pero eso no es lo más importante, tenemos que hacer un plan. No podemos simplemente llegar y llevárnosla así de fácil. —Muerdo el interior de mi mejilla, pensando en algún plan.

Pero ninguna de nuestras mentes llega a nada y nos subimos a los caballos.
No quiero agarrarme a Ethan, me resisto a hacerlo.
Pero cuando el caballo arranca y me impulsa hacia adelante, acabo pegada a él de igual forma y le oigo reír.

Imbécil.

Las reglas de la princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora