Capítulo 34

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—Y entonces... ¡boom! la explosión sonó por toda la casa. Al principio creímos que había sido una bomba pero no... mi madre había metido plástico en el microondas. —Ethan habla a mi lado.
Las palabras atraviesan mis tímpanos y llegan hasta mis oídos pero no logro encontrarles coherencia.
Todo lo que oigo son palabras al azar pronunciadas por alguien.

—¿Jackie? —El tacto de su mano sobre la mía me hace saltar en mi sitio.
Mis ojos le observan y su expresión dolida hace que mi corazón se encoja.
—Lo siento... —Susurro.
Los fantasmas del Duque todavía siguen presentes en mi cabeza.
Los recuerdos de la escena se reproducen una y otra vez en mi cabeza.
Cada una como un proyectil que se clava en mi interior.

Mi madre tratando de contactar con él cada día desde que ocurrió tampoco es de gran ayuda y las miradas de rencor por parte de mi padre tampoco mejoran la situación.

Maritza también ha estado añadiéndome una presión extra. Según ella misma, los Reyes tendrían compasión conmigo si les contara como ocurrió todo.
Pero yo sé que no lo harían sé que no me creerían.
Y por eso prefiero guardar silencio, por eso prefiero que nadie más sepa lo que ocurrió.

Mi mente viaja a todos esos recuerdos y me distraigo por algunos minutos que no sé contar con exactitud.
Cuando vuelvo en sí, la mirada preocupada de Ethan me alarma.

Mis dientes enganchan mi labio interior y juegan con él durante unos instantes.

—Jackie... —Susurra.

Sacudo la cabeza y niego.

Entrelazo mis brazos en su espalda, acurrucándome en su pecho.
Buscando algún resquicio de paz que calme mi alma.

Los latidos acelerados de su corazón llenan mis sentidos y cierro los ojos.
Sus manos acarician mi pelo y noto como suspira.

—Lo siento, Ethan. Yo... —Intento explicarme pero las frases no fluyen afuera de mi garganta. Se atraviesan y mueren ahí.
Porque la realidad es que no sé que decir. No sé que es lo que me ocurre.

Incluso abrazarle me resulta algo incómodo. Nunca me había ocurrido antes de esto.

—No te disculpes... estás bien, eso es lo que importa. Porque estás bien... ¿verdad? —Trago saliva y asiento.

Estoy viva. Estoy respirando.

Eso es estar bien, ¿no?

—Lo estaré. —Le prometo y no puedo verle pero sé que sonríe.

Poco a poco me voy sintiendo algo mejor, algo más calmada.

Me separo de él y me esfuerzo por sonreír.

Sus manos se ahuecan en mis mejillas y me sonríe.

—Nadie va a saber nunca lo que pasó. Ni lo que Maritza hizo o lo que hice yo. Se irá a la tumba con nosotros, ¿vale? —Me promete, como si hubiera leído mi mente.
Y en sus palabras encuentro un pedazo de la paz que andaba buscando.
Una paz algo fragmentada y destruida, pero real.

Sé que pase lo que pase puedo confiar en él.

Sus labios se presionan sobre mi frente con ternura.
Tras unos segundos, vuelve a mirarme.
Pero yo voy más allá y le abrazo otra vez.

Ciertamente no sé porqué lo hago.

Tal vez sólo deseo oler su perfume, escuchar su corazón latir y que las mariposas de mi estómago despierten y revoloteen.

Sólo quiero soñar con que todo es diferente y que las cosas van a mejorar en algún momento.
Quiero tener ilusión.
Aunque sea sólo por unos valiosos segundos.

Las reglas de la princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora